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París se estrena en la democracia participativa

"Quiero entregar a los ciudadanos las llaves del presupuesto”, declaraba la socialista Anne Hidalgo al día siguiente de ser elegida alcaldesa de París en 2014. swissinfo.ch

Presupuestos participativos, veladas de consulta de los ciudadanos sobre el plan de remodelación urbana: la capital francesa quiere desarrollar la ‘democracia directa’. Un ejercicio que por el momento es limitado y que se inspira más en el ejemplo de Brasil que de Suiza.

El pasado 29 de septiembre, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, daba a conocer los resultados de la votación en la que los ciudadanos parisinos se pronunciaron sobre el presupuesto participativoEnlace externo de 37 millones de euros. La creación de nuevos carriles de bici recibió más de 15 000 sufragios, un proyecto al que el Ayuntamiento destinará 8 millones del presupuesto municipal.

En segundo lugar quedó el espacio peatonal. Más abajo en la lista de los proyectos aceptados figuran la creación de jardines colectivos en París, la construcción de 40 fuentes de agua potable o 10 000 metros cuadrados de tejados y terrazas destinados al cultivo de hortalizas, a la denominada agricultura urbana.

25 años de presupuestos participativos

La idea de los presupuestos participativos nació en la ciudad brasileña de Porto Alegre, después de las elecciones municipales de 1988 que ganó una coalición de izquierda encabezada por el Partido de los Trabajadores (PT). A partir de las primeras iniciativas que surgieron en los años 80, los presupuestos participativos conquistaron un creciente número de municipalidades en Brasil: 12 en 1992, 40 en 1996, 140 en 2000. El objetivo es destinar los recursos públicos a los más pobres.

Desde entonces esta práctica participativa se ha extendido a los cuatro rincones del mundo: América Latina (Ecuador, Perú, Argentina), Europa (Alemania, Polonia, Portugal y Reino Unido, entre otros), África y Asia.

En Europa, la ambición de justicia social está menos extendida que en América Latina. Se trata esencialmente de mejorar la eficacidad de la acción pública, de modernizar la democracia representativa mediante la participación de los ciudadanos en la vida pública.

ChengduEnlace externo, la antigua capital de la provincia de Sichuan, en China, presenta un presupuesto participativo anual de 270 millones de euros para 2014, un récord mundial.

Fuentes: COSUDE, ‘Le Monde’ 

Cerca de 67 000 parisinos participaron en esta votación abierta a todos los ciudadanos, incluidos los menores y los extranjeros, lo que representa solamente el 3% de los habitantes de la capital francesa. No es un número desdeñable en una ciudad jacobina y centralizadora como París, donde los electores no acostumbran votar más de una vez al año.

“Quiero entregar a los ciudadanos las llaves del presupuesto”, declaraba la socialista Anne Hidalgo al día siguiente de ser elegida alcaldesa en 2014. ¿Cuáles son sus modelos? La teniente de alcalde Pauline Véron, encargada de la democracia local, cita los ejemplos de “Porto Alegre, Nueva York o Lisboa”, ciudades que adoptaron los presupuestos participativos hace varios años. No menciona a Suiza, país que tiene una tradición de varios siglos en democracia directa.

¿Modelo suizo demasiado “exótico”?

“El modelo suizo nunca se evoca”, reconoce Loïc Blondiaux, profesor de Ciencia Política en la Sorbona: “Es demasiado exótico o específico. No olvidemos que nos situamos en una escala inferior de la democracia directa: Se trata de incluir a los ciudadanos en los procesos de decisión y no de transferirles el poder.

Este año, París ha reservado 37,3 millones de euros, o sea cerca del 5% del gasto público, para los presupuestos participativos. “Más que la mayoría de las ciudades que practican la democracia participativa”, señala orgulloso el Ayuntamiento. Desde enero pasado, los parisinos han sido invitados a formular propuestas en la plataforma Paris.freEnlace externo. “Hemos recibido 5 115 proyectos, el entusiasmo superó nuestras expectativas”, confiesa Pauline Véron.

Hubo que hacer una selección. Sin embargo, por muy participativa que parezca, la democracia en París sigue bajo el estricto control de las autoridades. Los proyectos tienen que respetar dos criterios: ceñirse a un gasto de inversión y no de funcionamiento; y ser de interés general. La administración juzgó que un tercio de las proposiciones no cumplían estos criterios. Las demás fueron tramitadas, a veces agrupadas o fusionadas, y resultaron en 654 proyectos sometidos al voto de los parisinos.

Embellecimiento urbano

“Por el momento, la democracia participativa en París es una política de oferta que está muy controlada por las autoridades”, anota Loïc Blondiaux. “Los proyectos tienen mucho que ver con el embellecimiento del marco urbano. La próxima etapa será abrir el proceso a los grandes proyectos de planificación urbanística”.

Por el momento, la democracia participativa en París es una política de oferta que está muy controlada por las autoridades

Por el momento, la democracia participativa en París es una política de oferta que está muy controlada por las autoridades

El ‘laboratorio’ parisino despierta interés en otras urbes francesas y europeas, se felicita Pauline Véron. La ciudad vecina de Montreuil se inicia también en la democracia participativa, la bretona Rennes se lo plantea y Madrid observa con atención el laboratorio parisino.

La apertura ciudadana no se limita solo a los presupuestos. El pasado 12 de octubre, una treintena de residentes del distrito XII respondían al llamamiento de la alcaldía para debatir sobre un tema que les afecta directamente: la renovación de la Plaza de la Bastilla.

“Hay que entregar la plaza a los parisinos”, exclama la alcaldesa socialista del distrito, Catherine Barrati-Elbaz. “Intente cruzarla en bicicleta. Es imposible”, dice. Y con razón. Al igual que la Concordia y otras plazas parisinas, la Bastilla no es más que una gigantesca encrucijada de automóviles. En lugar de imponer soluciones, la alcaldía transfiere a los ciudadanos el poder, o al menos una parte del poder.

¿Interés general o particular?

Sentados en grupos en torno a grandes mesas, los participantes diseccionan un mapa que les ha proporcionado una agencia de urbanismo. El tema es apasionante, el ambiente que se respira es cordial. Durante una velada, los ciudadanos se transforman en urbanistas y los servicios de la alcaldía los motivan en ese empeño.

¿Hay que hacer visible, aunque sea solo con ayuda de una maqueta, la antigua fortaleza, cuya destrucción en 1789 sigue siendo el símbolo de la República? ¿Se pueden plantar árboles para esconder la fachada ofensiva de la ópera heredada de los años Mitterrand? Algunos ciudadanos piden espacios de pícnic, otros quieren bibliotecas abiertas, pero se olvidan de que la Plaza de la Bastilla es el lugar de manifestaciones multitudinarias que congregan no solo a los ciudadanos preocupados o descontentos de París, sino de todo el país.

“Esas reuniones son interesantes, pero a veces, la gente barre para casa, defiende sus intereses personales”, reconoce Agnès de Jacquemont, residente en el distrito XII. Es miembro del consejo de barrio, primer eslabón de la democracia participativa que creó el predecesor de Anne Hidalgo, Bertrand Delanoë – Agnès de Jacquelot deplora que todo el trabajo emprendido por el consejo quede ahora reducido a la nada.

“Al final, sabemos que harán lo que les venga en gana”, se queja otro participante. Al término de los debates se fija una cita para otro taller ‘Reinventemos las plazas de París’.

Traducción del francés: Belén Couceiro

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