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En el reino del ‘hada verde’

Reconstrucción de un bar del siglo XIX con elementos originales. swissinfo/Rodrigo Carrizo Couto

La Casa de la Absenta es un museo interactivo para descubrir la historia, los secretos y los sabores de una bebida mítica, nacida en esta región fronteriza entre Suiza y Francia. Prohibida durante casi un siglo, pero destilada clandestinamente, la absenta vuelve con fuerza a partir de su legalización en 2005.

Llegamos a la modesta estación de tren de Môtiers donde nos recibe el indefinible aroma anisado de la absenta, que flota omnipresente por toda la región. Tras caminar un momento, llegamos a la calle principal, donde un moderno edificio reformado alberga la Casa de la AbsentaEnlace externo, una bebida conocida por los aficionados como ‘el hada verde’ , una expresión que debemos a los artistas del siglo XIX. La razón es el color de la bebida en aquellos tiempos, y a que la absenta era una musa y fuente de inspiración, al igual que las mujeres que les servían de modelos y posaban para ellos.

Pero la absenta se conoce también como ‘la bleue’ (la azul), un calificativo propio de la región de Val-de-TraversEnlace externo y de las montañas de Neuchâtel que hace referencia al color gris azulado que adquiere la absenta una vez que le agregamos agua.

Un recorrido por dos siglos de historia

En la entrada del museo nos recibe Julie Matthey, la joven asistente del director, para guiarnos por las instalaciones. El recorrido comienza por la segunda planta, donde un documental de diez minutos explica la historia de Val-de-Travers desde tiempos prehistóricos hasta nuestros días, y su importancia en la cultura y la economía de esta región fronteriza.

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“La historia de la absenta comenzó entre Val-de-Travers y la localidad francesa de Pontarlier”, explica Julie Matthey. “Pues fue allí donde terminó por instalarse la destilería Pernod, que a comienzos del siglo XIX producía apenas 16 litros diarios de absenta, y en la segunda mitad del siglo ya superaba con mucho los 26 000 litros diarios de producción, lo que da una idea de su enorme éxito. Casi todo el mundo en Europa bebía absenta en esos tiempos”.

Matthey precisa que la absenta que se bebía entonces era de 75 ° y casi no estaba diluida en agua, lo que la convierte en un alcohol bastante fuerte para nuestros criterios actuales. “Hoy la bebemos con agua y a no más de 55 ° en general. En todo caso, es un mito que la absenta vuelva loco o tenga efectos alucinógenos”, explica. Un mito que hoy puede resultarnos hilarante, pero que en 1908 desembocó en la prohibición de esta bebida.

Casi un siglo de prohibición

Como consecuencia de una serie de sucesos desafortunados a los se sumaron intereses diversos, el cantón de Vaud prohibió la venta de absenta en 1906. Poco después, un abogado de Neuchâtel, miembro de las ligas antialcohol, propuso lanzar una iniciativa para prohibir la bebida en todo el país. Tras recoger las 50 000 firmas que eran necesarias entonces, la iniciativa fue presentada en 1907 y el pueblo suizo la votó en 1908.

“Dado que la iniciativa fue aceptada, el Parlamento hizo una nueva ley que entró en vigor en la medianoche del 7 de octubre de 1910. Así, la producción y venta de absenta quedaban prohibidas hasta su rehabilitación en 2005”, explica Julie Matthey.

Julie Matthey, Casa de la Absenta. swissinfo/Rodrigo Carrizo Couto

“Según varios historiadores de la región, una de las razones para prohibir la absenta fue que contribuyó a una excesiva liberación de las mujeres. Al comienzo iban al bistró tímidamente, pero poco a poco se fueron atreviendo más… hasta que la publicidad de la época comenzó a dirigirse abiertamente a las mujeres. Esto a la sociedad de la época no le hizo mucha gracia”, agrega con un guiño Julie Matthey.

“También se atribuyó injustamente a la absenta ser la causa de algunos asesinatos domésticos. Otra razón fue la competencia que la absenta representaba para los productores de vino y cerveza. La absenta con el tiempo se convirtió en una bebida muy rentable, incluso más barata que la cerveza, y con más efecto sobre quienes la consumían. En Suiza se creó entonces una curiosa  alianza entre los productores de cerveza y vino, a los que se sumaron las ligas antialcohol, los médicos y la Iglesia. Entre todos lograron la prohibición por votación federal en 1908”.

La ironía del destino es que la Casa de la Absenta se encuentra hoy en el mismo edificio que antaño albergara las oficinas de la policía, el juez y los tribunales. Tan es así que se puede aún visitar el despacho del juez que ordenaba la destrucción de las partidas de absenta en los años de la prohibición.

Legado para las generaciones futuras

Pero la prohibición jamás significó el fin de la absenta en la Suiza de habla francesa. Todo lo contrario. “Esta bebida se convirtió en una especie de símbolo de resistencia, reflejo de ese lado libertario que existe también en el alma helvética”, puntualiza Julie Matthey.

Pero la prohibición jamás significó el fin de la absenta en la Suiza de habla francesa. Todo lo contrario. “Esta bebida se convirtió en una especie de símbolo de resistencia, reflejo de ese lado libertario que existe también en el alma helvética”, puntualiza Julie Matthey.

La absenta sería destilada clandestinamente durante casi un siglo, y el museo presenta muchos de los protagonistas, como La Malotte, una legendaria dueña de bar en Val-de-Travers, quien intercambiaba dos litros de alcohol puro por un litro de absenta, saltándose así la prohibición oficial. También podemos visitar una reconstrucción de una destilería clandestina, oculta tras una chimenea, o ver los jardines donde crecen las hierbas necesarias para la producción de absenta.

A ello se suman la reconstrucción de un bar del siglo XIX con utensilios de época, o un recorrido por la influencia de la absenta en la historia del arte. Y una curiosidad más: “La absenta se expandió por el mundo entero, incluso por los países musulmanes, de manos de las tropas francesas. Ellos usaban la absenta para contrarrestar el riesgo de enfermedades tropicales, al igual que harían los británicos con el gin & tonic en su propio imperio colonial”, comenta Matthey. Podría hablarse de alcoholismo con virtudes medicinales, en suma.

Ya casi terminada la visita encontramos una cabina donde una cámara de vídeo invita a la gente mayor de la región a dejar su testimonio para las futuras generaciones. Allí, en la privacidad de la pequeña habitación, los que han vivido los míticos tiempos de la prohibición pueden desgranar sus recuerdos y anécdotas para que no se pierdan.

Y antes de partir, qué mejor que degustar alguna de las 26 absentas que ofrece el museo en el bar de la planta baja. “Es todo un ritual, que tiene sus secretos y hay que respetar la magia del hada verde”, dice Julie Matthey con una sonrisa.

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