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Cuando la provisionalidad se eterniza

Ex-press

En la última década, Suiza acogió de forma provisoria a 43.000 solicitantes de asilo. Pese al carácter temporal de este permiso, la mayoría de ellos termina por instalarse en el país. Limitados en su libertad de movimiento y sin trabajo, corren el riesgo de vivir en situación precaria.

“Mi esposo era un disidente político. Amenazado de muerte en varias ocasiones, decidió refugiarse en Europa. Lo seguí poco después, cuando comenzaron a ensañarse también conmigo”.

Nacida en la República Democrática del Congo (RDC), Keicha* llegó a Suiza en 1996 como solicitante de asilo. Después de seis años de espera, en 2002 obtuvo la denominada “admisión provisoria”, conocida como Permiso F para permanecer en el país. Dicho de otro modo, las autoridades le negaron el estatus de refugiada, pero suspendieron la orden de repatriación, reconociéndole la necesidad temporal de protección.

Huyó de su país ante las graves tensiones que llevaron a dos conflictos civiles a finales del siglo pasado en la RDC. “Volverme habría significado arriesgar mi vida y la de mi familia”, indica en un francés fluido.

Por norma, en Suiza el estatus de refugiado se concede en caso de persecuciones graves e individuales por parte del Estado o por parte de una entidad privada contra las cuales un país no puede actuar.

La admisión provisional se otorga cuando una persona obtiene el derecho al asilo, pero resulta “inadmisible” su repatriación.

Las razones son diversas: situación de violencia generalizada, como en Siria, riesgo de tortura o persecución, por ejemplo de una guerrilla, o cuando la persona requiere un tratamiento médico indispensable.

El Permiso F -instituido por Suiza a mediados de la década de 1980 para afrontar la emergencia de refugio ante nuevos tipos de conflictos que no contemplan los Convenios de Ginebra-, estaba previsto para un periodo breve. De allí su nombre de “provisorio”, un nivel más bajo del estatus de refugiado.

Una provisionalidad prolongada

En el 90% de los casos, las personas con permiso F permanecen en Suiza, y esto porque en algunos países, desde Somalia hasta Afganistán, la violencia y los conflictos duran décadas. Por otra parte, la Oficina Federal de Migración (OFM) no tiene medios suficientes para reanalizar cada caso de admisión provisional. “Debemos proceder en función de nuestras prioridades y tener en cuenta el principio de la proporcionalidad”, explica la portavoz de la OFM, Céline Kohlprath. Y entre más tiempo pasa, más improbable se vuelve la repatriación.

La admisión provisoria no es un estatus irrelevante desde el punto de vista estadístico. En los últimos diez años, Suiza otorgó a 43.619 personas el permiso F, mientras que acogió a 24.240 en calidad de refugiado. Algunas personas admitidas provisionalmente pueden recibir un permiso de estancia al cabo de cinco años y después de haber demostrado que se han integrado y que son económicamente independientes.

“Es un círculo vicioso: con un permiso F no es fácil encontrar empleo. Y sin un ingreso estable, o un salario decente, cambiar el estatus en poco tiempo resulta casi imposible”, explica Lucine Miserez Bouleau, del Centro Social Protestante de Ginebra, organización que asiste a los inmigrantes. También Keicha se encuentra en esta situación: 16 años después de su llegada es considerada aún como persona admitida provisionalmente. Con una paga de 3.200 francos al mes, y tres hijos, no tiene la seguridad económica necesaria para que se le conceda un permiso de estancia.

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Un estatuto que irrita al mundo político

Consciente de la paradoja de los permisos provisionales, el Parlamento suizo reanudado el debate político sobre el tema. Las soluciones propuestas divergen radicalmente: la izquierda y las organizaciones humanitarias quieren que el estatuto se amplíe en términos de derechos y medidas de integración, mientas que el centro y la derecha reivindican criterios de admisión y control más severos.

En realidad, una reforma sustancial de la admisión provisional ya se realizó en 2006. El Parlamento estipuló el derecho a la integración social y profesional. Pese a estos esfuerzos, la situación en el campo no cambia mucho, confirman la OFM y la Secretaría de Estado para Asuntos Económicos en un folleto dedicado al Permiso F.

“Claro que existen obstáculos concretos, comunes a muchos inmigrantes de países en guerra, tales como la dificultad de superar un trauma, hacer que se reconozcan sus estudios -en el caso de que hayan podido realizarlos-,  o aprender el idioma local. Se comprende entonces que estas personas no obtengan un empleo, ni siquiera el más humilde, a causa de su estatus provisional. Y este problema no solamente concierne a los adultos, sino también a los jóvenes crecidos en Suiza con un Permiso F que buscan un puesto de aprendizaje”, explica Denise Efionay-Mäder, vicedirectora del Foro Suizo para los Estudios de Migración, de Neuchâtel.

 

El término “provisional’ no estimula a los empresarios a contratar a esta fuerza laboral, lo que no afecta solo a individuos, sino a toda una colectividad privada de ingresos fijos y, por consiguiente, obligada a solicitar asistencia social del Estado.

“Cuando muestro la F mayúscula de mi permiso, se me cierran las puertas. La impresión que tengo es que la gente tiene miedo de ser plantada”, afirma Komin *, que huyó de Togo en 2002 por motivos políticos.

Lo encontramos en Friburgo, donde trabaja como asistente de un sacerdote. “Desde el principio he tratado de ser económicamente independiente: He trabajado como lavaplatos, haciendo de todo, y, entre tanto, he terminado la Universidad de Ginebra. Ha sido duro, pero ha valido la pena”. Hace dos años, Komin obtuvo su permiso de estancia, “un paso que cambió mi vida radicalmente. Puede ser un factor psicológico, pero desde que mi estatus cambió, tengo la impresión de que la gente me mira de modo distinto”.

Pero ser o sentirse tomado en cuenta no es solo cuestión de vocabulario o de mentalidad. De hecho, para los empleadores contratar a una persona admitida de modo provisional en Suiza implica más trámites burocráticos y tiempo de espera  para obtener el permiso de trabajo. Y a esto se suma la competencia de los trabajadores provenientes de la Unión Europea, que gozan de permisos de estancia en el marco acuerdo de libre circulación con Suiza. Una desigualdad que confirma el portavoz de la empresa de trabajo temporal, Adecco, y la Unión Suiza de Artes y Oficios, que representa a las PYMES en Suiza.

La Unión Europea garantiza una protección subsidiaria a las personas que huyen de un conflicto. Se trata de un estatus que se acerca al del refugiado y otorga, entre otros, un permiso de estancia de tres años. Algunos países, como Noruega, no hacen distinción entre refugiados y personas que requieren de protección.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) indica: “Junto con el Principado de Liechtenstein, Suiza es el único país en Europa que no reconoce un estatus “positivo” a las personas que escapan de un conflicto. En sus estadísticas, estas personas figuran como ‘solicitantes de asilo rechazados’ y en el debate público son considerados como individuos abusivos”, afirma Susin Park, jefe de la oficina suiza de ACNUR. 

Para la agencia de la ONU, las personas admitidas a título provisional tienen las mismas necesidades que los refugiados y deberían disponer de derechos análogos.

Libertad limitada

Quien tiene un permiso F, además, no puede moverse libremente en Suiza. Tal y como ocurre con los solicitantes de asilo, la gente admitida transitoriamente debe permanecer y trabajar en el cantón que lo acoge, sin importar cuántos años lleva en Suiza.

Y, evidentemente, solo pueden salir del país en casos excepcionales y en condiciones determinadas. Un confinamiento geográfico reintroducido en diciembre pasado, a raíz de sospechas de abusos denunciadas por diversos parlamentarios de centro-derecha.

Para las personas concernidas, esta medida es extremadamente difícil de aceptar. “Me siento como en prisión, reclusa”, explica Saida Mohamed Ali. “Paradójicamente, esto me ha dado fuerza para seguir adelante. Me he dicho: He llegado aquí, soy aún joven y no tengo elección, debo encontrar un camino”.

Salió de Somalia en 1993, en plena guerra civil. Saida ha vivido varios años con el permiso F, antes de obtener un estatus más estable y, después, la naturalización. “Creo haberla conseguido gracias a mi pasión por el estudio, la facilidad de aprender idiomas y también gracias a la generosidad de las personas con las que me he encontrado. En África, uno se imagina a Suiza como una película, un paraíso pequeño donde todo es posible. En realidad, es como lanzarse al mar sin saber nadar. Algunos pueden flotar, otros necesitan un salvavidas más grande que el Permiso F”.

*Nombre conocido por la redacción

Traducido del italiano por Patricia Islas

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