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“La enfermedad me dio fuerza, la fuerza de osar”

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No quiso renunciar al trabajo ni al cuidado de los hijos. Coincidiendo con el nacimiento de su primogénita, Véronique Goy Veenhuys fundó su primera empresa. Un cuarto de siglo después, esta emprendedora fuera de lo común, hoy abuela, lucha con medidas concretas por la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

Rubia, con un corte de pelo deportivo, ojos de color aguamarina, camisa rosa sin mangas, tejanos con adornos de fantasía y sandalias planas: Véronique Goy, de 58 años, nos da la bienvenida en la estación ferroviaria de Palézieux, en la comarca de Lausana, con una sonrisa cordial y un fuerte apretón de manos. Su apariencia no coincide con la imagen estereotipada de la mujer de negocios.

Y, sin embargo, tiene la fibra emprendedora. Está acostumbrada a organizar, gestionar, sin perder de vista los objetivos, como reflejan la seguridad de sus gestos, su fuerte personalidad, su discurso. Se sienta al volante con determinación y nos conduce a su domicilio, donde tiene también su despacho, en la localidad vecina de Vuibroye.

Durante el trayecto de diez minutos descubrimos que es una mujer de fácil diálogo. Con la misma espontaneidad, una vez en casa Véronique Goy nos invita a tomar asiento en el salón grande, después de mostrarnos su despacho y presentarnos a su esposo, David, también un profesional autónomo.

No se puede disociar a David de la carrera de Véronique. “Mi esposo y yo siempre fuimos igualitarios: él siempre ha estado a mi lado, siempre me ha apoyado, y viceversa”, subraya. Pero es indudable que Véronique Goy poseía las dotes para triunfar. De hecho, forman un matrimonio armonioso, apasionado y sensato a la vez.

Una peculiaridad que Véronique Goy heredó de sus progenitores. “Mi padre, relojero y descendiente de una familia afincada desde 1380 en el valle de Joux, donde nací y me crié, me ha trasmitido el lado racional, riguroso, práctico. De mi madre, una italiana oriunda de la Emilia Romaña, aprendí la alegría, a disfrutar de los placeres de la vida, el gusto por la buena mesa. Siempre he tenido esos dos mundos y los necesito”, relata.

Hoy, el segundo mundo de Véronique Goy se sitúa en España, donde tiene una casa a la que suele ir siempre que puede y donde vivió con su familia en 1996-97. “Fue un año maravilloso: nuestros hijos iban a la escuela allí, y yo me matriculé en un curso intensivo de español para obtener el diploma básico”.

Compaginar hijos y negocios

Por aquel entonces era dueña de una empresa. Después de licenciarse en Economía, Véronique Goy había trabajado en una sociedad de cazatalentos. “No me sentía plenamente satisfecha. Tenía la impresión de vender aire”. Al quedarse embarazada, dejó el empleo. “Decidí ponerme por mi cuenta para compaginar trabajo y familia a mi antojo. Vivimos en un mundo en el que prima mucho más la cabeza que el corazón. Yo decidí no usarla en detrimento del corazón”.

Durante el embarazo se le ocurre crear una línea de ropa de cama infantil. “La empresa nació con mi hija Charlotte”, en 1987. Los productos de Véronique Goy se venden en boutiques exclusivas en Suiza y en el extranjero.

Los negocios crecen y con ellos la familia: dos años después de Charlotte, viene al mundo Arthur. Su esposo la apoya en ambos frentes. “Solía acompañarme a las grandes ferias especializadas donde presentaba mis productos. Montábamos juntos los estands”.

En 1997, Véronique vende la marca y se fusiona profesionalmente con su esposo, propietario de una agencia de comunicación. Juntos desarrollan un nuevo servicio de presentación empresarial. “Teníamos muchos clientes”, recuerda.

Salir del rol de víctima

Al cabo de unos años, siente la necesidad de encontrar algo que la “estimule más intelectualmente”. En 2003 emprende una formación de postgrado en gestión, organización y comunicación que dura dos años. De su trabajo de diploma, en 2005, nace equal-salary, un procedimiento de verificación independiente para que las empresas puedan atestiguar que remuneran igual a hombres y mujeres por el mismo trabajo. Se trata de una certificación, la primera de su índole a escala mundial, reconocida también en la Unión Europea (UE).

“Buscaba nuevos desafíos. Hacer algo por la igualdad me brindaba la oportunidad de incitar a la mujer a abandonar el papel de víctima. De crear un ambiente profesional positivo en el que mujeres y hombres son valorados por igual”.

Ese rechazo al papel de víctima se remonta a su infancia. “De pequeña solía estar a menudo enferma. Pasé mucho tiempo en el hospital, sola, lejos de casa. Paradójicamente, la enfermedad me dio fuerza: la fuerza de osar, de afrontar las situaciones. Cada vez que salía del hospital quería olvidar aquellos episodios, volver a levantarme y reemprender mi vida”.

Una vida muy intensa en la que Véronique Goy se rige por cuatro valores fundamentales: la autenticidad, la humanidad, el intercambio, la creatividad. Son los valores que la acompañan también en sus viajes. Por ejemplo, en las tres visitas a Marruecos para seguir a una tribu nómada bereber desde el desierto hasta los pastos del Alto Atlas en la trashumancia del ganado.

Relata con entusiasmo y pasión esas vivencias, de las que conserva algunos objetos, como unos cuencos de madera de nogal que utiliza en su cocina moderna.

Nuevos desafíos, nuevas ideas

Un vistazo al reloj la devuelve a la realidad diaria. Nos acompaña a la estación, antes de salir corriendo a una cita de trabajo. La directora de la Fundación equal-salary se enfrenta a un nuevo problema. “Tenemos que aumentar el número de empresas certificadas para alcanzar el umbral de la rentabilidad”.

El cerebro y el corazón de Véronqiue Goy funcionan a pleno rendimiento para discurrir una solución, sin perder un ápice del placer que le produce cuidar en promedio un día a la semana a su nieto de 13 meses.

En Suiza, el principio de la igualdad salarial entre hombres y mujeres está inscrito en la Constitución desde 1981. No obstante, las mujeres ganan en promedio un 20% menos que los hombres. Se estima que en cerca del 40% de los casos la brecha salarial se debe a prácticas discriminatorias.

En 2005, Véronique Goy Veenhuys elaboró una certificación que permite a las empresas verificar científicamente si su política cumple los criterios de igualdad salarial y hacerlo público.

El procedimiento dura de cuatro a seis meses y comprende un análisis de los salarios, así como una audición. La primera la efectúa el Observatorio de Trabajo de la Universidad de Ginebra; la segunda la SGS, líder mundial en la certificación. Si se identifican diferencias respecto a la remuneración que debería percibir cada individuo con base en los criterios que fija claramente la propia empresa, esta debe corregirlos.

Una vez comprobada la práctica de una política salarial, la empresa recibe el sello equal-salary que le permite sobresalir en el mercado. La certificación tiene tres años de validez.

(Traducción: Belén Couceiro)

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