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Los empleados de las firmas suizas apuestan por Trump

Las figuras teledirigidas de Donald Trump y Hillary Clinton son una idea del constructor de aeromodelos Otto Diefffenbach III. Reuters

Las donaciones de los trabajadores de las principales multinacionales suizas con presencia en Estados Unidos apoyan al controvertido candidato republicando y su personal visión sobre los negocios.

Si analizamos las 20 principales empresasEnlace externo del Índice del Mercado Suizo de Valores (SMIEnlace externo) encontraremos que sus ejecutivos y empleados –sean ciudadanos estadounidenses o extranjeros con residencia permanente en este país– han donado 6,1 millones de dólares a la campaña electoral de 2016. Y del total, un 55% de los fondos favorecen al bando republicando.

El panorama es similar al que se observó en 2012, cuando tres quintas partes de los 8,5 millones de dólares donados por este mismo grupo vinculado al SMI también apoyaron a los republicanos. Es lo que concluye un análisis que ha realizado swissinfo.ch a partir de cifras del Centro para la Política ResponsableEnlace externo, con sede en Washington.

En 2008 el panorama fue otro: Las donaciones por 9,7 millones de dólares a la campaña se dividieron a partes prácticamente iguales entre demócratas y republicanos.

Los datos citados reflejan las aportaciones de 200 –o más– millones de dólares por parte de simpatizantes individuales, por comités de acción política (CAP) y por donantes de ‘dinero blando’ –a través de vías no reguladas–, a las que ha tenido registro el Centro de Elecciones Federales. Estos fondos tienen como objeto distribuirse en las campañas de los múltiples candidatos a la presidencia, así como entre las 2 049 candidaturas para la Cámara de Representantes (cámara baja) y las 433 candidaturas para el Senado.

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Una clara división

¿Quién aporta estos fondos? La mayoría de los recursos provienen de empleados de empresas financieras que forman parte del SMI –como UBS, Credit Suisse o la aseguradora Zúrich–, pero también de empleados de farmacéuticas –como Novartis y Roche– y de firmas agroindustriales, como Syngenta. Cuando se analizan las cifras con detalle, se observa sin embargo una clara división en las preferencias de los simpatizantes.

Los empleados de UBS, Credit Suisse y Zúrich favorecen al multimillonario magnate de los bienes raíces y a otros candidatos republicanos, mientras que los trabajadores de Novartis, Roche o Nestlé se inclinan por la candidata demócrata Hillary Rodham Clinton y sus colegas de partido.

Candice NelsonEnlace externo, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Americana, opina que en ambos casos “intentan influir en las campañas, o en los candidatos, que tienen más relación con los sectores en los que los donantes hacen sus negocios”. Nelson, cuyas investigaciones se han especializado en la financiación de campañas y en el comportamiento de los electores, añade que “el dinero siempre fluye hacia las personas que están en capacidad de influir en los procesos políticos”.

Esto explica que miles de millones de dólares hayan nutrido las campañas federales y fortalecido las finanzas de los diversos partidos del espectro político estadounidense en los dos años previos a las elecciones de 2016. Hasta ahora, los candidatos a la presidencia –los que siguen en la contienda y la decena que se retiró a lo largo del camino– han recibido más de 993 millones de dólares, mientras que los 2 482 candidatos al  Congreso (ambas cámaras) se han beneficiado de apoyos por más de 1 280 millones de dólares.

De las donaciones totales (a la Presidencia y el Congreso), solo 6 millones de dólares provienen de miembros de empresas suizas que operan en territorio estadounidense, lo que es “una gota en el océano”, afirma Nelson.  

Aunque el monto es modesto, el tema del financiamiento proveniente del extranjero es motivo de debate en EEUU. Hay voces que piden que se aclare si una parte de las inversiones de Trump en el exterior regresaron para financiar su campaña y exhortan a que sean transparentes las aportaciones que donantes foráneos podrían haber realizado a la Fundación Clinton.

“Curarse en salud’

La experiencia indica que los líderes de negocios y los empleados de las multinacionales prefieren dispersar sus fondos entre todos los partidos para convencer a las distintas agrupaciones políticas de que cuentan con su respaldo, lo que les permite “curase en salud”, dice Nelson. Los grupos de interés y las asociaciones estadounidenses, sin embargo, operan bajo una lógica distinta: solo apoyan económicamente a los candidatos que comparten sus convicciones y prioridades.

A diferencia de las elecciones previas, la financiación que ha recibido Donald Trump ha seguido un patrón atípico, ya que el empresario prometió gastar cantidades ilimitadas de su fortuna para cubrir los gastos de su campaña. Así, las donaciones que le han favorecido están lejos de las que ha obtenido Clinton. A finales de septiembre, Trump había reunido apoyos por 160 millones de dólares (apenas poco más de un tercio de las donaciones que recibió Clinton, que en esa fecha sumaban 435 millones).

Algunos medios suizos han hablado en fechas recientes de prácticas poco transparentes por parte de grupos extranjeros que pueden sumarse a otros grupos y encuentran la manera de influir en Washington, aportando dinero en secreto o por medio de cabilderos.

Desde 1966, la legislación estadounidense prohíbe por razones de “seguridad interna” que los extranjeros (personas o empresas) donen dinero –de forma directa o indirecta– a las campañas políticas. Sin embargo consiente las aportaciones de residentes permanentes y de compañías extranjeras que operan en EEUU, a través de los llamados CAP (comités creados con el propósito de recaudar fondos para financiar a los candidatos y partidos políticos).

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¿Quién apoya a quién? 

Aunque los republicanos promueven políticas que incentivan el desarrollo de los negocios, Trump se ha opuesto a algunas líneas básicas del partido. Por ejemplo, defiende una política de comercio proteccionista y se opone a que EEUU siga siendo miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con sede en Ginebra.

A cambio, Trump ha prometido acicatear el crecimiento económico reduciendo los impuestos y la regulación, lo que a su juicio traería más producción, más empleo y mejores salarios.

Clinton también está considerada como una candidata favorable al desarrollo de la iniciativa privada. Propone sentar las bases para aumentar el crédito a las empresas y ha prometido destinar 275 000 millones de dólares del presupuesto público a proyectos de infraestructura, como autopistas, puentes, ferrocarriles y aeropuertos, entre otros.

Hasta ahora, las grandes farmacéuticas han apoyado a Clinton, a pesar de que la candidata demócrata no se ha mostrado como su mejor aliada. En su campaña ha propuesto reducir el precio de los medicamentos y evitar el abuso de las farmacéuticas a la hora de decidir alzas de los precios. Trump, por su parte, ha sido enfático en rechazar el ‘Obamacare’ (reforma de salud encabezada por el presidente Barack Obama que busca ampliar el acceso de los ciudadanos más vulnerables a los cuidados sanitarios). La posición del magnate es clara: la clave en el sector de la salud es aumentar la competencia entre las aseguradoras –obligándolas a negociar con las farmacéuticas para que bajen los precios– y facilitar la importación de fármacos de otros países.

Prohibido para extranjeros

Martin Naville, director general de la Cámara de Comercio Suiza-Estadounidense, en Zúrich, precisa que los grandes bancos y las multinacionales farmacéuticas no aportan fondos a título institucional a las campañas políticas. Añade que son exclusivamente los empleados de estas firmas los que entregan donaciones y deben ser ciudadanos estadounidenses o extranjeros con residencia permanente en EEUU.

“Si usted no es estadounidense, es ilegal que realice aportaciones. Puede utilizar algunos medios de presión, como contratar a expertos en cabildeo para dar a conocer sus posiciones e influir, pero un extranjero no puede donar dinero a los candidatos”, dice.

Aunque la legislación estadounidense en materia de financiación de campañas electorales no limita las cifras que pueden recibir los CAP –y esto ha sido criticado–, en términos generales, el sistema de financiación proselitista es más transparente que el que existe en otros países con los que Suiza tiene una estrecha relación comercial.

“En Europa, por ejemplo, no se prohíbe a los extranjeros (empresas o individuos) donar dinero a algún candidato. Hay leyes contra la corrupción, por lo tanto, los partidos y los candidatos deben declarar que recibieron dinero y cómo lo gastaron, pero no tienen la obligación de decir de dónde provienen los fondos”, explica Martin Naville.

Los principales socios comerciales de Suiza son Alemania y EEUU, delante de Italia, Francia, China, Gran Bretaña, Austria, Holanda, España y Hong Kong. Pero el mercado estadounidense se está convirtiendo en una “locomotora” cada vez más importante para las exportaciones suizas, según Naville.

“Y lo inquietante sería que estos buenos tiempos lleguen a su fin”, puntualiza.

Transparencia suiza

Las cuantiosas sumas que fluyen hacia las campañas electorales de Estados Unidos provocan un inevitable revuelo, pero existe la posibilidad de rastrear el origen y destino de la mayor parte de estos fondos, gracias a las reglas de divulgación que fijan las leyes federales vigente en este país.

En Suiza, por el contrario, la democracia es mucho menos transparente. Destacadas organizaciones de derechos humanos en Europa critican desde hace tiempo a Suiza por consentir las donaciones privadas a los partidos políticos y las campañas electorales.

Actualmente, Suiza y Suecia son los únicos dos miembros del Consejo de Europa (de un total de 47 naciones) que carecen de una legislación nacional que obligue a informar de quién está detrás de la financiación de los partidos y los procesos electorales.

Traducción del inglés: Andrea Ornelas

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