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La modernidad de un arquitecto centenario

Bruno Giacometti en Maloja en los años 90. Ernst Scheidegger/NZZ

"Para proyectar un edificio hay que partir de su función": este es el credo del arquitecto Bruno Giacometti, hermano del célebre escultor Alberto, que cumple 100 años este mes de agosto.

Su obra, poco conocida entre los no aficionados, persigue con coherencia el ideal de una arquitectura sobria, no obsesionada por la estética y absolutamente moderna.

“Cuando ingresé en el Politécnico de Zúrich quería estudiar ingeniería naval. Luego vi lo que hacía un amigo matriculado en arquitectura. Y entonces entendí que la arquitectura podía ser moderna”.

Para Bruno Giacometti, que creció entre montañas en el valle Bregaglia, (cantón Grisones), la fascinación de la arquitectura siempre anduvo de la mano de la modernidad. “En Stampa (su localidad natal) había cuatro casas y la carretera, pero desde niño mi pasión era dibujar planos de la ciudad”.

En Zúrich Giacometti fue alumno de dos figuras clave de la arquitectura moderna en Suiza, Otto Salvisberg y Karl Moser. Luego trabajó en el estudio de otro nombre importante, Karl Egender, con el que diseñó el Hallenstadion, el estadio de Zúrich.

Aceptar la vida moderna

“No me corresponde juzgar si soy un heredero de esta escuela, pero en todo caso mi búsqueda siempre se orientó en la arquitectura moderna”, precisa.

“Hoy nos desplazamos en automóvil, escuchamos la radio, vemos la televisión. Esta es la realidad en la que vivimos. Nunca entendía a quienes viajan continuamente en avión, hacen negocios gracias a la tecnología moderna, pero luego viven en una casa antigua”.

La vivienda de Bruno Giacometti en Zollikon, en el cantón de Zúrich, corresponde perfectamente a esta concepción. Nada deslumbrante, linear, formada por volúmenes rectangulares escalonados, apenas tiene rastro de la arquitectura del pasado.

En su interior la casa parece confortable, luminosa, las formas no se imponen, son discretas. Sobre muebles de lo más sencillos y funcionales a lo largo de las paredes reposan algunas esculturas de Alberto. “Los muebles los he diseñado yo. Para mí la arquitectura no termina en la fachada, sino que debe concebirse como un conjunto del que también forman parte los muebles”.

Un pabellón al servicio del arte

Entre los edificios más destacados realizados por Bruno Giacometti figura el pabellón suizo en la Bienal de Venecia, construido en 1952. “Fue un encargo muy importante. Fue mi primer gran cometido después de la guerra, después de más de mil días de servicio en el ejército”, recuerda Giacometti.

“Hasta entonces los pabellones en Venecia estaban cerrados sobre sí mismos, no tenían una relación con la naturaleza que los circundaba. Yo traté de hacer un pabellón con un patio, con espacios abiertos y espacios cubiertos, un pequeño mundo sin vista al mar, para no distraer a los visitantes de las obras de arte”.

Cincuenta años más tarde el edificio de ladrillos y cemento armado sirve aún de vitrina del arte contemporáneo helvético en la ciudad sobre la laguna, aunque la mayor parte de los visitantes apenas lo nota.

“Hoy en día se construyen muchos museos de arte, pero mi impresión es que en estas pinacotecas la arquitectura prevalece sobre el arte”, sostiene Bruno Giacometti. “Para mí cuando un visitante sale de un museo y se le pregunta: ‘¿cómo es la arquitectura?’, su respuesta debería ser: ‘No lo sé, no la vi’. Obviamente, exagero un poco, pero esta es mi idea de una arquitectura en la que la función prima sobre la forma”.

La función por encima de todo

A lo largo de su trayectoria Bruno Giacometti diseñó también numerosos edificios públicos, sobre todo municipios, escuelas, hospitales en los cantones de los Grisones y de Zúrich. Precisamente en la arquitectura hospitalaria encontró uno de sus campos favoritos.

“Un hospital se construye pensando en los enfermos, pero también en quienes trabajan en él. Hay que crear un ambiente positivo. Por ello es fundamental tener en cuenta, antes de nada, la función. El hospital es un edificio que debe funcionar. Y luego, desde el punto de vista humano, es un lugar muy interesante, donde conviven la vida y la muerte”.

Comparado con el resto de su familia, Bruno es un personaje bastante desconocido, muchas veces citado sólo como hermano de Alberto. No obstante, su obra “sorprende tanto por su calidad como por su variedad”, como escribió la historiadora del arte Irene Hochreutener en un artículo aparecido en 1999 en la revista especializada ‘Schweizer Ingenieur und Architekt’.

Bruno Giacometti es probablemente uno de los últimos arquitectos en vida cuyas raíces emergen del modernismo arquitectónico de los años 30. La época postmoderna parece haberlo olvidado. Él, sin embargo, no se muestra dolido.

“De vez en cuando alguien me escribe para decirme que trabaja en uno de mis edificios y que aún se siente a gusto. Esto es para mí más importante que ver mi nombre publicado en una revista especializada”.

swissinfo, Andrea Tognina
(Traducción del italiano: Belén Couceiro)

Bruno Giacometti nació en Stampa, en el valle de Bregaglia (cantón Grisones), el 24 de agosto de 1907, y es el benjamín de los cuatro hijos de Giovanni y Annetta Giacometti. Estudió arquitectura en la Escuela Federal Politécnica de Zúrich.

En 1930 fue contratado por el estudio de arquitectura de Kart Egender de Zúrich, donde trabajó durante una decena de años, realizando, entre otros proyectos, los planos del Hallenstadion, el estadio de Zúrich.

En 1935 se casó con Odette Duperret, quien permaneció a su lado hasta su muerte, en febrero de 2007.

Entre los principales proyectos de Bruno Giacometti figuran el pabellón de Suiza en la Bienal de Venecia (1952), los Institutos de Higiene y Farmacología de la Universidad de Zúrich (1960), el municipio de Uster (1965), el Museo de Historia Natural de Coira (1982), las viviendas para los empleados de la empresa hidroeléctrica en Vicosoprano y Castesegna (1956-1959) y las escuelas de Brusio (1962).

Muchos edificios diseñados por Bruno Giacometti, y en especial los que construyó en los valles de los Grisones, destacan por una lograda combinación de formas modernas y materiales locales. En los valles de Bregaglia y Poschiavo, Giacometti recurrió a la madera y a la piedra, en Venecia a ladrillos hechos a mano.

En esta elección influyó quizás el periodo de prácticas que Giacometti realizó con el arquitecto grisonés Nicolaus Hartmann junior en St. Moritz. La obra de Hartmann se caracteriza por una combinación de formas modernas y materiales y formas tradicionales.

“Hartmann también se inspiraba en la arquitectura local”, precisa Giacometti. “Yo traté de adaptarme a los lugares a través de los materiales, pero no en la forma. Diseñé casas para nuestro tiempo”.

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