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El futuro gasífero de Mozambique, bajo la amenaza de los yihadistas

Unos pescadores vuelven a la orilla tras varios días de pesca el 16 de febrero de 2017 en Palma, un pueblo de Mozambique ante cuyas costas se descubrieron unas gigantescas reservas de gas afp_tickers

Sin imaginarlo, los gigantes mundiales del gas han puesto un pie en un avispero en Mozambique, donde asisten con preocupación a una ola de atentados islamistas en el norte del país, que amenaza con perturbar sus operaciones.

Cerca de la frontera con Tanzania, el pequeño y apacible pueblo de pescadores de Palma, con sus palmeras, sus playas de fina arena blanca y sus aguas turquesas, estaba destinado a convertirse en un paraíso para turistas.

Su destino cambió por completo en 2010, cuando frente a sus costas fueron descubiertas gigantescas reservas de más de cinco billones de m3 de gas.

Atraídas por olor de los petrodólares, las mayores multinacionales de hidrocarburos, como las estadounidenses Anadarkon y Exxon o la italiana ENI, desembarcaron en Palma, bajo la codiciosa mirada del gobierno de Maputo, que soñaba con convertirse en el nuevo “Catar de África”.

Pero esta ambición está hoy amenazada por un grupo de jóvenes fundamentalistas musulmanes que, desde hace algunos meses, siembra el terror en la región.

En algunas semanas, los que la población local llama “shabab” (“jóvenes” en árabe) han matado a unos 40 civiles e incendiado centenares de viviendas, obligando a miles de personas al éxodo, tras dejar sus casas.

Hasta ahora, las grandes empresas del gas instaladas en Palma no han sido atacadas por los yihadistas. Pero temen convertirse algún día en su objetivo.

Sus inversiones son enormes. ENI gastó 8.000 millones de dólares en su plataforma de extracción y de licuefacción. Y Anadarko está dispuesta a poner 20.000 millones sobre la mesa mientras sus pozos sigan produciendo.

– Seguridad aumentada –

La amenaza islamista es tomada muy en serio. A principios de junio, la embajada de Estados Unidos en Maputo habló de “probabilidad de ataques inminentes” en Palma y recomendó a los ciudadanos estadounidenses que “dejen inmediatamente la región”.

De momento, sin embargo, las empresas extranjeras no parecen figurar en la lista de objetivos de los “shabab”.

“Las ambiciones de los islamistas son ante todo locales, y sus armas con muy rudimentarias”, explica el investigador Eric Morier-Genoud, de la universidad de Belfast, en Irlanda del Norte. “Un ataque directo contra las ‘majors’ generaría una escalada de la que saldrían perdedores”, agrega.

El gobierno de Mozambique, afectado por una mediocre coyuntura económica, y debilitado por un escándalo de deuda ocultada a sus acreedores, espera con impaciencia los primeros m3 de gas.

Los mas optimistas aguardan que este maná multiplique por siete el ingreso por habitante antes de 2035.

Los primeros ingresos significativos deben llegar a las arcas del Estado en 2023, según indicó recientemente el ministro de Finanzas, Arriano Alemania.

Y no se va a permitir que un grupo de islamitas haga descarrilar esas expectativas, según fuentes del ejecutivo.

“Las medidas de seguridad seguramente van a convertir en más onerosas las inversiones, y reducir los ingresos del Estado”, anticipa Joan Pereira, de la universidad de Maputo, y autor de un informe detallado sobre la amenaza estadista.

“Los ‘shabab’ parecen más motivados por reivindicaciones socioeconómicas locales que por un islamismo puro y duro”, subraya Ed Hobey-Hamsher, del centro de análisis Verisk Maplecroft.

“Los grupos gasíferos van a tener que hacer un esfuerzo en el empleo para ganarse el apoyo de las poblaciones locales”, agrega.

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