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Islandia, el asilo ártico para los refugiados sirios

Un niño sirio, parte del primer grupo de refugiados en el país nórdico, sostiene un cartel en el que se lee "Gracias Islandia", en el aeropuerto islandés de Keflavík, el 10 de enero de 2016 afp_tickers

El viento sopla a rachas y la nieve se va deshaciendo poco a poco por lluvia. ¡Bienvenidos a Islandia! Procedentes de Damasco, Jumaa y su familia viven ahora en seguridad, no muy lejos del Círculo Polar Ártico.

Con sus 330.000 habitantes, sus volcanes, sus glaciares y sus géiseres, Islandia es un destino poco común para los refugiados de la guerra de Siria.

Sin embargo, desde 2015, 92 sirios, 21 de los cuales llegaron en enero, han encontrado en este país la tranquilidad y algo parecido a un futuro.

Muchos de los que estaban exiliados en el Líbano, donde subsistieron durante varios años, fueron orientados hacia esta tierra vikinga por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

La mayoría se instaló en Reikiavik y sus alrededores, pero otros fueron recibidos en Akureiri, en el norte del país, a 70 kilómetros del Círculo Polar Ártico.

Es el caso de Jumaa Naser, su esposa y sus cinco hijos.

El Estado financia su alquiler durante un año y les asigna un subsidio para los gastos diarios. La Cruz Roja se encarga de los cursos de cultura y de islandés.

“La lengua es el principal obstáculo”, reconoce Jumaa, de bigote bien definido, que se comunica con la ayuda de un intérprete.

El crudo clima local es lo de menos.

“Somos capaces de adaptarnos a todas las condiciones aquí, ya sean fáciles o difíciles, podemos vivir con ello”, afirma. “Solo la lengua es un poco complicada. Necesitamos tiempo antes de adaptarnos completamente”, añade.

Los jóvenes sirios, incluyendo a Amjad, uno de los hijos de Jumaa, aprenden el idioma más rápidamente que sus padres.

Hacer amigos y practicar deportes locales, como el fútbol, les ha ayudado a acomodarse a su nueva patria.

“Me gusta Islandia porque es muy bonito y la gente es muy amable. Aquí, nos encanta la nieve, ¡en Siria no la veíamos muy a menudo!”, cuenta antes de tirarse al blanco suelo y dibujar una estrella.

– Hijo en el exilio –

Al otro lado de la isla, en un barrio residencial de Reikiavik, viven Mustafá y Basma.

En su apartamento de 50 m2, moderno, sobriamente decorado y a unos pasos del océano, la pareja disfruta con gratitud de la seguridad al fin encontrada, lejos del tumulto de Latakia, un puerto mediterráneo de Siria del que son oriundos.

“Tuvimos de verdad una bonita acogida”, recuerda Mustafá Akra, de 30 años, con gafas de montura fina y gorra en la cabeza.

“Los islandeses son amables, es bueno estar aquí. Por supuesto que algunos no son favorables a nuestra llegada, pero son una minoría”, cuenta.

Hostil a la inmigración, el Frente Nacional islandés, creado a principios de 2016 coincidiendo con las primeras llegadas de refugiados sirios, sigue siendo un movimiento marginal.

Obtuvo el 0,2% de los votos en las elecciones legislativas de octubre. Según un sondeo de Amnistía Internacional realizado en septiembre, el 85,5% de los islandeses desea acoger a refugiados.

“Mostrarse opuesto a la llegada de refugiados no es algo muy popular”, explica Linda Blöndal, una vecina de la pareja, que los acompaña como puede en el camino de la integración.

De su tierra de acogida, prácticamente no sabían nada antes de pisarla. “Nunca habíamos oído hablar de Islandia antes de venir aquí, ¡como mucho podíamos situar el país!” en un mapa, explica Basma, que lleva hiyab.

Mustafá, robusto y muy trabajador, acabó por encontrar un empleo, no sin esfuerzo, al no hablar ni islandés ni inglés.

En Siria, había sido taxista, mecánico de automóviles, cocinero, pintor, electricista… Ahora, trabaja en Ali Baba, un restaurante de especialidades de Oriente Medio del centro de Reikiavik.

La familia crecerá muy pronto, pues Basma dará a luz a su primer hijo, un niño, en las próximas semanas. “Estoy orgullosa de que nazca en Islandia, en seguridad y en un país magnífico”, confía la futura madre, de 28 años.

Islandia registró el año pasado a 791 solicitantes de asilo, la mayoría ciudadanos de antiguos países de los Balcanes. Solo 100 consiguieron el estatus de refugiado, incluyendo 25 iraquíes, 17 sirios y 14 iraníes.

Hace un año, el primer ministro, Sigmundur David Gunnlaugsson, recibió en persona en el aeropuerto a seis familias sirias llegadas del Líbano. Y el lunes, el jefe de Estado, Gudni Johannesson, dio la bienvenida a otras cinco en la residencia presidencial.

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