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Aceptar la homosexualidad, “cuestión de respeto”

Beso contra la homofobia, en mayo pasado en Ginebra. Keystone

El arquitecto Javier Torres vive en Suiza desde hace diez años y afirma que la sociedad helvética está bastante avanzada en el respeto al otro. Aunque no es un tema personal, apoya la reivindicación del derecho a la adopción de las parejas gay en Suiza.

Este andaluz es un ejemplo de integración en la sociedad multicultural helvética. Su premisa: respeto a ti mismo y al prójimo. Es uno de los 2100 miembros de la asociación gay suiza PINK CROSS.

La ciudadanía helvética aceptó en las urnas en 2005 el registro civil de parejas del mismo sexo. No obstante, este cambio legislativo a escala nacional no contempla ni el matrimonio ni la adopción, si bien confiere a los homosexuales el derecho de hacer oficial su relación de pareja.  

En 2007, año en que entró en vigor esta ley, dos mil cuatro parejas decidieron darse el sí ante el registro civil. Curioso el hecho de que de este total, mil cuatrocientas treinta y un uniones fueron entre hombres.

Uniones a la baja

Sea como fuere,  el entusiasmo por la unión oficial declinó en los años subsiguientes tanto para hombres como para mujeres: en 2008 formalizaron su relación novecientas treinta y un parejas (660, masculinas) y en 2009, poco menos: ochocientos setenta y dos (588, masculinas).

Javier tiene una relación estable desde hace 15 años. la inició en Barcelona y 5 años después comenzó su vida en la tierra natal de su pareja, aprendió el idioma local, el alemán, y subió peldaños para conseguir un empleo que mucho le complace.  ¿Ves diferencias entre España y Suiza en lo que se refiere a la aceptación de la homosexualidad?

“Realmente no, de la sociedad no veo ninguna diferencia, se puede aceptar. Lo que puede ser es que haya diferencias entre el campo y la ciudad, tanto en Suiza como en España”, observa este inmigrante venido justamente del tercer país en el mundo en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, en 2005.

Revolución en medio siglo

En cuanto a Suiza, en 1942 dejo de perseguir penalmente las relaciones homosexuales. Y debieron transcurrir 55 años más para aceptar la unión de parejas del mismo sexo. Grandes pasos dados por la sociedad helvética, con el peso del protestantismo; y para la ibérica, en su contexto católico.

“Pienso que sí, y no solo en el aspecto sexual. Pienso que la sociedad suiza es bastante avanzada y bastante tolerante, en general. mientras no hagas daño a un tercero o no cometas un delito”, aunque siempre hay excepciones, grupos en contra.

A juicio del arquitecto, “Europa ha dado pasos hacia adelante y creo que todo está relacionado con los derechos humanos y con el respeto al prójimo. Lo importante es respetar a los demás y respetar lo diferente, no tenerle miedo, porque nada de eso te hará daño ni directa ni indirectamente”.

“Es reconocer lo que existe desde que existe la humanidad; es únicamente ser sincero con uno mismo, es únicamente respetar a tu vecino, es algo que todo el mundo tiene que aprender, también Europa, pues aquí no se respeta todo. Para mí lo primero es el respeto a sí mismo y a los demás, a partir de allí, no habría ningún problema de ninguna causa, ni con homosexuales, ni con mujeres, ni con gente que piensa diferentemente de forma religiosa, ni de racismo, problemas un poco relacionados.”

La sexualidad es un asunto privado

¿Has tenido problemas en Suiza a causa de tu inclinación sexual?: “No he tenido ningún problema”, responde y advierte este hombre discreto y firme; “pero la sexualidad no se muestra, es una condición que uno tiene. Yo vivo como una persona común y corriente. La sexualidad es un asunto privado”.

 

Javier no ha oficializado su relación. Como ciudadano español recibió su permiso de residencia sin inconvenientes por parte de las autoridades suizas, aún cuando ni siquiera existía la ley de la unión de parejas del mismo sexo: “Cuando yo vine hace diez años a Suiza, yo no tenía ningún permiso de residencia. Lo pedí como pareja de un suizo y me lo concedieron”.

Una señal de tolerancia en el marco de las reglas migratorias helvéticas que favorecen la libre circulación de los nacidos en este continente.

“Yo no era el primer caso, ya había más, sobre todo, de parejas europeas. Con parejas fuera de Europa, de Asia, de América, es más difícil, por eso es una de las razones para luchar de PINK CROSS, para que la gente tenga los mismos derechos que los demás”, indica Torres, convencido de que pertenecer a esa asociación ayuda a la causa en este y en otros continentes.

 Y a la carga, con la adopción

Una de las reivindicaciones actuales en Suiza es el derecho a la adopción.  Uwe Splittdorf, al frente de PINK CROSS, explica sobre esta demanda:

 

“En Suiza tenemos el registro civil de parejas pero no permite que adoptemos. Observo que cada vez más las jóvenes parejas quieren adoptar un pequeño y creo que si una pareja se ama y quiere hijos, cuidará de ellos. Hay, incluso, estudios en los que se afirma que la atención de los padres homosexuales a sus hijos es igual o mejor que la de las parejas heterosexuales. Lo importante es el respeto, la atención y el amor que se les da. Yo mismo tuve una relación con alguien que tiene dos hijos, quienes me aceptaron completamente.  Creo que los niños son mucho más abiertos. Por ello también en Suiza y en todo el mundo buscamos que la adopción sea aceptada como ya es el caso en Suecia, en Países Bajos…”

… y en España.

Suiza es uno de los países pioneros del movimiento de liberación homosexual.

Heinrich Hössli (1784-1864) fue un escritor cuya obra es considerada el origen del movimiento de liberación homosexual en Suiza: ‘Eros, el amor entre hombres en la  época de los griegos’, un compendio sobre la historia de las relaciones amorosas masculinas en los ámbitos de la educación, la literatura y la legislación desde la Grecia antigua hasta inicios del siglo XIX.

Se trata de la primera obra de la época moderna que defiende el amor entre hombres.

Este escrito tuvo un impacto considerable para el precursor del movimiento de liberación homofóbica europeo, el alemán Karl Heinrich Ulrichs.

En los años 30 del siglo pasado se crea la primera organización de gays y lesbianas en Suiza.

PINK CROSS, fundada en 1993, reúne a las organizaciones gays en Suiza.

Este 9 de abril se realiza en Berna, Suiza, la conferencia nacional de familias “arcoíris”, como se denomina a las parejas con otras inclinaciones sexuales fuera de la norma heterosexual.

Un vasto programa ocupa la jornada en el Kornhausforum de la capital, con testimonios de chicos que viven en este tipo de familias y expertos sobre el tema para abordar los ángulos político, social, psicológico y jurídico.

En Suiza se estima que entre 6.000 y 30.000 niños viven en familias “arcoíris”. Bajo esta definición se encuentran los hogares donde al menos una persona es homosexual, bisexual o transexual.

Los niños pudieron haber nacido de relaciones heterosexuales anteriores, o nacidos, adoptados, o simplemente están a cargo de una pareja homosexual.

En Suiza una asociación se encarga desde 2009 de terminar con los prejuicios existentes aún en torno a estos modelos familiares y establecer un marco jurídico favorable para estos núcleos de la sociedad helvética.

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