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El desconsuelo de una familia a su vuelta a Raqa para enterrar a sus muertos

Una integrante de la familia Sheij Ways llora desconsoladamente al pedirle a unos combatientes kurdos que recuperen los cuerpos de sus seres queridos de entre los escombros en el oeste de la ciudad siria de Raqa el 12 de julio de 2017 afp_tickers

Miles de civiles huyen del bastión yihadista de Raqa en Siria, pero Amal Sheij Ways se arriesgó a volver para enterrar los cuerpos de sus familiares y se encontró con una escena dantesca.

A su regreso con su madre y uno de sus hermanos al barrio de Al Dariya, escenario de combates entre el grupo Estado Islámico (EI) y las fuerzas antiyihadistas, se quedó de piedra.

“Hemos encontrado la mitad de un cuerpo, miembros, un poco de cabello”, cuenta la adolescente de 17 años en este barrio del oeste de la ciudad.

“Reconocí a mi hermana Zahra sólo por la cadena que llevaba en el cuello”, afirma visiblemente nerviosa la joven a una periodista de la AFP que habló con ella poco después de este hallazgo macabro.

Los combates que causan estragos en Raqa segaron la vida de Zahra, de otro hermano, Abdalá, de su esposa embarazada, Nur, y de la hija de ambos, de 18 meses.

“Ni siquiera encontramos el cuerpo del bebé”, afirmó Amal, enjugando las lágrimas.

– “No queda nada” –

“No queda nada de ellos”, añade su hermano, tocado con un pañuelo blanco.

Unos combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) intentan en vano calmar a la madre, cuyo llanto desgarrador rompe el silencio de la calle desierta, bordeada de casas devastadas.

“¡Abdalá! ¡Abdalá! ¡Abdalá!”, grita esta mujer vestida de negro y con un velo blanco en la cabeza.

Los Sheij Ways son una de las pocas familias kurdas que se quedaron en Raqa cuando los yihadistas tomaron el control de esta ciudad en 2014.

“A Abdalá lo flagelaban a menudo porque quería fumar cigarrillos”, recuerda Amal, que cuenta cómo la familia quedó separada.

Las FDS entraron en la ciudad el 6 de junio y a medida que avanzaban los combates, se fueron acercando al barrio de Rmeila, en el este de Raqa, donde vivía la familia, que acabó huyendo a Al Dariya, en el oeste.

Luego la familia se separó: Amal y su madre se fueron a Tabqa, en la provincia de Raqa y de donde las FDS expulsaron al EI dos meses antes, mientras que Zahra, Abdalá y su familia optaron por quedarse en Al Dariya.

“Se refugiaron en una panadería donde trabajaron en el pasado, pero el EI los echó. Acabaron en una pequeña parcela” en el mismo barrio, explica Amal.

– Cuerpos en las calles –

En Tabqa, Amal escuchó rumores de que sus seres queridos habían muerto.

En Turquía, donde se refugió su otro hermano, éste se enteró de lo mismo y volvió rápidamente al país.

Amal y su hermano se reunieron en un campo de desplazados en Ain Isa, a más de 50 kilómetros al norte de Raqa, donde el suegro de Abdalá, que acababa de huir del EI, se lo confirmó.

“Un día él fue a ver cómo estaban y se encontró con los cuerpos”, relata Amal. “Los tapó con una manta y marcó con tierra el lugar donde se hallaban”, añade.

Amal y su hermano confiaban en poder darles sepultura, pero ahora desechan la idea por el estado de los cuerpos y la conmoción que les ha causado verlos.

Según Amal, que pasa del árabe al kurdo indistintamente, las circunstancias de las muertes no están claras.

Algunos supervivientes dijeron que murieron por los bombardeos aéreos de la coalición internacional aliada contra las fuerzas antiyihadistas cuando se disponían a huir. Otros lo atribuyen a disparos de los obuses de mortero del EI.

La ONU advirtió de los riesgos corridos por los civiles que intentan huir de los combates en Raqa.

En las calles hay cadáveres, algunos de los yihadistas y otros de civiles, incluidos bebés.

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