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Ciudades democráticas: más participación, menos control

Bernardo Gutiérrez es periodista, escritor y consultor de medios. Sus textos han aparecido en medios como Público, El País, 20 Minutos, Esquire, La Repubblica, Open Democracy, Der Tagesspiegel o National Geographic, entre otros. Ha publicado los libros Calle Amazonas y #24H, una obra copyleft. Fundador de la red de innovación FuturaMedia.net. Interesado en la tecnopolítica, la cultura digital y el software libre. wawancara.es

Más democracia, menos control. Más privacidad, menos vigilancia. La ciudad inteligente, con la ‘smart city’ como buque insignia, está tocada (y casi hundida).

El modelo ‘smart city’, basado en una gestión centralizada y en la comercialización de los datos de los ciudadanos, hace aguas. No solo eso: las prácticas, narrativas y procesos alrededor de “datos” y “ciudad” empiezan a apuntar hacia la dirección opuesta. La línea de investigación-acción datos para el bien comúnEnlace externo reinventa la gestión de datos desde lógicas no centralizadas.

Tras las revelaciones de Edward Snowden, la criptografía es la nueva atmósfera-deseo de esta nueva era que reclama transparencia para lo público y privacidad para los individuos. Y por primera vez, el ecosistema de los comunes – el común, procomún, los ‘commons’, el bien común – empieza a relacionarse cara a cara con la democracia. ¿Cómo sería la democracia de los comunes? ¿Cómo mejoraría la tecnología de los comunes la participación en la ciudad?

El encuentro Ciudades Democráticas: tecnología de los comunes y derecho a la ciudad democráticaEnlace externo, que empezó el pasado lunes en el MediaLab Prado de Madrid, es mucho más que un evento. Es un auténtico inventario de prácticas, metodologías, tecnología y pensamiento para reformular la democracia. Para descentralizarla. Un inventario de los comunes que, empoderando a la ciudadanía, modula la democracia. Apoyándose en la inteligencia colectiva, la abre. Las ciudades democráticas, bajo la lógica de lo abierto y lo común, se convierten así en un marco simbólico que desplaza, tal vez para siempre, a la ‘smart city’ y a la obsoleta política de patentes de las multinacionales.

El #DemocracyLab, las sesiones abiertas y colaborativas que se han desarrollado en MediaLab Prado dentro del encuentro #CiudadesDemocráticas, es un termómetro de los relatos, formatos e imaginarios de la democracia de los comunes. Ha servido para compartir procesos tan variopintos como el 15M español, la #NuitDebout francesa, la revolución ciudadana islandesa, la evolución de los procesos participativos de Porto Alegre o la explosión del partido-movimiento Wikipolítica, que consiguió su primer diputado en el Estado mexicano de Jalisco. A su vez, en los hackatones o datatones del #DemocracyLab se ha trabajado colaborativamente para mejorar herramientas digitales para la democracia directa, como el software Consul del Ayuntamiento de Madrid.

Las jornadas de trabajo de la #RedComunes han puesto a punto una nueva red formada por activistas, académicos, movimientos sociales y técnicos de instituciones que compartirán métodos, protocolos, software, prácticas y narrativas de las nuevas ciudades democráticas. Las dinámicas de ‘unconference’ – abiertas, espontáneas – han enredado estos días experiencias de internet descentralizada, participación digital y empoderamiento. La lista sería larga. Que sirvan algunas de ejemplos-metáforas: aplicaciones para reimaginar las ciudades como Hackity AppsEnlace externo, herramientas para la deliberación en línea de grupos como BaoQuEnlace externo o proyectos de hacktivismo y democracia como el We All Govern Lab Enlace externode Corea del Sur.

La ciudad como sujeto político colectivo estuvo presente en la sesión Urban Betas, donde confluyeron proyectos, relatos, experiencias y herramientas digitales de colectivos tan diversos como Todo Por La PraxisEnlace externo, la Red de Espacios CiudadanosEnlace externo REC, Territoris OblidatsEnlace externo o el Vivero de Iniciativas CiudadanasEnlace externo.

La ciudad abierta y colaborativa, con un doble corazón digital y analógico, la ciudad como sinergia de hackers y urbanistas, de niños y jubilados que construyen ciudad, fluyó en las presentaciones de Urban Betas. El #DemocracyLab recibió una polifonía de imágenes vivas, de cines autoorganizados de barrio, de centrales térmicas autogestionadas en las periferias (como la de Orcasitas), de redes de huertos colectivos, de mobiliario construido por vecinos y vecinas, los verdaderos arquitectos del siglo XXI. Nuestros cuerpos son el hardware, nuestros procesos el software, como diría el investigador Ted Nelson.

La criptografía, la variable que garantiza el derecho a la privacidad digital, es otro de los elementos comunes del encuentro #CiudadesDemocráticas. Y uno de los nuevos derechos humanos de nuestros tiempos. Nunca habrá igualdad si la élite y las grandes compañías practican la vigilancia masiva a los ciudadanos. La conferencia internacional del encuentro #CiudadesDemocráticas, que tiene lugar en el Museo Centro de Arte Reina Sofía desde ayer [viernes], y que concluye hoy, continuará reconfigurando el imaginario de la participación ciudadana. Porque no sirven los imaginarios huecos, las narrativas vacías, el marketing del mercado que se apropia de la voz de la ciudadanía.

La participación ciudadana, para no caer en el vacío, debe funcionar con la lógica de la Internet descentralizada, de los comunes en red, de los procesos de abajo arriba. Y por eso la conferencia internacional de #CiudadesDemocráticas flota sobre los elementos de un nuevo sentido común de la democracia: filtraciones pro transparencia, criptografía, tecnologías peer-to-peer, mecanismos de democracia directa, diálogo, escucha institucional, hacking cívico.

Julian Assange, el Jimi Hendrix de nuestra era, dialogó ayer vía videoconferencia con Pablo Soto, concejal de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto del Ayuntamiento de Madrid. “Te esperamos en Madrid, no te rindas”, afirmó Soto ante un público entregado. Paul Mason, explorador del post capitalismo, entrevistó a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid. El derecho a la ciudad de la brasileña Raquel Rolnik, ex relatora de vivienda de la ONU, convive con las luchas por los derechos digitales de la guatemalteca Renata Ávila. “El verdadero cloud que arrasa el planeta es el capital financiero”, afirmó Rolnik.

La criptografía y el derecho a las filtraciones, la privacidad y la participación, las redes abiertas y la inteligencia colectiva, el derecho a la ciudad y la democracia del bien común. El marco simbólico de las #ciudadesdemocráticas, funcionando con la lógica de la democracia de los comunes, llegó para quedarse. La segunda jornada de la conferencia internacional promete. ¿Para qué continuar bailando en el Titanic de la Smart City?

Este artículo se publicó originalmente en eldiario.esEnlace externo

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