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‘Las Niñas Quispe’, premiada también en Ginebra

La de las hermanas Quispe, a 4 mil metros de altura en la cordillera de los Andes, es una vida dura, pero una vida que aman. Filmstill

Para reunir las piezas de ese episodio histórico que conmovió a Chile en la época de Pinochet, Sebastián Sepúlveda subió a la Cordillera de los Andes, buscó a la familia, recogió sus testimonios, logró su autorización y realizó un filme espléndido galardonado en el Festival de Toulouse, la Muestra de Venecia y FILMAR en América Latina.

“Alguien me ha dicho que es una película sobre el fin del mundo y, en efecto, el fin del mundo de ellas, de las hermanas Quispe”, comenta el realizador chileno en entrevista con swissinfo.ch.

 

Las Niñas Quispe recibió el Premio del Público para la mejor ficción del Festival FILMAR en América Latina que este domingo concluyó su XV edición.

“Cuando la directora del Festival me informó que mi película estaría en concurso, me sorprendió porque no se trata de una película clásica. Es una película austera, sin música y además, es una tragedia”, nos confía el cineasta. Pero la película no solamente compitió sino que se llevó el premio.

“Y para mí es doblemente gratificante porque yo pasé algunos años en Ginebra y aquí aprendí a conocer a mis maestros, Pasolini, Ermanno Olmi, Fellini…”

En efecto, sin un tema musical que acompañe, pero con un audio magistral que reúne el rumor del viento, el crepitar de la madera y el balido de las cabras, Sepúlveda narra la historia de tres hermanas Justa (57), Lucía (50) y Luciana (47), pastoras de la etnia colla, cuya existencia se ve súbitamente trastocada.

“Viven a 3.800 metros de altura, en un espacio abstracto, totalmente seco, una especie de laberinto entre montañas”, describe el realizador. La soberbia fotografía del video (premiada en la Muestra de Venecia) muestra la aridez de esos paisajes inmensos en los que las hermanas llevan una existencia muy dura, “pero una existencia que es muy suya y que ellas aman”.

El público eligió como mejor documental ¿Así son los hombres?, el testimonio de tres generaciones de mujeres, a través de cuatro años de ir y venir entre Suiza, Perú y Florida, de Klaudia Reynicke.

El Jurado de los Jóvenes se pronunció por el filme Piedra, papel o tijera, un drama que entreteje infidelidad y crimen en Caracas.

El Jurado de las Brigadas Internacionales de Paz premió a la película Jardín de Amapolas, con la designación ‘filme por la paz’.

El video, del colombiano Juan Carlos Melo Guevara, da cuenta del timonazo en la vida de un padre y su hijo, obligados por las bandas armadas a dejar su casa. Un atisbo a la situación en el país andino.

Ecos de un presagio

Corre el 1974, el régimen golpista de Augusto Pinochet acaba de emitir la llamada ‘Ley de erosión’. “Que dicen que las cabras se comen los pastos y que van a venir los carabineros a matarlas…” En el aislamiento en que viven, las Quispe se enteran de la nueva disposición por el comerciante ambulante que las visita de cuando en cuando.

Sobre sus cabras, y junto con ellas, sobre su forma de vida, pende la espada de Damocles. Finalmente, la ley no entrará en vigor, pero su sola amenaza genera una angustia muy fuerte entre las hermanas. “¿Qué haremos?”, se preguntan. ¿Vender las cabras? ¡Pero si las vendemos vamos a morir de pena..!”

Entre sus juegos de luces y de sombras, de los radiantes amaneceres y las penumbras de la gruta donde viven las Quispe, la película de Sebastián Sepúlveda mezcla dureza y hermosura. Ese amor intenso de las hermanas a su mundo, sus cabras, sus perros con la indiferencia sino crueldad de un mundo distante desde el que suben los ecos del presagio.

Para la realización de la película, el cineasta viajó hasta el lugar mismo donde se produjeron los hechos y se instaló ahí por espacio de más de dos meses: fue a la cueva en la que vivían las pastoras, a los lugares donde comían y hacían sus rituales, buscó a la familia y convenció a Digna Quispe, sobrina de las hermanas, de participar en el proyecto. Es una de las mujeres en la cinta.

Retorno al origen

“La invitación a participar en FILMAR en América Latina es como un retorno a la fuente original”, señala Sebastián Sepúlveda. “También es importante porque es un lugar de reencuentro de productores latinoamericanos”.

En efecto, solamente a guisa de ejemplo, Sepúlveda encontró en Ginebra a un antiguo estudiante suyo en la Escuela Internacional de Cine y televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba, al realizador boliviano Diego Mondaca, que por primera vez presentó, fuera de su país, la integral de su obra sobre las prisiones.

 

La Chirola es el retrato de un hombre que pasó mucho tiempo tras las rejas y que al ser excarcelado establece una comparación entre una y otra vivencia. “Es una comparación, digamos, y una construcción de la filosofía outsider sobre la libertad, un cuestionamiento muy duro sobre esta ‘libertad’ que tenemos”, explica a swissinfo.ch.

¿Qué es la libertad?

En la película posterior, Ciudadela, Mondaca explora el interior de la cárcel de San Pedro donde ese hombre estuvo preso. “Es un documental completamente distinto en abordaje estético de imagen pero con el mismo concepto: Cómo logran estas personas agruparse y cómo logran sobrevivir en un espacio bastante hostil y un espacio que esta arrinconado en la sombra de cualquier sociedad, que son las cárceles”.

Además de los dos filmes, Mondaca participó en FILMAR con una muestra fotográfica sobre el mismo tema de los centros penitenciarios.

“Tratamos de mostrar, como ellos (los presos) nos demostraron a nosotros, que ahí hay vida y la vida es un don. Son espacios que tenemos que atender desde diferente manera , sin prejuicios, y entender que todo lo que sucede dentro de una cárcel no deja de suceder afuera”, añade el cineasta boliviano.

Ventana a la América Latina

Agrega que donde se genera la violencia y la corrupción es afuera y no dentro de las cárceles. “Es un poco la idea que abordamos y la oportunidad que tenemos de, no solamente mostrar los tres trabajos, sino con mi presencia, poder dar un panorama de lo que significa nuestro trabajo, del proceso que llevamos, de los futuros proyectos y de la emergencia de un cine, no solamente boliviano sino un cine andino.

Y justamente el cine andino fue el invitado de honor de esta edición 2013 de Filmar en América Latina que, además, tradición obliga, recorrió los meandros del séptimo arte y del devenir de casi todo un continente:

Las ilusiones y desengaños de la frontera entre México y Estados Unidos, Workers (José Luis Valle); la lucha por la salvaguarda de la Naturaleza, Agua Bendita  (Octavio Guerra, Costa Rica), por el derecho a la tierra, El Impenetrable (Daniel Incalcaterra/Argentina), a la equidad de géneros, La Revolución de los Alcatraces (Luciana Kaplan/México)… y el largo etcétera de una cartelera de 127 filmes de esa ventana a la América Latina que es el Festival de Ginebra. 

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