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Basilea multa por ensuciar los transportes públicos

Leer en el tranvía, sí, pero comer no. Keystone

En la Suiza de expresión alemana se puede impulsar muy lejos la lucha contra los residuos en los lugares públicos. A partir de ahora, comer o beber en los medios de transporte de los dos semicantones de Basilea puede suponer una multa o sanción.

“La señora de la tercera fila, cerca de la ventana, bájese en la próxima parada o pague 20 francos por los gastos de limpieza causados por su hamburguesa”.

Esta amenaza, que quita el apetito, la pueden realizar los conductores de autobuses y de tranvías municipales, con un micrófono, desde el pasado 1 de mayo.

La ‘contribución a los gastos’ de 20 francos, que es hasta el doble si el infractor no puede pagar en el momento, completa la prohibición de consumir ya en vigor desde hace varios años. Este sistema ‘punitivo’, que existe en Alemania, Colonia y Friburgo de Brisgovia, se estrena en Suiza.

Porque en los transportes públicos de los semicantones de Basilea-Ciudad y de Basilea-Campo están hartos: “La versión dulce y encantadora, es decir la prohibición, no ha servido para nada”, se lamenta Dagmar Jenny, portavoz de la red de transportes local. Las “contribuciones a los gastos de limpieza no son las multas, puesto que nuestra empresa no es capaz de suministrarlas”.

En el resto de Suiza todavía se contentan con la “versión dulce y encantadora”. Aunque la experiencia de Basilea es seguida con atención, como muestran los informes aparecidos en la prensa nacional e internacional.

Una minoría que ensucia

¿Prohibir comer, es que acaso esto no es ir demasiado lejos? “No se trata de prohibir todo”, responde Dagmar Jenny. “Beber agua y comer una manzana no está prohibido. Pero si queremos que la prohibición de ciertos comportamientos que causan molestias y que ensucian sea aceptada, (aunque son cometidos por una minoría), como la prohibición de fumar”.

La medida ha sido en todo caso aplaudida por los curiosos y los internautas que se han expresado en los medios de comunicación. “Los kebabs con cebolla son algo verdaderamente penoso”, dice un joven. “También se puede esperar y salir del tranvía para comer”, destaca otro interlocutor.

Lo pegajoso, las migas, lo que gotea…

Los controladores pueden intervenir cuando alguien coma o beba cualquier cosa “que sea pegajosa, que gotee, que produzca migas o desprenda un fuerte olor”, o cuando alguien no recoja sus restos de alimentos. “La sensatez es lo más apropiado”, asegura Dagmar Jenny.

¿Pero por qué los transportes de Basilea se han centrado en los alimentos más que, por ejemplo, en los diarios gratuitos, que invaden también los tranvías y los vagones? “Esto es también un problema, es verdad, pero los diarios no manchan tanto como para tener que cambiar las fundas de los asientos”.

El límite a trazar entre los posibles ‘delitos’ está en relación con que si el acto que se quiere sancionar se considera un atentado a la propiedad. Esto es el caso cuando un tejido debe ser limpiado.

Discusiones nacionales

La lucha contra la ‘basura’, los restos abandonados en lugares públicos, se promueve en cualquier otra parte de Suiza, con mayor o menos éxito. Las discusiones están, además, en desarrollo en el seno de una mesa redonda dirigida por la Oficina Federal de Medio Ambiente.

Pero el lado punitivo es, sobre todo, algo de la Suiza germanófona. Basilea es pionera en la aplicación del principio de ‘quien contamina, paga’ en una serie de ámbitos donde no se esperaba que se hiciera forzosamente.

De esta manera, el principio de integración ‘animar y exigir’, en la reciente normativa que obliga a los padres a seguir correctamente la vida escolar de sus niños, que incluye también posibles sanciones al final, se incluye la misma lógica. “Tú haces un esfuerzo, yo te recompenso; tú no haces nada, entonces te quedas sin permiso o sin autorización, etc.” No sería nada extraño que las medidas de Basilea sirvan de modelo en el resto del país.

La cooperativa Igora, muy activa en la lucha contra la basura y los restos, no se posiciona en torno a las sanciones. “Las multas pueden ayudar, pero no siempre”, indica, con fatalismo, Daniel Frischknecht, portavoz de Igora. “El problema es la aplicación. ¿Cómo pillar a los infractores cuando cometen un delito flagrante?”

A título personal, Daniel Frischknecht admite que prefiere las campañas explicativas y de sensibilización, mejor despertar esta “sensatez” que todo el mundo revindica. “Pero esto tarda mucho, mucho tiempo…”, concluye.

Ariane Gigon, swissinfo.ch
(Traducción: Iván Turmo)

Basilea es una ciudad de distancias cortas.

Se puede llegar a pie a muchos lugares.

Pertenece a las principales regiones económicas de Suiza.

Muchas empresas internacionales como Novartis y Roche tienen su sede principal en Basilea.

Además, la región de Basilea pertenece al llamado ‘BioValley’.

Basilea es la ciudad de ferias más importante de Suiza con una amplia oferta de locales para eventos.

La oferta cultural y culinaria es extraordinariamente rica y variada.

Basilea reúne un casco antiguo perfectamente conservado con una oferta comercial que no deja nada que desear.

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