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“La libertad académica es impagable”

Francesco Garufo - object swissinfo.ch

Sus inicios profesionales fueron como pintor de brocha gorda. En sus ratos libros se dedicaba a estudiar. Superó los exámenes de bachillerato y universitarios y se doctoró en Historia. Hoy, Francesco Garufo es un académico que pinta como pasatiempo.

“Historia, fútbol y motos son las grandes pasiones de mi vida”, afirma Francesco Garufo, mientras saborea el primer café de la mañana, en su despacho de la Universidad de Neuchâtel. El entusiasmo es un rasgo de su personalidad que salta inmediatamente a la vista. Se ve claramente en el brillo que emana de sus ojos, muy expresivos, mientras habla.

Su trayectoria de formación refleja que este hombre de 41 años está dotado de una disciplina férrea. Y, sin embargo, hubo un periodo en su infancia en el que parecía todo lo contrario. Nacido en Zúrich, de padre italiano y madre española, Francesco cursa toda la escolaridad obligatoria en el cantón de Neuchâtel, a donde se muda la familia cuando él cuenta siete años. Primero, tiene que aprender francés. Pero una vez superado este obstáculo inicial, es un buen alumno de primaria.

Las cosas cambian en la enseñanza media. “No me gustaba la escuela, me aburría y era muy indisciplinado”, recuerda. Le encantaba, en cambio, echar una mano a su padre, propietario de una pequeña empresa de pintura para construcción. Así, en julio de 1987, tras concluir la escuela obligatoria, inicia el un aprendizaje de pintor en la empresa familiar.

Estudiante obrero

La inmersión en el mundo del trabajo le causa “un pequeño shock, porque pasaba la mayor parte del tiempo solo”. Francesco se sentía insatisfecho. “La primera cosa nada más llegar a casa era coger un libro. Leía hasta tarde, sobre todo libros de historia. Me di cuenta de que era lo que más me interesaba”.

Así, después del aprendizaje, trabaja durante un año en una empresa del cantón de Berna y ahorra todo lo que puede para costearse el bachillerato nocturno. Algo que hará puntualmente desde 1992. Durante tres años, por las mañanas trabaja en la empresa paterna, en el cantón de Neuchâtel, dedica las tardes a estudiar, y por la noche acude a clase en Lausana. Regresa a casa a medianoche y a las siete y media de la mañana está al pie del cañón en la obra. “Fueron años pesados, pero llenos de entusiasmo, de euforia. En el bachillerato nocturno tuve  docentes estupendos que me contagiaron su motivación”.

En septiembre de 1995 obtiene su título de Matura (prueba de acceso a la universidad) y, al año siguiente, comienza a estudiar en Neuchâtel: Historia, Arqueología y Ciencias Políticas. Paralelamente, continúa trabajando como pintor. Un oficio que abandonará definitivamente solo en el año 2000, cuando empieza a trabajar a tiempo parcial en la redacción del teletexto de la televisión suiza en Biel.

Mantiene esta actividad unos años después de licenciarse en Arqueología Clásica, en 2002, pero el periodismo no le cautiva. Prefiere la historia, una ciencia que “te transporta a mundos desaparecidos” y que “te hace reflexionar sobre el sentido de la humanidad”.

Satisfacción intelectual

En 2003 consigue un puesto de asistente universitario y comienza a preparar su tesis doctoral sobre la industria relojera suiza y la inmigración en el periodo 1930-1980. “Me interesaba la relación entre el sector industrial y la migración, cómo funcionaba: quién hacía venir al personal, cómo venía, cómo se reclutaba. La relojería me ofrecía un campo de estudio interesante”. Gracias a una beca del Fondo Nacional Suizo para la Investigación Científica, durante un año puede profundizar su trabajo en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. La tesis doctoral le valdrá un premio.

Hoy, Francesco Garufo está volcado en la enseñanza y las investigaciones históricas en la Universidad de Neuchâtel. Después de especializarse en el campo de la migración, ahora se ocupa principalmente de temáticas de administración de empresas, gestión y psicología laboral.

Aunque no le ofrece una seguridad laboral y la remuneración es modesta, su trabajo de asistente y docente universitario le entusiasma. “La libertad académica es impagable. Puedo dedicarme enteramente a la lectura y la investigación. No puedo imaginarme nada más bonito ni más satisfactorio”.

Ocio en familia

Una satisfacción que le recompensa los grandes sacrificios y que ha logrado gracias al apoyo de su familia: sus padres y su esposa Anne. Es una mujer “muy estimulante”, dice, a la que le unen 21 años de vida y tres hijos en común.

Francesco cita como ejemplo de valentía a su padre, que falleció repentinamente a los 60 años en 2010, pero que sigue vivo en sus pensamientos. “Él sí que era valiente. No hacía ni dos años que había llegado al cantón de Neuchâtel cuando creó su empresa. Se matriculó en cursos nocturnos de francés, gestión administrativa y contabilidad”, prosigue. Su mirada se ilumina.

“Cuando dejé la empresa para proseguir mis estudios se quedó perplejo. Le hubiera gustado que un día tomara las riendas del negocio. Pero cuando se percató de que me tomaba en serio los estudios, rebosaba de felicidad. Hemos compartido tantos momentos bonitos. Y cuando en 2008 compré una casa vieja, me ayudó a renovarla”. Hasta hoy, Francesco Garufo suele coger el rodillo y las brochas en su propia casa o en la de amigos. “Me gusta, es como un pasatiempo”.

Otro pasatiempo es la moto. “La uso prácticamente todos los días desde abril hasta noviembre”. Nos muestra la llave y el llavero: “Son de mi padre. Cuando falleció me quedé con su Suzuki 550 de los años 80. Nada más escuchar el motor, me acuerdo de él”.

El fútbol, en cambio, es una pasión que comparte con sus dos hijos varones. Pablo, de 7 años, ya juega y Tullio, de 4 y medio, tiene intención de hacerlo. Seguidor empedernido de la Juventus y exjugador, hoy Francesco es entrenador y responsable de una escuela de fútbol. “Es muy relajante: paso una mañana en el campo y no pienso en otra cosa”.

Una especie de antídoto para este historiador exigente y perfeccionista al que le cuesta despegarse del trabajo. “Pienso siempre en él, incluso de noche”, reconoce.

(Traducción del italiano: Belén Couceiro)

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