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Aprender otra manera de enfocar la ciencia

Joël Stadelmann, en los pasillos de la universidad que formó a los padres de las naves espaciales, los aviones y la energía nuclear soviéticos. swissinfo.ch

Llegado hace cuatro años con una Maestría en Ciencias Biomédicas de la EPFL, Joël Stadelmann es hoy profesor asistente en la Universidad Técnica Estatal Bauman de Moscú y piensa continuar su carrera en Rusia.

Joël Stadelmann, 28 años, creció a orillas del lago de Ginebra, con lo que algunos lo ven como un animal curioso. “Si fuera marciano sería lo mismo”, señala y agrega que algunos estudiantes de la Universidad Técnica de Moscú -también llamada Escuela Bauman- “vienen a ver a una bestia salvaje intentar dar clases en ruso”.

Afortunadamente, no todo el mundo es así y la mayoría de sus colegas lo consideran un “tipo normal”. Incluso se dignan a compartir con él la dulzura del chocolate, que le encanta.

La academia previa a la empresa

Dotado para las matemáticas desde siempre, era natural que Joël se orientara a las ciencias “duras”. Después de la escuela preuniversitaria, optó por un curso de Ingeniería en Ciencias Biomédicas en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL). ¿Por qué esta elección? A causa de la libertad que gozan los estudiantes de ese programa. “Había solamente algunos cursos obligatorios, aunque seguí muchos otros en paralelo: cuando uno no es brillante, debe trabajar mucho”, explica con modestia.

Partir al extranjero, en ese momento, no lo pensó realmente porque sus notas no le permitían un intercambio durante sus estudios. Se dijo que sería más adelante, una vez con la Maestría en la bolsa. Pero ya tenía bien clara una cosa: prefería permanecer en el mundo académico para “¡hacer un trabajo hasta el final y no solamente hasta que fuera rentable!”

En 2007, el responsable de su programa de Maestría en la EPFL tiene que ir a la Universidad Baumann en Moscú para analizar las posibles colaboraciones entre ambas instituciones, y el hecho de tener un estudiante interesado en un intercambio facilitaría sus esfuerzos. Joël no duda mucho en aceptar, “pero durante seis meses, no más”.

Difícil comienzo

Luego de obtener todos los permisos necesarios – rusos sobre todo – llega por fin al aeropuerto de Moscú un día de febrero de 2009. Europa se debate entonces en la crisis y no hay muchas oportunidades profesionales. “Me disponía a vivir una experiencia internacional que nadie más tenía, a la espera de que la situación económica en Europa mejorara”, recuerda Joël Stadelmann.

Pero antes de eso, se sumergió de inmediato en la dureza del día a día ruso. El comité de recepción enviado por la Universidad no llegó nunca al aeropuerto y él solo, con la ayuda del personal de la terminal, logró hallar la página web de la Escuela Bauman.

Joël Stadelmann

Teníamos agua, pero no siempre. Electricidad, pero había que tener cuidado de no encender demasiados aparatos al mismo tiempo para no hacer explotar la red

“El primer mes fue horrible”, admite el joven. La residencia juvenil está cerca de la universidad, en efecto – una ventaja importante en una ciudad tan grande como Moscú -, pero pronto descubre que la calefacción es la única instalación  que funciona de forma constante. “Teníamos agua, pero no siempre. Electricidad, pero había que tener cuidado de no encender demasiados aparatos al mismo tiempo para no hacer explotar la red”, recuerda divertido.

Una tesis en Bauman

Pero si cuatro años más tarde todavía vive en Moscú es porque las contingencias materiales no lo detienen. Inmediatamente se implicó en trabajos de investigación que lo estimulan. Al mismo tiempo, continúa con ahínco los estudios de ruso puesto que los trabajos científicos deben ser redactados en la lengua de Pushkin para ser publicados y validados. A través del trabajo encuentra un equilibrio personal en esta megalópolis de 15 millones de habitantes.

Cuando alguien le propone redactar una tesis aquí en Baumann, no duda ni un segundo, aun si, además de la lengua, debe dominar un nuevo enfoque en la investigación. Un desafío que le agrada.

“Cuando intuitivamente propongo una solución, los rusos la discuten durante cuatro horas para llegar a la misma conclusión. Sin embargo, eso les ha permitido demostrar que las otras maneras de lograrlo eran menos buenas”, dice.

Universidad de Bauman: en ella se forman 18.000 estudiantes, 400 de los cuales, extranjeros. wikimedia commons

Al servicio de los enfermos

Con su formación de ingeniero, Joël estudió electrónica, programación, un poco de mecánica y de óptica, hasta el tratamiento de imágenes satelitales. “Aquí, de manera contraria, un ingeniero biomédico es una persona formada para hacer funcionar las máquinas que están en el hospital”, explica. Tienen entonces conocimientos de fisiología y anatomía que yo no tengo. De hecho, yo soy mucho más técnico que ellos. Si son, quizá, mejores en la definición conceptual de un sistema, yo soy mejor que todos cuando se trata de aplicarla”.

Y no faltan oportunidades ya que el científico suizo – que es renuente a calificarse como tal-  está comprometido en cuatro proyectos de investigación, además de los cursos que da en Bauman.

Joël Stadelmann

Cuando intuitivamente propongo una solución, los rusos la discuten durante cuatro horas para llegar a la misma conclusión. Sin embargo, eso les ha permitido demostrar que las otras maneras de lograrlo eran menos buenas

El primero se refiere al uso de rayos infrarrojos para reemplazar los rayos X en las radiografías, lo que permitiría reducir el número de cánceres. El segundo es el diseño de una máquina que permitiría a personas con limitaciones severas comunicarse con el personal del hospital. El tercero tiene que ver con el desarrollo de prótesis rusas, que superen las limitaciones de los dispositivos protésicos existentes, especialmente en cuanto a su velocidad angular en las articulaciones.

Por último, Joel Stadelmann trabaja también en una máquina que permitirá mejorar la fiabilidad de los aparatos de análisis de sangre, el análisis médico más prescrito en el mundo. Se trata de reemplazar los ojos del responsable del laboratorio encargado de la muestra por una cámara capaz de identificar instantáneamente, o casi, las anomalías. “Por el momento, se necesitan tres segundos y todavía es demasiado tiempo”, subraya con una sonrisa.

¿Y por qué no quedarse en Rusia?

Por ahora, el joven científico firmó con Bauman hasta 2018 y acaricia la posibilidad de obtener el título ruso de “Doctor” que requiere un nuevo trabajo de postgrado después del equivalente de nuestra tesis de doctorado, el cual debe “aportar una contribución significativa a la ciencia”.

Incluso si logró imponerse en una de las universidades técnicas más prestigiosas de Rusia, el investigador suizo se interroga sobre sus propias habilidades. “Tienen una manera diferente de pensar y logran reunir entre ellos algunos elementos que nunca habría pensado solo”, confiesa Joël, con admiración. Pero todavía hay esperanza para él. “En los últimos meses, el tema es abordado de manera discreta”, dice el científico.

Puede resultar sorprendente, al llegar a Moscú, advertir que los suizos tienen un buen a priori en relación con una persona desconocida. Nadie en Suiza vacilaría en preguntar a un empleado de la estación si el tren pasa por tal vía y esperaría recibir una respuesta cortés e incluso una disculpa en caso de que el empleado no lo supiera.

En Moscú no es una buena idea. Preguntar a un empleado de la ventanilla es  exponerse a una agresión. “Pero, ¿y yo qué sé?”. Mis fines de semana en partes más tranquilas de Rusia demuestran que no se trata de una norma. En Doubna, una señora de edad tomó el autobús conmigo para decirme dónde bajar.

Un ruso haría cualquier cosa para ayudar a un amigo. Una vez pasada una cierta distancia, los rusos son extremadamente amables y más abiertos que los suizos.

Nace el 7 de enero 1985 en Saverne (Francia)

1985: llega al cantón de Vaud, donde vive en diferentes comunas.

2003: estudia el primer año en el Instituto de Microtécnica de la EPFL

12.02.2008: Maestría en Ingeniería en Microtecnología

2009:  Becario en la Universidad Técnica Bauman de Moscú, donde comienza la redacción de una tesis doctoral

12.12.2012 : Defensa de la tesis e inicio de labores como profesor asistente

Conocida también como Escuela Bauman, fue fundada en 1763 como la Casa Imperial de Educación de la Emperatriz Catalina II. Su nombre actual data de la época comunista. Es un homenaje a Nikolai Ernestovitch Bauman, un bolchevique asesinado cerca del edificio principal de la universidad durante la revolución fallida de 1905. Solamente la Universidad Estatal de Moscú, fundada en 1755, es más antigua en Rusia.

Esta es una de las más prestigiosas instituciones educativas del país porque con el tiempo logró adquirir, fortalecer, preservar y generar habilidades en materia de ingeniería que le valieron el reconocimiento internacional.  

Tiene 18.000 estudiantes, incluyendo a 400 extranjeros. Estos últimos no tienen acceso a los departamentos nuclear, de fabricación de centrales eléctricas y de  armamento debido a la naturaleza sensible de esas áreas.

Entre los antiguos alumnos de Bauman se encuentra Sergei Korolev, padre del programa espacial soviético (no habitado y habitado); Andrei Tupolev, creador de la primera aeronave civil supersónica; Nikolai Dollezhal, quien desarrolló la primera central nuclear civil, y Pavel Sukhoi, fundador de la Oficina de Estudios Aeronáuticos del mismo nombre.

Durante la primera mitad del siglo XX, la Universidad Bauman fundó más de 70 escuelas de ingeniería en Rusia y la URSS entre las cuales, las más prestigiosas son los institutos de Aviación Militar, de Ingeniería Energética, Ingeniería Civil, Comunicación e Informática, todas situadas en Moscú.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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