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Choba Choba dulcifica la vida de los cultivadores de cacao

Choba Choba, una iniciativa justa y respetuosa con los agricultores del cacao. Paula Dupraz

El proyecto que fundaron un suizo y un francés revoluciona la forma de producir cacao en el Perú. Su objetivo central es ayudar a los campesinos a convertirse en emprendedores.

“¡Hagamos caer el mercado de valores!”, grita un campesino a una treintena de colegas reunidos en la comunidad selvática de Santa Rosa. El grupo acaba de votar a favor de que sus productos se vendan entre un 50 y un 90% por encima del precio que suelen pagar los comerciantes en la región a los agricultores.

Los hombres y mujeres aquí reunidos –algunos de la vecina comunidad de Pucallpillo– son accionistas de Choba ChobaEnlace externo, la primera compañía de productores peruanos de chocolate.

Sus asambleas generales –entre árboles de cacao, casas construidas sobre pilotes y pollos de granja– no tienen precedentes en el sector.

“Lo que suele suceder es que los agricultores cacaoteros venden sus cosechas a grandes actores de la industria que después obtienen jugosas ganancias al transformar el cacao en chocolate”, afirma el suizo Christoph Inauen, cofundador de Choba.

Para cambiar esta realidad, Inauen y el francés Eric Garner decidieron poner en marcha esta nueva firma en otoño pasado.

Antes de Choba Choba, Inauen fue director de Sostenibilidad en la marca de chocolates Halba que pertenece a Coop, el mayor grupo minorista en Suiza, y colaborador de la oenegé Helvetas. Pero deseaba profundamente lanzar un proyecto que pudiera generar cambios reales.

Con Choba Choba “los agricultores producen el cacao y lo venden directamente a su propia empresa. Asimismo, son dueños de la marca bajo la cual comercializan sus chocolates. Esto permite al consumidor comprar directamente al productor de cacao, lo cual genera un impacto positivo sobre la economía de los campesinos”, explica Inauen.

La mayoría de los productores que hoy forman parte de Choba Choba –cuyos plantíos están ubicados cerca del río Huayaba, a unas tres horas en bote de la carretera más cercana– eran miembros de Acopagro, la cooperativa cacaotera más grande el Perú.

Sin embargo, algunos de ellos fueron expulsados cuando se quejaron de la falta de transparencia de esta institución y de la forma en la que tomaba decisiones trascendentes para los campesinos.

Problemas con la cooperativa

Como el resto de los productores de cacao de la región, Jorge Yoplac Tuanama, conocido por todos como Yoplac, producía hojas de coca para el cartel de Medellín en los tiempos de Pablo Escobar.

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Pero la erradicación total de los cultivos de estas tierras arrasó también los plantíos dedicados a la subsistencia, afectando a mucha gente. En aquella etapa, el gobierno de Estados Unidos puso en marcha un programa de ayuda a los campesinos que les permitía reconvertirse a la producción de cacao. Yoplac y muchos más se sumaron al mismo, adhiriéndose simultáneamente a la cooperativa Acopagro, que cultiva una variedad híbrida de cacao conocida como CCN-51, originaria de Ecuador y resistente a las plagas.

Sin embargo, cuando Yoplac propuso a Acopagro cultivar una nueva variedad que él mismo había desarrollado a partir de una especia ‘nativa’, se enfrentó con el rechazo de la cooperativa.

“No aceptaron mi trabajo. No están abiertos a los cambios. El cacao también se transforma. Y yo estaba convencido de que nuestras economías podían mejorar si ofrecíamos al mercado una variedad más fina”, narra Yoplac.

Falta de transparencia

Oswaldo del Castillo, el primer y actual presidente de la Asociación de Cacao Choba Choba, asegura que una investigación interna evidenció que la administración de Acopagro era opaca y que las ganancias no se repartían de forma justa.

Consultada por swissinfo.ch, Acopagro rechazó toda acusación relacionada con malos manejos y expresó que la cooperativa es sujeto actualmente de auditorías externas e independientes para probarlo.

Para Luis Navarro, presidente de la Cámara Peruana de Café y Cacao, existen personas que se aprovechan de las circunstancias y de las lagunas que existen en las reglas de operación de las cooperativas y hacen uso de esto para atender sus propios intereses.

“Y si una cooperativa carece de mecanismos de autorregulación, cualquiera puede utilizar su nombre para realizar acciones inapropiadas”, añade Navarro.

Eric Garnier, por su parte, afirma que este tipo de problemas son comunes en las cooperativas. Pero destaca la participación democrática de los campesinos de Choba en la toma de decisiones es positiva para todos.

Choba Choba

Choba Choba significa ‘tú me ayudas, yo te ayudo’ en quechua. La frase se hizo famosa entre muchos campesinos cuando hace muchos años comenzaron a trabajar en equipo tras la erradicación de la hoja de coca.

La compañía comenzó su actividad en octubre de 2015.

Desde su creación hasta el 1 de marzo de 2016, las ventas totales de chocolate de Choba Choba han sumado 120 000 francos suizos. Y la perspectiva es favorable, pues se espera que la facturación alcance los 650 000 francos a finales de 2016.

El cacao de Choba Choba es procesado por FelchlinEnlace externo, un productor del cantón suizo de Schwyz. El 4% de cada paquete (de tres barras) vendido se destina a pagar un pequeño bono de fin de año a los accionistas; el resto, a la operación y expansión de la compañía.

Los campesinos de Choba Choba trabajan con oenegés como Pur ProjectEnlace externo para replantar las zonas deforestadas.

Certificación y etiquetas

En años recientes, la industria mundial del chocolate –que tiene un valor aproximado de 100 000 millones de dólares (unos 98 000 millones de francos suizos)– ha realizado esfuerzos por mejorar su imagen a través de la responsabilidad social corporativa. Para ello, los principales transformadores de cacao y productores de chocolate –que frecuentemente compran sus insumos con las cooperativas– han creado múltiples certificados y etiquetas para los productos.

Según los fundadores de Choba Choba, la globalización ha ido demasiado lejos en este sector. Con esta dinámica los campesinos han perdido todo derecho a opinar, y estas certificaciones se han convertido en la herramienta ideal para legitimar este injusto sistema.

La estructura de Choba Choba ha decidido, pues, eliminar este problema. “Nosotros no utilizamos ningún tipo de certificación o etiqueta”, refiere Inauen, quien considera desafortunado que el término ‘sostenible’ se haya vuelto súbitamente “el más utilizado del plantea”.

Choba Choba simplemente hace saber a sus clientes que todos sus procesos agrícolas son totalmente orgánicos y que los campesinos plantan árboles nativos en vastas extensiones que estaban desforestadas tras la eliminación de los plantíos de coca.

Yoplac avala los cambios y se dice orgulloso de la calidad de los productos que están comercializando. Especialmente de su CYP (Cacao Yoplac Pucallpillo), que posee color distinto al tradicional y un aroma muy fino.

Otros miembros de Choba Choba también han bautizado con sus propios nombres las variedades que están cultivando.

No al consumo masivo

Con un valor de 30 francos suizos por un paquete que contiene tres barras de chocolate, el precio que Choba Choba cobra por sus productos está por encima de la media de la mayoría de los chocolates con etiqueta o certificación.

Inauen explica que su estrategia es distinta a la de otras compañías. Choba Choba no quiere colocar sus chocolates en los estantes de los comercios minoristas, sino que el consumidor contacte directamente a la compañía. Las barras de chocolate de esta firma solo pueden pedirse por internet y directamente a Choba Choba.

“Nuestro producto es una crítica abierta al consumo masivo de chocolate”, afirma Inauen. El producto debe reflejar el costo de vida de los trabajadores, dice.

Oswaldo del Castillo se queja de que las grandes compañías suelen crear pequeñas asociaciones para comercializar sus productos de ‘comercio justo’, en detrimento de los campesinos. “Y es que nadie investiga realmente si lo que dicen las envolturas es cierto, y cuál es la realidad de los agricultores”.

Para Del Castillo, Choba Choba está ofreciendo a muchos agricultores la oportunidad, por primera vez en su vida, de tomar el control de su destino al convertirse en accionistas de una empresa.

Traducción del inglés: Andrea Ornelas

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