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¿Defensores de los derechos políticos o de teorías conspirativas?

Manifestantes y policías
El sábado 16 de marzo la policía adoptó una postura más firme en Berna, no permitiendo que los manifestantes accedieran a la Bundesplatz, la plaza delante del Parlamento. Keystone / Peter Klaunzer

Suiza se encuentra en la segunda fase de su desescalada en tres etapas, pero esto no ha impedido que los ciudadanos se reúnan para protestar contra las restricciones del Gobierno por la pandemia de COVID-19.

Durante tres fines de semana consecutivos han desafiado la prohibición de manifestaciones políticas, así como la prohibición general de reunirse más de cinco personas, y se han concentrado en grupos reducidos, pero ruidosos en las principales ciudades de la Suiza de habla alemana para protestar contra las restricciones de libertad.

¿Qué piden?

Por un lado, los activistas están preocupados por la suspensión de los derechos políticos y los poderes extraordinarios que el Gobierno ha asumido para combatir el virus.

“No es una manifestación, es una vigilia”, declaró a swissinfo.ch la semana pasada Alex Gagneux, uno de los organizadores de las protestas en Berna. Para él, es necesario hacer esta “vigilia” ante el Parlamento, porque “la Constitución ha sido suspendida” por las medidas “desproporcionadas” del Gobierno.

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En los carteles se podían leer eslóganes como “RIP [DEP en inglés] democracia, 1291-2020” (refiriéndose al año en que nació Suiza) y “#StayAwake [Mantente despierto] por la libertad y la autodeterminación”.

Se trata de la libertad en el amplio sentido de la palabra, y un temor a que las libertades políticas arrebatadas por la COVID-19 no se devuelvan con la suficiente rapidez.

Libertades o ficciones

Pero la libertad es una gran palabra. Y más allá del derecho a la protesta (un derecho que, según han aclarado las autoridades esta semana, no se suspende para las manifestaciones de menos de cinco personas), las concentraciones también han suscitado una serie de cuestiones menos fundamentales.

Otras pancartas vistas durante los últimos fines de semana decían:

“No le den a [Bill] Gates ninguna oportunidad”

“¡No a las vacunas obligatorias!”

“¡Stop a la Coronahisteria!”

En otras partes de Europa, la COVID-19 ha originado hechos como la quemaEnlace externo de torres de telefonía 5G, que algunos relacionan con el virus. En Suiza las protestas también han atraído opiniones descontentas y han hecho que en los medios de comunicación emerja el término “teoría de la conspiración” (también ha inspirado detallados esfuerzos de verificacionesEnlace externo).

¿Por qué están surgiendo tales ideas?

En un libro de 2018, Total bullshit [Sandez total]: llegando al corazón de la posverdad”, el neurocientífico de Friburgo Sebastian DieguezEnlace externo escribe cómo la idea de bullshit (definida como un desprecio por la idea de la verdad, más que una mentira como tal) está en el centro de muchos problemas contemporáneos, incluidas las teorías de la conspiración.

En un ambiente de información falsa y escepticismo ese tipo de ideas se difunden fácilmente, declara a swissinfo.ch Sebastian Dieguez. A menudo son “deliberadamente ambiguas”, lo que también hace que sean muy difíciles de rebatir. “Están sujetas a la ley de la asimetría de las tonterías: es mucho más difícil rebatirlas que plantearlas inicialmente”, explica.

Y a menudo –añade–, además de ser historias inventadas de arriba hacia abajo con fines políticos, este tipo de teorías también pueden surgir de abajo hacia arriba, impulsadas por personas que van más allá de un sano escepticismo a una simple renuencia a creer cualquier hecho que se les diga.

“Algunas personas leen únicamente lo que confirma lo que quieren creer”, señala. A nivel individual, “hay que pedirles que expliquen lo que tratan de decir, y conseguir que lo respalden con un argumento. A mayor escala, hay verificación de hechos, hay leyes, algoritmos de noticias falsas, pero es muy difícil de contrarrestar”, explica Sebastian Dieguez.  

Problema político

Del mismo modo, resulta difícil trazar la línea entre la protesta política legítima, el malestar inducido por la conspiración y las preocupaciones por la salud pública. ¿Tiene derecho la gente a protestar por cualquier convicción que elija tener?

Dieguez no está a favor de prohibir las manifestaciones (que en Suiza están aumentando en número). Pero sí dice que tales teorías de la conspiración, especialmente cuando se utilizan de manera oportunista en tiempos de crisis, son peligrosas. Para él, los manifestantes “forman parte de una tendencia de malestar social profundamente anticientífico, antiélites y populista. Nada de lo que diga o haga el Gobierno puede hacerles cambiar de opinión. Estarán en contra en cualquier caso”.

El diario Berner Zeitung, en su editorialEnlace externo de la semana pasada sobre las protestas bajo el titular de “No todos los disidentes están chalados”, adoptó una línea más conciliadora. Para el periódico, el Gobierno “no ha explicado con suficiente claridad las restricciones de las libertades civiles y económicas”.

El máximo responsable de salud del Gobierno en la crisis, y su máximo comunicador en lo que a las medidas de emergencia se refiere, Daniel Koch, también se ha visto obligado a pronunciarse cuando, este lunes, se le ha preguntado sobre las manifestaciones y su peligro para la salud pública. Ha respondido que esa era una pregunta de carácter político.

Y como –según el periódico Le TempsEnlace externo– se espera que el Gobierno debata sobre esta cuestión a finales de mayo, la respuesta también será política. Mientras tanto, se prevén más movilizaciones este próximo fin de semana.

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El edificio del Parlamento suizo decorado con las banderas de los cantones

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Traducción del inglés: Lupe Calvo

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