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El despertar alpino del autor de ‘Zaratrusta’

Friedrich Nietzsche estuvo en permanente conflicto con su Alter Ego. (Foto Wam) foto Wam

Fue entre las cumbres y el lago de la Engadina donde el filósofo alemán logró aliviarse de sus problemas de salud antes de encontrar a... Zaratustra. Más que una fuente de inspiración, la localidad de Sils-Maria, en los Grisones, representó para Nietzche un lugar de fuga de la agobiante vida académica de Basilea.

“Me parece haber encontrado la tierra prometida”. Las palabras escritas por Nietzche después de su primera visita a la Engadina no dejan planear dudas sobre el vínculo particular que el filósofo alemán tuvo con la región.

Sin embargo no se trató del flechazo de amor. “Incluso antes de ir allí, Nietzche había escrito que, desafortunadamente la Engadina era inaccesible a causa de la masa de turistas alemanes y de Basilea”, señala Mirella Carbone, curadora de la ‘Casa Nietzche’, que fue albergue del filósofo y que actualmente es un museo.

“!El lugar me horroriza!”, exclamó el escritor cuando llegó a San Mortiz. No obstante, dos semanas fueron suficientes para hacerlo cambiar de opinión.

“En poco tiempo el aire y la naturaleza le fascinaron”, agrega Mirella Carbone. Hasta el punto de que el filósofo llegó a afirmar: “es el lugar donde quisiera morir”.

El Edén entre las cumbres de los Grisones

NIetzche llegó a la Engadina durante el verano de 1879. “Había oído decir que la región disfrutaba de un clima seco y soleado, condiciones ideales para curar su enfermedad”, explica Mirella Carbone.

En efecto, desde hacía tiempo, Nietzche sufría de fuertes migrañas, probablemente de origen psicosomático. Como sabía que era sensible a los efectos del clima el filósofo viaja a varias regiones de Suiza en busca del clima ideal. En vano.

Fue finalmente la localidad alpina de Sils-Maria la que le produjo un cierto bienestar. “Me encuentro aquí en el lugar que de lejos es el más confortable del mundo. Siento una continua tranquilidad y ninguna presión”, escribe Nietzche en una carta a su hermana.

Nietzche ha dejado la presión, por lo menos la sicológica, en Basilea, una ciudad suiza en la cual vivió antes, durante unos diez años.

Un joven profesor en el mal puesto

En 1869 la Universidad de Basilea había propuesto a Nietzche, entonces de 24 años de edad, la cátedra de filología clásica, por recomendación del eminente profesor alemán Friedrich Ritschl.

En realidad, por problemas financieros la Universidad de Basilea había decidido contratar jóvenes profesores aún no habilitados. Brillante en sus disertaciones y fino conocedor de la literatura griega, Nietzche llegó sin embargo a la conclusión de que la vida académica no estaba hecha para él.

“Basilea era opresiva y burguesa. Este ambiente no era compatible con las aspiraciones de un Nietzche en nada estimulado por el conservatismo”, indica la curadora del museo.

La estancia en Basilea permitió sin embargo a Nietzche volver a encontrar a una personalidad que había conocido en el pasado. Una personalidad que según confiesa el mismo filósofo fue el único ‘amor’ de su vida: Richard Wagner.

En la época el compositor alemán vivía en una casona en Triebschen, cerca de Lucerna. Las visitas de Nietzche eran muy frecuentes.

La casa de Wagner, frecuentada por artistas e intelectuales de toda Europa, representaba para el joven profesor universitario una especie de globo de oxígeno frente a la asfixia conservadora de Basilea.

No obstante, al cabo de los años las relaciones entre los dos hombres se fueron degradando progresivamente hasta interrumpirse definitivamente en 1878.

Estar bien e inspiración

Después de haber abandonado su cargo de profesor por razones de salud y de descubrir las virtudes del clima de Sils-Maria, Nietzche vuelve periódicamente al pueblo de los Grisones, entre 1883 y 1888.

“Nietzche quedó fascinado con los contrastes de la naturaleza, con los elementos típicamente mediterráneos mezclados con elementos alpinos”, subraya Mirella Carbone.

En este lugar de matices mágicos, Nietzche alquila una habitación en una modesta casa situada al borde del bosque. Durante sus paseos por los senderos, hundiéndose en los bosques a lo largo de varios kilómetros, Nietzche encuentra su propia fuente, su inspiración.

Fue en las orillas del lago de Silvaplana, en un lugar que él describe: “a 6.000 pies sobre el nivel del mar y aún más arriba de las cosas humanas”, que Nietzche encuentra a Zaratustra.

Cada día un “yo” distinto

En su mesa de madera -hoy conservada en el segundo piso del museo-, comenzó a escribir los primeros tratados de su obra más famosa.

“Así hablaba Zarathustra” en cuyo texto el autor alemán propone los términos fundamentales de la muerte de Dios; es decir, de los ideales y valores del mundo occidental; del superhombre y su eterno regreso. Algunos críticos literarios consideraron este texto como un libro que todos pueden tener durante su vida en la mesita de noche.

Quien haya leído este libro una vez, volverá a hacerlo porque siempre habrá omitido algo. Hoy no somos el mismo hombre de ayer y mañana volveremos a ser otro, escribía Nietzsche.

1869-1879: Nietzche enseña en la Universidad de Basilea
Verano 1879: primera visita a la Engadina
1883-1888: el filósofo alquila una habitación en Sils-Maria
1960: apertura de la ‘Casa Nietzche’, un museo que reúne una vasta documentación, cartas, documentos y manuscritos originales
Nietzsche obtuvo la nacionalidad suiza durante su estancia en Suiza

-Friedrich Wilhelm Nietzche nació en Roecken, Alemania, en 1844

-Después de varios años con frecuentes signos de problemas mentales y por la sífilis, Nietzche muere en 1900

-Su filosofía propone un orden nuevo en el cual el superhombre adopta un comportamiento individualista en oposición a las masas

Traducción: Jaime Ortega

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