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El cierre del campo de refugiados de Dadaab, ¿el gran farol de Kenia?

Unos niños se acercan a una alambrada de espino en el campamento de refugiados de Dadaab, en Kenia, el 8 de mayo de 2015 afp_tickers

El cierre anunciado del mayor campo de refugiados del mundo en Kenia, considerado improbable desde un punto de vista logístico y jurídico, parece ante todo una maniobra de ese país para capitalizar su hospitalidad, según varios analistas y ONG.

El campo de Dadaab acoge a cerca de 350.000 refugiados, entre ellos una aplastante mayoría de somalíes que huyeron de la guerra y que el Gobierno keniano prometió enviar de vuelta a casa.

“No creo que cierren el campo”, aseguró a la AFP Anne Hammerstad, investigadora de la Universidad británica de Kent y especialista en temas relacionados con los refugiados. “Esto probablemente provocará una crisis humanitaria colosal y sacar a los refugiados somalíes implica violar las convenciones internacionales”, subrayó.

Kenia ya había amenazado en dos ocasiones con cerrar Dadaab. El viernes, un embajador del Consejo de Seguridad de la ONU dijo en Nairobi que recibió del presidente Uhuru Kenyatta la garantía de que Kenia cumpliría con sus “obligaciones internacionales”.

El Gobierno keniano anunció el 6 de mayo su decisión de cerrar Dadaab, alegando, sin presentar ninguna prueba, que allí se planearon los atentados de los islamistas somalíes shebab contra el centro comercial Westgate de Nairobi en 2013 y la Universidad de Garissa (este), en 2015.

Nairobi también habló del “coste” de dicho campo, a pesar de que la comunidad internacional corre con la mayoría de los gastos a través de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). El propio ACNUR consideró la decisión “muy preocupante” y subrayó “el papel extraordinario” que ha desempeñado Kenia en la acogida de refugiados desde hace muchos años. El país alberga actualmente a unos 600.000.

Victor Nyamori, de Amnistía Internacional, dijo estar “totalmente en contra” de la expulsión de somalíes”. Pero, agregó: “en cierto sentido, estamos de acuerdo con Kenia para decir que la comunidad internacional no ha cumplido suficientemente con su papel”.

– “El momento no es anodino” –

“El momento elegido para el anuncio probablemente no es anodino”, señaló un diplomático occidental que sugiere que Nairobi coloca sus peones con miras a algunas grandes citas.

La decisión keniana fue anunciada antes de una cumbre humanitaria mundial inédita que comienza el lunes en Estambul, de la próxima visita del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados y del vencimiento, en septiembre, de un acuerdo sobre los refugiados somalíes entre Nairobi, Mogadiscio y el ACNUR vigente desde 2013.

El anuncio es una manera para Kenia de reposicionarse en la agenda internacional, en momentos en que la atención humanitaria está centrada en la crisis migratoria europea. “Kenia quiere obtener más dinero para acoger refugiados, para que se construyan escuelas y carreteras en el noreste del país y para reforzar la seguridad en torno a los campos”, enumeró Ven Lawrence, autor del libro ‘City of thorns’ (‘Ciudad de espinas’), sobre la vida en Dadaab. La última vez que Kenia amenazó con cerrar Dadaab, en abril de 2015, recuerda, Estados Unidos prometió 45 millones de dólares.

– El ejemplo de Turquía –

“Kenia toma seguramente el ejemplo de Turquía”, opina Lawrence, refiriéndose al acuerdo que alcanzaron en marzo la Unión Europea y el Gobierno de Ankara para devolver a los migrantes que entran en Grecia, a cambio de una financiación de 3.000 millones de euros. “El acuerdo entre la UE y Turquía creó un peligroso precedente de acoger a refugiados no porque es lo correcto, sino porque te van a pagar por ello”, agregó.

Detrás de la decisión keniana hay también “un objetivo político mucho más cínico”, afirmó Cedric Barnes, especialista del Cuerno de África en la ONG International Crisis Group. Al acercarse las elecciones presidenciales de agosto de 2017, el Gobierno “quiere mostrar que toma medidas en el ámbito de la seguridad, uno de los puntos débiles del mandato del presidente Kenyatta”. Para Lawrence, “es un esquema conocido de la política keniana: agarren una comunidad, acúsenla de todos los males y unan a todo el mundo gracias a estas acusaciones”.

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