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Un cosmopolita en el paraíso

Canetti en Zúrich con su esposa Hera y su extensa biblioteca. Elias Canetti Erben durch Carl Hanser Verlag

Elias Canetti, Premio Nobel de Literatura en 1981, llegó por primera vez a Zúrich en 1916. Tenía 11 años de edad. Para el chico, sediento de saber, aquel era el paraíso. Judío sefardí, de lejanos orígenes españoles, nacido en Bulgaria y domiciliado en media Europa, Canetti fue una de las voces más singulares del siglo XX.

“¡Amo a Suiza!”. Durante los últimos 30 años del siglo XX, cuando los intelectuales suizos están ocupados en la elaboración crítica de la historia nacional, Canetti no vacila en expresar sus sentimientos sobre el país que lo ha albergado en dos períodos importantes de su vida.

Zúrich, en particular, lo vio frecuentar de jovencito uno de los liceos de la ciudad, y con el tiempo, tomar la decisión de quedarse a vivir para estar cerca a su segunda esposa, la museóloga Hera Buschor, y cerca a su hija Johanna, nacida en 1972.

El peregrinaje a través de Europa, concluido en la ciudad suiza de las orillas del río Limmat, convirtió a Elias Canetti en un autor distante de las corrientes literarias de su siglo. Canetti no pudo ser nacionalizado. Había en él algo de austrohúngaro, algo de la cultura de los cafés vieneses, pero fueron tantas y tales las etapas de su vida que no es difícil comprender porque pensaba “unir Europa con la historia de su infancia”.

La carrera literaria de Canetti, diplomado en química, comienza en 1935, cuando se publica su primera y única novela: “Auto de fe”, Siguen algunas piezas de teatro y el ensayo sobre la psicología del control social: “Masa y poder”.

El éxito entre el público llega después de 1977, fecha de la publicación de “La lengua salvada”, libro en el cual el escritor cuenta la historia de su infancia. Siguen dos volúmenes autobiográficos. En 1981 es galardonado con el Premio Nobel de literatura.

En la Biblioteca Central de Zúrich, ciudad donde fue sepultado, al lado de la tumba del escritor irlandés, James Joyce, Canetti dejó su archivo como legado. Desde el año 2002 es posible consultar el material de trabajo del escritor. La correspondencia privada y los diarios podrán ser accesibles sólo a partir del 2024.

Entre lenguas y culturas

Fue precisamente con un libro sobre su juventud, “La lengua salvada” (Die gerettete zunge, 1977) que el nombre del escritor empezó a ser conocido por el gran público. Convencido de que las características de la existencia humana y espiritual se pueden detectar ya desde la infancia, Canetti hace de “La lengua salvada” un estudio sobre sus orígenes.

Escrito en alemán el libro vive también del español del siglo XV, hablado por la comunidad de judíos sefardíes; del búlgaro de los habitantes de Ruscuk, su ciudad natal, y del inglés de Manchester, ciudad tristemente asociada en su memoria a la muerte de su padre.

Curioso por naturaleza y lector apasionado, Canetti siempre tuvo la pasión de las biografías. Pero la idea de que “alguien pudiera meter las manos en la historia de su vida”, lo llenaba de desencanto. Quizá por esto escribió tres libros autobiográficos. No logró sin embargo poner fin a todos sus proyectos. La historia de su vida se quedó en 1937 y el panfleto contra la muerte -odiada y jamás comprendida-, se quedó en un deseo.

Homenaje de Zúrich

El vacío biográfico ha sido colmado por Sven Hanuschek que ha publicado un libro con ocasión del centenario del nacimiento de Canetti. El mismo Hanuschek ha sido el curador de una muestra dedicada al escritor (17 de marzo – 29 de mayo de 2005) por el Museo Strauhof de Zúrich. Otras varias manifestaciones han tenido lugar en Suiza para rendir homenaje al escritor que murió en Zúrich en 1994.

“Hoy la acogida y la popularidad de Canetti se ponen en cuestión”, afirma Werner Morlang, autor de un libro con testimonios de quienes conocieron al escritor durante sus últimos años en Zúrich (“Canetti in Zürich, Nangel & Kimche, 2005). “Para la gente de mi generación la confrontación con Canetti es algo evidente. Espero sin embargo que los eventos del centenario hayan contribuido a hacerlo leer por aquellos que aún no lo han descubierto”, precisa Morlang.

“Zúrich ha sido marcada de manera fuerte por la literatura. Canetti es la continuación de una escena literaria que ha estado en el origen de importantes movimientos como el dadaísmo”, agrega Morlang.

Elias Canetti nació el 25 de julio de 1905 en Ruscuk, Bulgaria en el seno de una familia judía sefardí.

1916-1921: después de algunos años pasados en Manchester y en Viena la familia de Canetti, huérfano de padre, vive en Zúrich y después en Alemania y Austria.

1938: en Inglaterra, para huir del nazismo, obtiene la nacionalidad después de la guerra.

1971 -1994: Canetti pasa los últimos años de su vida en Zúrich, ciudad de su segunda esposa Hera.

Reserva

A pesar de vivir en Zúrich Canetti nunca participó activamente en la vida cultural de la ciudad suiza. “Llevaba una vida reservada y es sorprendente constatar cómo, a pesar de ello, logró entrar en contacto con muchas personas”, cuenta Werner Morlang.

Elias Canetti nunca habló sobre la política suiza. Escuchaba con interés los comentarios de sus amigos suizos y tomaba nota de los aspectos negativos de la Confederación como el escándalo de las fichas de los servicios secretos sobre los ciudadanos. Sin embargo, estas sombras nunca le impidieron tener un vínculo afectivo positivo con Suiza.

“El amor por Suiza remonta a los años 1916 – 1921, años que el escritor transcurrió en Suiza”, explica Morlang. En “La lengua salvada” Canetti habla de aquellos años como “del único período perfectamente feliz de su existencia, del “paraíso” de su adolescencia; un paraíso en gran parte identificado con el liceo Rämbühl , que había respondido a su sed de conocimiento.

El hombre detrás de los bigotes

En los años sucesivos, la ciudad de Zúrich, orgullosa de la presencia de un Premio Nobel, ofreció a Canetti la posibilidad de seguir ocupándose de sus cosas sin que fuera excesivamente perturbado. “Los zuriqueses lo dejaron en paz”, dice Morlang.

Por lo demás, quienes lo conocieron, afirman que no era un hombre que se dejara incomodar. Bajo de estatura pero con una espesa cabellera y una mirada fogosa, Canetti era capaz de inspirar respeto y no aceptaba que se aproximaran mucho a él.

“No se le podía tocar el bigote”, cuenta su peluquero y vecino de la casa de Zúrich. “Ya cuando le cortaba los cabellos nos acercábamos el uno del otro, pero cuando le cortaba el bigote, a lo largo de la línea labial, el acercamiento era mayor. Para él era demasiado”.

Traducción: Jaime Ortega

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