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Desigualdad social, factor de mortalidad juvenil

Automóvil accidentado
Gracias a las medidas de prevención, la mortalidad de los jóvenes ligada a los accidentes de tránsito ha disminuido. Keystone

Cada año en Suiza, de cada 1000 adultos jóvenes (de entre 15 y 39 años), solo una mujer y dos hombres pierden la vida. Sin embargo, esa cifra positiva en términos absolutos oculta una ‘sobremortalidad’ residual vinculada a suicidios y accidentes de tránsito, pero también a desigualdades significativas, advierte una investigación científica divulgada este martes.


Desde que se dispone de estadísticas nacionales, la esperanza de vida en Suiza se ha disparado, de unos 40 años en 1876 a cerca de 85 años en la actualidad, indica el estudio ‘La sobremortalidad de los jóvenes adultos en Suiza’Enlace externo del Polo Nacional de Investigación LIVES.

Ese fenómeno, señala también el título de la investigación está “históricamente situado, es evitable y socialmente desigual”.

Precisa el texto que a pesar de los avances en las expectativas de vida, los adultos jóvenes sufren aún una sobremortalidad en relación con lo que podría esperarse dada su salud general. En comparación con la mortalidad infantil y la edad adulta, esa anomalía persiste y provoca una “joroba” distinta en las tasas de mortalidad por edad, principalmente debido a los índices más altos de suicidio y accidentes mortales.

Contenido externo

Sin embargo, esa “joroba” nunca se ha explicado del todo. Los juicios apresurados a menudo se sitúan por delante del enfoque científico y resaltan los comportamientos de riesgo que serían propios de los jóvenes o del ámbito de la responsabilidad individual.

El equipo de Adrien Remund, del Instituto de Demografía y SocioeconomíaEnlace externo de la Universidad de Ginebra, profundizó en el tema y concluyó que:

Causas de decesos

En primer lugar, el exceso de mortalidad de los adultos jóvenes se aplica tanto a las mujeres como a los hombres, aun cuando para ellos el fenómeno es más marcado.

En segundo lugar, las causas de muerte no son tan limitadas como se pensó inicialmente. De hecho, hasta mediados del siglo XX, la gran mayoría era atribuible a la tuberculosis y, en el caso de las mujeres, a la mortalidad materna.

Desde la democratización de los vehículos de motor en la posguerra los accidentes de tráfico se convirtieron en la causa principal de la mortalidad juvenil, antes de ser superados por los suicidios en los años setenta.

Desde hace algún tiempo, sin embargo, se observa una disminución notable en las muertes en carreteras y en los suicidios, señala la investigación. Con la consecuencia de que este problema es probablemente menos enfatizado hoy de lo que era hace diez o veinte años.

Desigualdades sociales

En tercer lugar, en las discusiones de políticas públicas para combatir los nuevos males de la juventud, el problema de la desigualdad social rara vez ha sido central. Sin embargo, persisten fuertes desigualdades.

Por ejemplo, se pudo demostrar que entre las personas de 15 a 35 años con residencia en Suiza entre 1990 y 2008, el hecho de no tener empleo duplicó el riesgo de muerte. El abandono escolar lo aumentó en un 60% y en 50% la situación de crecer en un hogar monoparental o de tener un origen extraeuropeo.

De manera contraria, para un joven con educación terciaria el riesgo de morir era dos veces menor que para otra con solamente la educación obligatoria. Estos factores de riesgo a menudo se acumulan con lo que hay proporciones de 1 a 100 entre los individuos más protegidos y los más vulnerables.

Jóvenes desfavorecidos

De hecho, subrayan los investigadores, es posible demostrar que casi dos terceras partes de los adultos jóvenes que viven en Suiza no están concernidos por la sobremortalidad. La vulnerabilidad de los jóvenes desfavorecidos por sí sola es suficiente para generar la “sobremortalidad” observada a nivel general.

Este triple hallazgo empírico lleva a los científicos a reconsiderar su concepción de la mortalidad de adultos jóvenes en Suiza y en otros lugares. Los esfuerzos realizados hasta ahora en términos de prevención, en particular de tráfico, han permitido sin duda una disminución general, pero no fueron capaces de superar las desigualdades a veces abismales entre los jóvenes de entornos privilegiados y aquellos de medios vulnerables.

Una verdadera política de prevención comenzaría definiendo una estrategia para focalizar mejor a los jóvenes en situación de mayor fragilidad. Esos objetivos de salud pública incluirán seguramente la lucha ya emprendida contra la deserción escolar y económica, que es actualmente el principal factor de riesgo, concluyen los autores.

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