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“La emigración de mis padres fue mi suerte”

La actriz gallega Isabel Blanco, nacida en Suiza, vive hoy en La Coruña swissinfo.ch

La popular actriz gallega Isabel Blanco, nacida y criada en Berna, acaba de presentar en Suiza la nueva película de Carlos Iglesias, ‘Ispansi!’, de la que es coprotagonista.

Aprovechando el estreno en el Festival de Solothurn, la intérprete compartió con swissinfo.ch sus recuerdos de infancia en Suiza y del retorno a España.

A la mañana siguiente del exitoso pase de la película de Carlos Iglesias, la gallega Isabel Blanco recibió a swissinfo.ch en un lujoso hotel a orillas del Aar para compartir un copioso desayuno y una larga charla sobre su infancia helvética y su experiencia del retorno a España.

“Como puede usted ver, he conservado muy buenas costumbres de Suiza”, comenta con un guiño mientras se sirve un gran plato de frutas y cereales.

Isabel Blanco nació en 1971 en Berna, en el seno de una familia de emigrantes gallegos de Santa Comba, localidad cercana a Santiago de Compostela. Su madre trabajaba como gobernanta en las casas de las enfermeras del Inselspital de la capital suiza. El padre estaba impedido de trabajar por problemas de salud, lo que hizo que Isabel viviera una infancia en la que había poco lugar para lujos.

Una educación helvética

 

“La economía en la que me eduqué era muy ajustada y fui criada en la cultura de las segundas rebajas”, comenta la actriz, “pero una vez que regresamos a Galicia y me incorporé al mundo laboral, para tomarme un simple café de 100 pesetas me lo tenía que pensar dos veces. Pagar por una taza lo mismo que por el bote entero no entraba dentro de mis esquemas: casi me parecía un pecado”.

Según explica, la vida de los gallegos de entonces en Suiza se asemejaba en mucho a la de los emigrantes de nuestro tiempo. “La forma de vida y trabajo de aquella época se parecía horrores a lo que hoy vemos, por ejemplo, en el ritmo laboral de los chinos en España. La vida sin ocio. Sobre todo la de aquellos que ansiaban volver cuanto antes, como era el caso de mi familia”.

Y es que, por lo visto, a pesar de haber estado bien integrada (se nota en el impecable dialecto suizo alemán que habla con las camareras), la idea de quedarse para siempre en Suiza nunca fue realmente una posibilidad. “Mi vínculo y el de mi familia con Galicia ha sido siempre tremendamente fuerte, y sabía que tarde o temprano me iría para siempre a mi tierra soñada”, comenta. Es así que partió de Berna en 1986, aunque afirma con humor “sentirse de Suiza en buena parte de su persona”.

¿En qué se nota esa herencia suiza? “En el civismo, el respeto por todo: las personas, los animales, el medioambiente, por todo, lo he aprendido en Suiza, que sigo considerando como mi segunda patria”, explica entusiasta. Y en la disciplina. “El tipo de vida que llevaban mis padres en Suiza me marcó para bien y para mal. Esa disciplina y esos horarios tan amplios de trabajo para ellos fueron durísimos, no obstante, para mí fue ‘una mili’ que hoy puedo decir que me vino muy bien”.

Un retorno no tan duro

 

Entre las innumerables historias de exilio y de retorno, las hay para todos los gustos. Pero en general el tono está más cercano del drama que de la comedia. En el caso particular de Isabel Blanco, la vuelta a España parece haber sido mucho menos traumática que para otros emigrantes.

“Tras el retorno, yo no lo he pasado tan mal como otras personas. De hecho, me adapté muy rápido a mi nueva realidad española”, dice antes de matizar: “Pero al volver a España muchos emigrantes quisieron cambiarlo todo; y les costó bastante readaptarse a esa realidad. Y es que adaptar el modelo suizo a España era algo imposible, lo que terminó generando en algunos casos cierta inadaptación y frustración”.

Según recuerda, muchos de los emigrantes de entonces terminaron siendo más suizos que los propios suizos. “Y es que este país era ‘EL’ modelo, así, con mayúsculas”, comenta entre risas. “Lo bueno de la emigración es que te abre horizontes, antes inexistentes”, continúa analizando; “pero lo malo es que para que eso ocurra, en la mayoría de los casos se destroza a nivel emocional a las personas al separarlas de su gente”.

Pero Blanco tuvo “el privilegio” de crecer con sus padres, a diferencia de muchísimos otros niños españoles de entonces, que o bien se criaban con sus abuelos en Galicia, o a los 6 años de estar en Suiza, regresaban para su escolarización en España. “Realmente estaré agradecida a mis padres toda mi vida por haber hecho el gran esfuerzo de tenerme con ellos. Su emigración y su sacrificio fueron mi suerte”.

Isabel Blanco destaca una curiosidad de su vida: el conocimiento de idiomas “inusuales”. “Y es que el gallego, mi idioma materno y tan infravalorado entre los estigmatizados emigrantes, me llevó a trabajar en televisión. Pero, tiempo después, el suizo alemán, que es mi otra lengua materna, me llevaría al cine. Mire usted: dos lenguas por las que, ‘a priori’, nadie daba un duro”.

Un padre cómplice

 

A lo largo de la narración, la actriz guarda un sitio para una figura que la ha marcado de forma especial: su padre enfermo y en tratamiento de hemodiálisis, cuyo delicado estado de salud está en el origen del retorno a Galicia. “El hecho de que mi padre estuviera enfermo hacía que necesitara estar con él todo el tiempo posible. De hecho él fue la razón de mi vuelta”.

“Y es que en Galicia mi padre podía disfrutar”, explica antes de recordar una anécdota que la ruboriza. Cuando Isabel Blanco comenzó a salir en televisión, su padre se gastó “una auténtica fortuna” en teléfono para contarle a todo el mundo que el tiempo le había dado la razón: su hija era tan especial como él la veía.

“Ese día me dijo cosas que nunca olvidaré”, confiesa emocionada, “pues él siempre confió en mi a pies juntillas, y por eso me era imposible defraudarlo. Imagine lo que es para una persona como él, que apenas había tenido acceso a la escuela, que a los 19 enfermó y que a nivel personal vio truncadas todas sus ilusiones de realizarse profesionalmente en la vida. Su única ilusión éramos mi madre, mi hermano y la niña de sus ojos: o sea yo”.

Pero tras los años duros, en España llegó una nueva vida de la mano del cine y la televisión. “El cine supuso un giro en mi vida y en la de toda mi familia, pues por fin tenía tiempo. Dicen que ‘time is money’ (el tiempo es dinero) y yo digo que ‘money is time’ (el dinero es tiempo). Al fin mi trabajo me permitía disfrutar de mi gente y dedicarme a ellos, pues vengo de una familia muy unida”.

¿Se imaginaba que iba a llegar a vivir de la interpretación? “Pues puedo decir que lo vivo muy intensamente y lo disfruto en compañía de los míos. Creo que mi familia ha hecho un esfuerzo enorme por entender ‘mi mundo’, dado que cuando procedes de un entorno tradicional, no se entienden muchas cosas que un actor/actriz ha de hacer”.

Peculiares características como largas ausencias para estudiar, viajar constantemente, horarios muy variables. “Sin embargo”, observa agradecida, “lo que para muchos es lo más difícil de comprender, como son los gajes del oficio, la diferencia entre la actriz y la persona, mis padres lo han entendido a la primera”.

Desde sus inicios de actriz han pasado 15 años. “Y nunca creí que podría durarme el sueño, pero ahí está, no se desvaneció. Pues me encuentro estrenando mi segunda película, curiosamente en Suiza”.

El país de su infancia y donde rodó ‘Un franco, 14 pesetas’ e ‘Ispansi!’ sigue de forma evidente en su recuerdo. A modo de conclusión, comenta: “Suiza nos abrió los ojos, nos quitó veleidades y nos inculcó unos valores. Valores como que a las personas se las juzga por lo que son. Sin más”.

Isabel Blanco Picallo nació en Berna, en 1971, en el seno de una familia de trabajadores gallegos.

Retornada a España en 1986, comenzó su carrera en 1990 trabajando para la televisión autonómica gallega TVG.

Fue presentadora del programa ‘A Repanocha’, pero la fama le llegó gracias a su papel de María Aires en la serie ‘Mareas Vivas’, protagonizada junto a Luis Tosar.

Igualmente participó en producciones de la TVG como ‘Rías Baixas’ o ‘Avenida de América’, además de ‘Nada es para siempre’ o ‘Manolo y Benito Corporeison’ para la cadena nacional Antena 3.

En cine ha trabajado con Antón Reixa en ‘El lápiz del carpintero’ (2003) o ‘Vida de Familia’, de Llorenç Soler, en 2007.

Junto a Carlos Iglesias ha rodado en Suiza la popular ‘Un franco, 14 pesetas” y la reciente ‘Ispansi!’, pendiente de estreno en España.

Jóvenes de entre 25 y 29 años, varones (el 84%), casados (el 70%). Casi la mitad eran asalariados agrícolas sin formación.

Sectores de ocupación: la construcción (30%) bajo contrato temporal, la industria metálica (25%) y la hostelería (23%), entre otros.

A inicios de los años 60, la mayoría llegaba a Suiza con contrato anual.

Pero la tendencia cambió: En

1971 los contratos temporales -como máximo 8 meses y sin posibilidad de renovación- ya representaban la mitad.

Aunque la mayoría de los emigrantes eran casados, su familia permanecía en España, pues se evitaba la

reagrupación familiar.

El trabajador sólo la conseguía si había cumplido 18 meses de vivir en Suiza.

Los españoles emigrados a otros países europeos vivían por lo general en familia: en Francia, el 70%, en Alemania, el 63%. En Suiza la cifra era menor al 25%.

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