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En Kasserine, bastión de la insurgencia, “todo empeoró”

El Monte Chambi, en donde están atrincherados los yijadistas, se encuentra a 17 km del centro de Kasserine. Benjamin Keller, swissinfo.ch

Al desempleo se suma ahora la amenaza terrorista en esta región desfavorecida del centro-oeste de Túnez, que estuvo en el corazón del levantamiento contra el régimen de Ben Ali. A cinco años de la huida del dictador (el 14 de enero 2011), la decepción se mantiene.

En Kasserine, los vestigios de la revolución están por todas partes. Del vacío esqueleto del gran almacén Meublatex, saqueado durante los disturbios, las puertas y ventanas están tiradas entre la avenida principal y las vías férreas sobre las cuales ya no circula ningún tren de carga.

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“Ofrecer oportunidades a los jóvenes”

Este contenido fue publicado en “Túnez ha franqueado etapas cruciales”, opina Barbara Daetwyler Scheuer, directora de la División de Cooperación Internacional de la Embajada de Suiza en Túnez. Advierte sin embargo que “consolidar una democracia necesita tiempo”. swissinfo.ch: ¿Cuáles son los resultados del programa suizo de apoyo a la transición tunecina lanzado en el 2011? Barbara Daetwyler Scheuer: Hemos apoyado…

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Esta golpeada ciudad de 80 000 habitantes fue uno de los centros de la sublevación contra el régimen de Ben Ali, después de la inmolación del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, en la ciudad vecina de Sidi Bouzid, el 17 de diciembre de 2010. ‘Somos la revolución’, proclama un grafiti a la entrada a la ciudad. Sin embargo, cinco años después de la huida del dictador, “trabajo y dignidad”, consignas de la revolución, siguen pendientes.

Al igual que otras regiones del interior de Túnez, la gobernación de Kasserine (el país está dividido en 24 gobernaciones), de 440 000 habitantes, ha sido marginalizada durante décadas, con respecto a sus vecinos, como consecuencia en buena parte de políticas basadas en el turismo y la exportación. Los indicadores son alarmantes: l

La tasa de desempleo alcanza casi el 23%, frente al 15% a nivel nacional, y la de analfabetismo 32% (18,8%), de acuerdo con el censo de población de 2014. Los índices de desarrollo regional y humano son los más bajos del país. El fracaso escolar es alto. Y la economía informal, que emplea al 54% de la población activa del país, según el Banco Mundial, es probablemente mucho más elevada en esta zona fronteriza con Argelia. No ha habido ninguna mejoría desde la revolución.

Los trenes de mercancías ya no circulan por las vías férreas que atraviesan Kasserine, en donde el tejido industrial es casi inexistente. Benjamin Keller, swissinfo.ch

“No hemos ganado nada”, observa amargamente Abdelmajid Rahali, de 56 años, cuya ferretería se encuentra enfrente de las antiguas oficinas del RCD (Reunión Constitucional Democrática, el que fuera el partido de Ben Ali), incendiadas durante las manifestaciones que se produjeron los días 8, 9 y 10 de enero en Kasserine y en las que más de veinte personas fueron muertas. “Esperábamos que las zonas del interior fueran puestas al mismo nivel que las otras, pero estamos decepcionados”. Al describir la ciudad de Ennour (‘Ciudad de la Luz’), el barrio donde se encuentra su tienda, resume: “67 000 habitantes (40 000 según cifras oficiales, ndlr), ningún dispensario, ninguna estación de policía”.

“Esperábamos salir del abismo”

El mismo sentimiento de decepción envuelve al resto de la población de Kasserine. “Con la revolución esperábamos salir del abismo, pero aparte de la libertad de expresión y la naciente democracia, la situación empeoró en todos los niveles: social, económico y sobre todo de seguridad”, deplora el activista de izquierda y director del colegio, Samir Rabhi, exportavoz de la Alta Instancia para la Realización de los Objetivos de la Revolución. Y es que, además de la pobreza y la exclusión social, los habitantes de Kasserine enfrentan directamente, desde el 2011, la amenaza extremista.

La ciudad está rodeada de montañas en las que están atrincherados los combatientes de obediencia yihadista. El ejército lleva a cabo regularmente operaciones sin lograr erradicar totalmente a los grupos armados. “Disparan al azar sin resultado”, se burla un joven luego de las sordas detonaciones, sin duda de artillería, que se escuchan en el centro de la ciudad. “Todo un ejército no ha logrado detener a una cincuentena de personas en cinco años”, ironiza.

Algunos jóvenes de barrios sensibles que participaron en la revolución se radicalizaron. El más conocido es Gharsalli Mourad, que vivía en la ciudad de Ennour, y que fue abatido el 10 de julio a la edad de 27 años por el ejército con otras cuatro personas en Gafsa, al sur de Kasserine. Era uno de los líderes de la brigada Okba Ibn Nafaa, una de las principales células yihadistas de Túnez, afiliada a Al-Qaeda en el Magreb Islámico (Aqmi). Esos grupos atacan principalmente a las fuerzas de seguridad, de las que casi un centenar de miembros han sido muertos desde 2011.

“Los jóvenes están desesperados aquí”, se aflige Aziz, de 34 años, presidente de la Asociación Tunecina de Inserción Profesional de los Jóvenes Diplomados, durante una manifestación de la Asociación Amal (Esperanza) en el centro de Kasserine. Según él, el 80 o 90% de los graduados de la región están en el paro. “Aparte del sector informal, no hay absolutamente nada”. Además, a los jóvenes les afectan las mismas leyes restrictivas que aquellas del resto del país: la ‘Ley 52’, por ejemplo, que llena las cárceles, pide un año mínimo de encierro para los fumadores de cannabis. Aunque está siendo revisada, es aplicada con celo.

Descentralización exigida

Los jóvenes de la Asociación Amal denuncian las élites y la corrupción en sus protestas quincenales en el parque municipal, en remodelación desde hace… tres años. “Combatimos para que la élite luchara por nosotros, no por los ricos”, se lee en una pancarta. En la mira, la Ley de Finanzas 2016, que permite una amnistía para los culpables de delitos económicos, a cambio de la restitución de los activos constituidos en el extranjero y el pago de una multa. “Esta ley defiende los intereses de los ricos, que han robado miles de millones”, se irrita Walid, un desempleado de 34 años de edad.

Padre e hijo en manifestación de Amal en Kasserine (17.12) contra la ley de finanzas 2016, considerada en favor de ricos y defraudadores. Rabii Gharsalli, swissinfo.ch

Los manifestantes exigen también que la descentralización, introducida en la Constitución del 26 de enero de 2014, sea implementada. “¡Hay que aplicar la Constitución!”, reclama Walid mientras agita el librito rojo y blanco. El Parlamento debería abordar este año el expediente de la descentralización. En cuanto a las elecciones municipales, que no han tenido lugar desde la revolución, no serán organizadas antes de 2017.

La descentralización debería permitir un mejor uso de los recursos asignados a las regiones del interior. El presupuesto de la gobernación de Kasserine se ha triplicado desde la revolución y suma 200 millones de dinares al año (100 millones de CHF), en acuerdo con la nueva Constitución, que impone un equilibrio entre las regiones. Pero los fondos son subutilizados. En mayo de 2015, el ministro de Finanzas, Slim Chaker, declaró que el 50% del presupuesto estatal dedicado al desarrollo regional quedaba bloqueado a causa del “débil poder del Estado en las regiones”, de “la falta de inversión pública” y del “impacto negativo de esta situación sobre el sector privado”, así como de “la ausencia de una visión global del desarrollo de las regiones”.

Retorno de antiguos RCD

“Hay un bloqueo en la administración”, señala el sindicalista Samir Rabhi. Para poner remedio al olvido casi total de 60 años (desde la independencia en 1956, ndlr), se requiere una verdadera estrategia de desarrollo local. Los capitales privados no quieren establecerse en la región. Es lejos, está aislada, no hay mano de obra calificada, los transportes son lentos. El Estado debe asumir su papel de liderazgo para crear un contexto propicio para las inversiones con la construcción de infraestructura y la adopción de una estrategia de formación profesional”.

El nuevo gobernador de Kasserine, Chedly Bouallegue, replica que “más de 800 proyectos de inversión pública se realizan en la región”, incluidos carreteras, hospitales, viviendas, instalaciones deportivas y mercados. “Hay que trabajar durante años para resolver los problemas, para tener fábricas, empresas, para que las personas puedan realizar proyectos”, arguye.

Desde que asumió el cargo a finales de agosto de 2015, el gobernador se ha enfrentado a manifestaciones de protesta en Kasserine, incluyendo acusaciones de haber formado parte del RCD. Chedly Bouallegue lo confirmó a swissinfo.ch. “Yo fui secretario general adjunto en Túnez entre 2004 y 2009”, dijo, sin más detalles, para agregar: “El RCD se acabó”. No es el único responsable político de Kasserine que ocupó cargos en el antiguo partido de Ben Ali. Hamzaoui Kamel, miembro del Parlamento de Nidaa Tounes, partido victorioso en las más recientes legislativas, era un alto miembro del RCD.

Una demanda fue presentada en junio de 2015, ante la Instancia Verdad y Dignidad (IVD), encargada de investigar los abusos del pasado, para que Kasserine sea reconocida oficialmente como una “región víctima” de las políticas previas a la revolución… El expediente fue integrado por Abogados sin Fronteras y el Foro Tunecino de Derechos Económicos y Sociales con el apoyo de Suiza. Establece reparaciones. “Es la primera vez en el país y es muy importante”, anota Samir Rabhi. “Es tiempo de que salgamos a la luz”. 

Monumento dedicado a los “mártires” de Kasserine, construido por los ciudadanos. Benjamin Keller, swissinfo.ch

Agua “suiza” para Kasserine

Hasta 2018, Suiza destinará 10,8 millones de francos para el abastecimiento de agua potable de 26 000 personas en comunidades rurales de Kasserine. “Esto representa casi una quinta parte de la población rural de la provincia”, dice Mourad Zougar, jefe de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) en Kasserine. La tasa de acceso al agua potable es del 50% en Kasserine, contra el 90% en la capital, y apenas 27,1% de los hogares rurales están conectados a la red, contra 56% a nivel nacional.

Una decena de personas, entre ingenieros y acompañantes sociales, se encarga del proyecto, el más importante del programa suizo de apoyo a la transición tunecina. Se rehabilitan pozos y luego se conduce el agua hasta la calle. Los trabajos son efectuados por empresas locales. Los beneficiarios pagan la conexión final y el consumo. “Hay un costo inicial, pero luego los ahorros son sustanciales”, explica Mourad Zougar. El precio del agua en cisterna es de unos 120 dinares al mes (60 francos), contra 20 dinares, una vez conectados a la red”.

Junto a este programa, Suiza construye dos plantas de tratamiento de aguas residuales en la gobernación de Kasserine, en Thala y Feriana, además de aquella de Tajerouine, en la vecina gobernación de Kef. También ha invertido en la rehabilitación de la estación de Choutrana que trata las aguas residuales de un millón de personas en Túnez. En total, la cooperación suiza dirige una veintena de proyectos en Kasserine, en las áreas de agua, desarrollo de la comunidad y creación de empleos. Más de 1000 puestos de trabajo directos han sido creados de esta manera desde 2011 en la gobernación.

Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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