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Los jóvenes descarriados de Ripoll

Varias personas pasan al lado del monasterio de Santa María de la localidad catalana de Ripoll, en España, el 20 de agosto de 2017 afp_tickers

En el pequeño pueblo español de Ripoll, un niño marroquí de 7 años de edad se encuentra en su casa sin sus hermanos mayores: dos de ellos fueron abatidos por “terroristas” y el otro detenido.

“Es porque se enganchaban mucho al imán”, explica el jovencito, sin duda repitiendo lo que ha escuchado de los adultos.

El martes, a cinco días de los atentados yihadistas que dejaron 15 muertos y más de 120 heridos en Cataluña, Ripoll todavía digiere la noticia de que allí nacieron o crecieron muchos de los sospechosos de integrar la célula.

Pese a la consternación y el rencor hacia ellos, los habitantes siguen refiriéndose a los jóvenes como los “niños”, que eran bien conocidos en el pueblo y considerados integrados.

En la agradable pequeña plaza del centro histórico, el niño de 7 años acompaña a su padre Brahim, un obrero marroquí “nacido en 1969 y llegado a Ripoll en 1999”, que citó a la AFP frente a su casa la noche del lunes tras su turno en una fábrica.

– “El Corán al revés” –

“Dos de mis hijos -Youssef y Said- han muerto porque el imán les enseñaba el Corán al revés, ellos no saben árabe, al llegar aquí eran pequeños, hablan el catalán, el castellano, el bereber…”

“El otro, Mohammed, va a ir a la cárcel por nada, solo ha dejado el coche para su hermano, sin saber nada”, dice en un español rudimentario.

Mohammed Aallaa, de 27 años, el propietario de un Audi que embistió peatones en la localidad turística de Cambrils, al sur de Barcelona, comparece este martes ante un juez, que decidirá si lo imputa o no.

Su hermano Said, que hubiera alcanzado los 19 años en tres días, era uno de los cinco ocupantes del Audi abatidos por la policía.

Brahim Aallaa asegura que no conoce aún con certeza como murió Youssef, el otro de sus cuatro hijos, tal y como afirma la prensa española.

Habría desaparecido en la explosión de una vivienda en otra población de Cataluña, Alcanar, abarrotada de bombonas de gas, donde, según las autoridades, la célula preparaba atentados de mayor envergadura.

“El mes del ramadán, (decían que) iban a rezar todo el día con el imán y por la noche también, en julio”, recuerda el padre. “Después del ramadán, (Youssef) había cambiado. Cogía el coche de su hermano y se iba diciendo que buscaba trabajo”.

– “Como mis niños” –

Conocido por su monasterio medieval, Ripoll defiende su identidad catalana: en sus balcones se ven banderas que dicen “sí” a la independencia de España.

Ubicada a 90 km al norte de Barcelona entre dos montañas boscosas, esta tranquila localidad a los pies de los Pirineos y con 10.000 habitantes de los cuales un 5% son marroquíes, no sospechaba albergar un brote de yihadismo.

Cuando ve un organigrama de la “célula de Cataluña” publicada en la prensa, Nuria Perpinya dice que se queda “helada”.

“Son terroristas y se me rompe el corazón, es un sentimiento contrapuesto”, dice esta profesora de 36 años, explicando que algunos son como sus “niños”, les enseñó “a dividir, a sumar”.

Hasta 2015, Nuria trabajó para un programa regional de lucha contra la exclusión. Guarda buenos recuerdos de estos “chicos normales, totalmente integrados”.

No obstante, admite: “Estos chicos quizás no tenían mucho carácter, y podían ser más vulnerables”.

– “Buenos vecinos” –

En un pequeño edificio de Ripoll, Moussa Oubakir, de 17 años, vivía con su madre. Uno de sus cuatro hermanos, Driss, de 27 o 28 años, fue detenido bajo sospecha de ser parte de la célula terrorista.

“Para hablar de Moussa no se usaban calificativos negativos: le decíamos considerado, educado, alegre”, dice esta responsable de la alcaldía a cargo de la coexistencia, Maria Dolors Vilalta.

Pero en la red social Kiwi, donde participaba activamente hacía dos años, Moussa aseguró que en un mensaje que si fuera rey del mundo se dedicaría a “matar a los infieles y dejar solo a los musulmanes que sigan la religión”.

La madrugada del viernes, fue abatido por la policía en Cambrils, junto a otros cuatro amigos de la infancia.

También murió en ese momento Houssaine Abouyaaqoub, otro menor conocido como “Houssa”.

Y el lunes fue Younes Abouyaaqoub, de 22 años, quien murió por las balas de la policía, tras cuatro días de intensa búsqueda.

Younes fue identificado como “el asesino de las Ramblas” de Barcelona, ya que habría conducido la furgoneta que atropelló indiscriminadamente a peatones, para luego apuñalar mortalmente a otra persona, robar su vehículo y escapar.

Para Perpinya, Houssa y Younes eran “muy buenos vecinos”.

“Houssa era un chico brillante y responsable, de los que te quedas más tranquilo cuando sabes que tu hijo está de fiesta con él” escribió en un mensaje de texto a la AFP César García, un guía turístico de 53 años cuyo hijo iba a la misma escuela.

Rompiendo el patrón de jóvenes marginados que cometen pequeños delitos antes de perpetrar ataques, los de Ripoll ni venían de familias desfavorecidas ni tenían antecedentes penales.

Entre sus padres, “unos trabajan en el bosque, la mayoría hace limpieza de bosque para unas empresas forestales, otros trabajan en la industria metalúrgica”, señala Vilalta.

De los jóvenes “yihadistas”, al menos dos tuvieron empleos en la industria textil y metalúrgica, según testimonios.

“En Ripoll nunca ha habido ningún problema de integración”, asegura el alcalde de la localidad, Jordi Munell, un independentista catalán. “Aquí, algunos tenían trabajo, coches, móvil, ordenadores, proyectos…”.

En un momento en el que los investigadores comienzan a profundizar en el caso, el papel de adoctrinamiento es atribuido al imán Abdelbaki Es Satty, llegado en 2015 a Ripoll y muerto la noche del miércoles en la explosión en Alcanar.

Pero en la mezquita, según los fieles, el imán no se desviaba del Corán.

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