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Los roma, entre pobreza y esperanza

Una clase por la tarde en Gradinari. Keystone

Niños que no van a la escuela, familias que viven en casas en ruinas, sin agua ni electricidad y con tres euros al día: el cotidiano de miles de romaníes. Suiza participa en su integración en Rumanía, en el ámbito de su contribución para favorecer a los nuevos miembros de la Unión Europea. Reportaje.

En la pequeña escuela de Gradinari, a 200 km al oeste de Bucarest, los niños más vulnerables asisten a cursos especiales, también por la tarde. Un hecho raro en los poblados de Rumanía. Dentro de estas paredes, coloreadas y algo deterioradas, pasan algunas horas en compañía: juegan, siguen cursos de repaso de lo aprendido por la mañana en la escuela. Además, reciben consejos para ganar más confianza en sí mismos y una comida caliente, tal vez la única del día.

Aún ocurre en las zonas rurales de Rumanía que los niños romaníes, víctimas de una pobreza desoladora para un país de la UE, cuiden de sus hermanos menores o a trabajen en los campos, mientras las escuelas locales están desiertas. Según datos de UNICEFEnlace externo de 2013, el 12,2% de los niños en Rumanía no recibe instrucción primaria, el doble con respecto a las cifras de 2009. Los más afectados: los chicos, y sobre todo, las niñas de la etnia romaní.

Una contribución a Europa del Este

A petición de Bruselas, en 2004, el Gobierno de Suiza aceptó una contribución de 1 000 millones de francos a la primera ampliación de la Unión Europea hacia el Este. El propósito: reducir la disparidad social y favorecer el desarrollo económico de Polonia, Eslovaquia, República Checa, Hungría, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovenia, Malta y Chipre.

Combatido en referéndum, el denominado ‘Millardo de cohesión’ fue apoyado por la ciudadanía suiza en las urnas en 2006. Tres años después, el Parlamento acordó un nuevo crédito de 257 millones para Rumanía y Bulgaria. En diciembre de 2014 se sumaron 45 millones de francos para Croacia. En total, Suiza ha financiado 250 proyectos, 19 en Rumania.

No obstante, en las aulas de la escuela en Gradinari desde hace algunos meses no falta ningún niño del pueblo. Los maestros afirman que paulatinamente han logrado reducir  el abstencionismo gracias al servicio que se ofrece tras las clases ordinarias, que consiste en actividades educativas extraordinarias, en el marco del proyecto Zefir (“Together for empowerment”Enlace externo).

Coordinado por diversas ONG, entre ellas, Terre des Hommes, Zefir opera en una decena de pueblos. Suiza lo financia con tres millones de francos, en el ámbito de la contribución al fondo de cohesión  para los nuevos miembros de la Unión EuropeaEnlace externo. A Rumanía se dirigen 181 millones de francos para 28 proyectos en ámbitos que abarcan la economía y asuntos sociales. En el mes de marzo, algunos periodistas suizos visitaron los proyectos en el marco de un periplo organizado por el Ministerio helvético de Asuntos Exteriores. El apoyo a los grupos más vulnerables es uno de los ejes prioritarios de Suiza; y en Gradinari las necesidades son tantas.

“En algún momento hacíamos ladrillos, pero ahora vivimos de la agricultura. No hay empleo. La gente es pobre, vive en condiciones difíciles: hasta 15 personas duermen bajo un mismo techo”, indica el alcalde Mihai Iona. Hay ancianos que nunca se han controlado los niveles sanguíneos. Niños que nunca han sido inscritos en el Registro Civil porque nacieron en la calle o en el extranjero. Los roma, casi la mitad de los 2 300 habitantes de Gradinari, son los más afectados.

“Al inicio fue difícil hacer comprender a las familias romaníes la importancia de la educación”, explica la maestra. “La mayoría de los progenitores no terminaron la escuela y solo el 10% puede ayudar a sus hijos a hacer los deberes”. El cambio ha ocurrido, probablemente, por la llegada de Mihai Iona a la alcaldía, uno de los pocos presidentes municipales de origen romaní. “En Gradinari no hay problemas étnicos”, afirma con orgullo. Pero la integración no está al orden del día: de los 211 niños inscritos en la escuela, 188 son roma. Las familias que pueden permitírselo mandan a sus hijos a Dragasani, la ciudad más cercana, donde hay algunos ordenadores en la escuela, y tal vez menos niños roma, insinúan algunos.

Conocerse para comprenderse

La segregación de los niños roma en la escuela subsiste en Rumanía, pese a que está prohibida oficialmente por el Estado. Los jóvenes, pero no solamente ellos, sufren discriminación y una falta de modelos positivos con los que puedan compararse. Es decir, aquellos romaníes que han logrado integrarse socialmente, desde médicos a abogados, raramente quieren destacar su origen.

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No es el caso de Delia Grigore, de 43 años, antropóloga, lingüista y defensora de los derechos humanos. De ojos oscuros y mirada firme, explica el único modo que ella distingue para integrar a los niños roma en el sistema escolar y promover una educación interétnica, que tome en consideración su cultura y su historia. “Tenemos que poner estos elementos en los manuales escolares y reforzar la enseñanza del romaní. Solo así, los roma podrán sentirse parte de la sociedad y reconocer el sistema de valores que no necesariamente les corresponde.

Lucian Cherata, maestro y mediador, dice también estar convencido de que muchos problemas de convivencia surgen por ignorar la cultura y el ‘modus vivendi’ de los otros. Cita un ejemplo: una maestra de una escuela rural llevó en Pascua un conejo. Todos los niños abandonaron el aula. “En la cultura roma el conejo anuncia una catástrofe”, explica. Pequeños malentendidos que pueden transformarse en conflicto.

Vivir con 3,3 euros al día

Con una población estimada entre 1,5 y 2 millones, Rumanía es el país de la UE con mayor presencia de roma. Según un estudio del Banco MundialEnlace externo, en promedio estas personas, poco favorecidas por el desarrollo global rumano, viven con 3,3 euros al día.

En Vizuresti, un pueblo al norte de Bucarest, Jonela vive en una casa deteriorada, sin agua potable ni calefacción. En el techo, láminas de plástico; en el suelo, un colchón. Tiene 38 años, once hijos y unos dientes de menos. Mientras los vecinos sienten curiosidad por esta visita de periodistas fuera de lo común, Jonela explica que tal vez su casa sea pintada de nuevo. Una de las prioridades en la aldea es esa, mejorar las condiciones de vida de la comunidad roma con ‘At home in your communityEnlace externo’, un proyecto dirigido por varias ONG y que Suiza financia con 180 000 francos. 

La casa de Jonela será remodelada, gracias al apoyo suizo. Keystone

Magda, con ocho hijos, carismática y tímida a la vez, ha sido la encargada de hacer, la lista de todo lo que debe ser reparado. “Somos como el café y la leche”, dice de su amiga Gina, que le ayudó a la tarea. Así, uniendo fuerzas lograron ejercer presión sobre las autoridades. Por supuesto, era el momento de las elecciones y los políticos estaban buscando votos, pero algunos progresos se han producido: El puente ha sido reparado, se creó una casa de la cultura, un parque infantil y está en ciernes el centro local de salud, para evitar que otra mujer, como Magda, dé a luz sola porque ningún médico quiso atenderla.

Reto y oportunidad para Rumanía

La integración de los roma no es un asunto colateral, sino una oportunidad social y económica para el futuro de Rumanía, confrontada con una población que envejece. Según estimaciones del Banco MundialEnlace externo, garantizar las mismas oportunidades profesionales a este grupo puede generar entre 887 millones y 2 900 millones de euros de beneficios anuales a la economía nacional.

El gobierno rumano parece querer comprometerse en este sentido. A inicios de enero adoptó una estrategia para la inserción de los roma de aquí a 2020, con una inyección de 100 millones de euros. Resta ver cómo será utilizado ese dinero en un país en las garras de la corrupción.

La UE decidió destinar varios millones a la integración de los gitanos en sus países miembros, incluyendo a Rumanía, pero solo una pequeña parte de este dinero ha sido entregado, debido al exceso de burocracia, los largos tiempos entre la aceptación, planeación y puesta en marcha de los proyectos.. Entre tanto, la contribución helvética parece ser particularmente apreciada por las ONG locales.

Pero aunque no faltan las iniciativas, los progresos son poco tangibles por ahora, según Angela Matti, de la Asociación para los Pueblos Amenazados, con sede en Berna. El mayor problema, desde su punto de vista, es que los romaníes no estén en primera línea en la organización de los proyectos. Una debilidad que afecta también a los proyectos suizos.

No obstante, la comunidad romaní tiene parte de responsabilidad en esto. Dividida en una multitud de asociaciones, tiene dificultad de hablar al unísono. Y no todos los roma ven con buenos ojos la llegada de programas específicos para su comunidad. “Los roma son una comunidad heterogénea y poner el énfasis solamente en sus problemas favorece la estigmatización. Además, no son los únicos en dificultad y esto crea rencores, resentimientos”, afirma Marian Ursan, jefa de un proyecto que apoya a los toxicodependientes en los barrios pobres de Bucarest, financiado también, en parte, por Suiza.

A diferencia de la UE, el respaldo helvético ha privilegiado un acercamiento que sostenga a las poblaciones vulnerables, sin focalizarse de modo particular en los roma. Un modo de evitar una guerra entre los más desventurados, en un país donde el 20% de la población vive por debajo el umbral de la pobreza.

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Traducción del italiano: Patricia Islas

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