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‘Te prometo anarquía’, mirada de un México sin censuras

Escena de 'Te prometo anarquía', única producción latinoamericana que compite este año por el Leopardo de Oro. pardo.ch

La complicidad casi inocente de Miguel y Johnny, dos jóvenes mexicanos unidos por un amor apasionado en medio de la vorágine de la sobrevivencia urbana, constituye el hilo rojo de la película. Te prometo anarquía llega a la nueva edición del Festival de Cine de Locarno sin complejos estéticos ni autocensuras, con la fuerza de lo auténtico y con hambre de triunfos.

Compite, como única latinoamericana, con otras 18 películas -la mayoría estrenos mundiales- por el ‘Leopardo de Oro’, la mayor presea que ofrece el más internacional de los festivales cinematográficos helvéticos.

Julio Hernández Cordón, realizador “mesoamericano” (como él mismo se define), portador de tres nacionalidades (Guatemala, México, Estados Unidos) se sorprende de representar en esta edición a todo un continente. “Es una gran responsabilidad”, señala a swissinfo.ch.

Se encuentra en Locarno acompañado por sus dos principales actores y parte de su equipo. Todos muy jóvenes, asombrados de pasearse entre flashes y reflectores por las calles y las salas de la ciudad que hospeda a uno de los festivales europeos más prestigiosos y que prevé superar en esta 68 edición las 165 000 entradas del 2014.

“Estoy como flotando y no termino de aterrizar”, comenta Diego Calva (actor principal en el rol de Miguel), que con apenas 22 años y a pesar de son amateurismo, realiza una notable actuación junto con Eduardo Martínez Peña (Johnny o Peluca), el otro gran protagonista del film producido en México.

Julio Hernández Cordon, un cineasta “mesoamericano”. pardo.ch

“Soy mesoamericano”

Nacido por casualidad en Carolina del Norte de padres enraizados en Guatemala y México, Cordón vivió gran parte de su infancia en Guatemala y realizó sus estudios en Costa Rica y México. De 40 años recién cumplidos, el director no es un desconocido en Suiza.

Dos de sus anteriores filmes recogieron aplausos de la crítica especializada y el público, tanto en el Festival Internacional de Films de Friburgo en 2011 (Marimbas del Infierno) como en Locarno un año después, (Polvo).

Con Gasolina, su primer largometraje, había triunfado en la sección Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián 2008, y desde entonces sus películas se alzaron con numerosos premios o menciones especiales en decenas de festivales, en Miami, Buenos Aires, Ícaro, Tarapacá y Valdivia (Chile), Torino, Lima, Toulouse, Morelia, entre otros.

La realidad inspira

Amigos incondicionales y amantes, Miguel y Johnny se conocen desde la infancia. A pesar de sus orígenes sociales diferentes, la práctica de la patineta los une entrañablemente.

Se trata de una pasión que les ocupa una buena parte de su existencia, compartida apenas con la compra y venta de sangre. Una actividad fácil que les asegura la sobrevivencia cotidiana en un México económicamente complejo y con abundante mano de obra desocupada.

La última transacción, un negocio con narcotraficantes que involucra a cincuenta personas y en la cual Miguel es el principal intermediario, terminará trágicamente con la desaparición del medio centenar de donantes.

La situación obliga a los dos amigos a separarse y a recorrer caminos diferentes para poder seguir existiendo a pesar de culpabilidades, remordimientos y la tristeza de un amor quebrado.

“Mi guión retoma, de una u otra manera, hechos recientes verídicos. Sea la desaparición de un grupo de adolescentes originarios del barrio Tepito en la zona roja del Distrito Federal. Sea la desaparición en septiembre pasado de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa”, explica Julio Hernández Cordón.

Algunas de las escenas de violencia del film, son radiografías de una situación muy típica que se conoce tanto en México como en Guatemala, explica el realizador. “Con la policía involucrada con redes delictivas, y en donde en muchos casos, no hay distinción entre mundo criminal y político, entre empresarios y bandas”. Lo que produce el “descreimiento de la gente, especialmente de los jóvenes, hacia las autoridades y la policía, en particular. Y conduce, por simple frustración ante la impunidad, a reproducir respuestas tan violentas como irracionales”.

“Las biografías se integraron en el guión”

La película, “la vengo concibiendo desde el 2007. La tenía en la cabeza desde entonces. Pero como la idea se cerraba con la fuga y exilio de uno de los protagonistas en Estados Unidos, esto me exigía un costo de producción al que no podía hacer frente”.

Finalmente, con fondos de productores mexicanos y alemanes, la película se realizó aceleradamente. “Siete semanas de filmación hacia finales del 2014. Y unos dos meses de trabajo intenso de postproducción en el primer semestre del año en curso”, explica Hernández Cordón. Recuerda ciertos viajes que realizó a partir del 2012 de Guatemala a México para comenzar a identificar y seleccionar, en la vida real, a los jóvenes que lo acompañarían en el film.

Ese proceso desató una intensa participación y aseguró luego, la libertad y espontaneidad de los protagonistas, hasta entonces amateurs en la actuación, tal como lo enfatiza Eduardo Martínez Peña, quien en la vida real es uno de los grandes íconos mexicanos de la patineta urbana.

“Le presentamos a nuestros amigos. Recogimos historias. Y Julio (Hernández Cordón) pudo así ir incorporando canciones, expresiones, dichos, diálogos, formas de nuestro hablar cotidiano. Nuestras biografías se fueron convirtiendo en libreto. Y nunca tuvimos un guión hermético o predefinido. Fuimos libres. Enriquecimos la película con nuestra realidad y vivencias”, señala.

Autenticidad que se desborda en muchas escenas de esta ficción que tiene mucho de documental. “Sin duda, lo que más me alegra de haber participado en este proyecto es que dentro de 10 años, cuando miremos el film, siempre vamos a encontrar y reconocer nuestra ciudad, nuestros amigos, nuestros rincones, nuestros sentimientos, todas las imágenes que son tan nuestras”, enfatiza Diego Calva.

“Me identifico con Locarno”

Estar en Locarno con Te prometo anarquía, “constituye un gran honor en mi proceso de consolidación como realizador cinematográfico”, concluye Julio Hernández Cordón.

Coincide con una etapa, muy ligada a su presente profesional y de vida en México, donde “siento que estoy dejando de ser un adolescente cinematográfico para convertirme en un adulto con desafíos propios”.

Y en este cruce de caminos, entre Hernández Cordón y el Festival de Locarno, que se repite tres años después de su primera participación, parece no haber nada de fortuito. “Coincido con Locarno y su línea editora. Entre los festivales grandes sigue apostando al cine como lo entiendo y lo siento yo mismo: como arte en su más profundo sentido”, concluye.

Nueva generación latinoamericana

Jóvenes realizadores de América Latina presentan sus obras en Locarno, en particular en competiciones concebidas para promover nuevos talentos, como Cineastas del Presente o Leopardos de Mañana. Entre ellos, el argentino Benjamín Naishtat (29) estrena internacionalmente su nuevo largo metraje El Movimiento, una coproducción argentino-coreana. Sucede a Historia del Miedo, éxito en el Festival Jeonju, Corea del Sur, 2014.

“Soy parte de una nueva generación de realizadores latinoamericanos con una gran potencialidad. Conozco a muchos cineastas colombianos, brasileros, chilenos…Colaboramos mutuamente. Estamos al tanto de los proyectos de unos y otros”.

Entre los factores que  según él explican esta nueva explosión juvenil se encuentran las leyes de fomento cinematográfico en varios países de la región y la multiplicación de escuelas de cine.

Pero, “falta una correcta política de protección a la exhibición”. Es importante que “nuestros filmes puedan ser conocidos, cuenten con publicidad, pasen un cierto tiempo en las salas”. En la actualidad esa nueva generación de talentos se enfrenta a “desiguales condiciones con las producciones extranjeras, especialmente de EE UU, que invaden el mercado” e imponen sus reglas.

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