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“Paraguay, tierra de mujeres”: Martinessi

Un hombre y dos mujeres
En FILMAR en América Latina, en Ginebra: Marcelo Martinessi, cineasta paraguayo; Vania Aillon, directora del festival y Luisa Ballín, responsable de prensa. FILMAR

Con su primer largometraje en la mochila y un cúmulo de premios internacionales acumulados, el cineasta paraguayo Marcelo Martinessi visitó Suiza este mes de noviembre para participar en los principales festivales helvéticos de cine latinoamericano.

Su película Las Herederas, abrió el Festival FILMAR en América LatinaEnlace externo en la ciudad de Ginebra y, días más tarde, se exhibió en Pantalla Latina de San Gall. “Son muy importantes estas exhibiciones en Suiza”, afirma con entusiasmo. Puedo, desde aquí, presentar nuestro continente de una forma lúcida y sin la urgencia de lo cotidiano. Darle visibilidad cultural a mi país y a América Latina, a través de la cámara, subraya a swissinfo.ch.

“La película se escapó de la pantalla”

Esta presencia en Suiza “me permite tomar un poco de distancia del impacto que tuvo en Paraguay. Siento que allá se escapó de la pantalla para generar nuevos debates en una sociedad donde se reflexiona muy poco. Eso me parece algo muy importante” subraya en esta entrevista exclusiva.

A pesar del éxito de Las Herederas en varios festivales, incluyendo dos Osos de Plata en el de Berlín en febrero pasado, el joven comunicador, director y guionista relativiza el valor de las preseas. Y aprovecha cada espacio mediático para hablar de su país, Paraguay, de la compleja realidad actual, de las frustraciones históricas, así como de sus propias y perennes convicciones.

“Una película ganadora no es la que obtiene galardones sino la que vive en el tiempo”, afirma Marcelo Martinessi para relativizar el éxito significativo de su primer largometraje, al que acompaña como padre a hijo en un periplo internacional que tuvo inicio, pero pareciera no tener fin.

Y agrega, “no me quiero confundir con los premios hasta ahora obtenidos”. Si bien significa que el filme tocó a muchas personas y motivó reacciones positivas, es también cierto que existen muchas producciones de excelente calidad que nunca tuvieron preseas, explica. “Es genial y positivo constatar que se reconoce que es una película que se realizó con honestidad. Sin embargo, el reconocimiento máximo para mí, en tanto realizador, sería que mis películas vivan en el tiempo”.

Darle la voz a los sin voz

Y esa ambición parece ser ya un signo de la breve, pero significativa producción de Martinessi. En todo caso si se contabiliza el impacto de su filme anterior, el documental de solo 11 minutos La voz perdida, sobre los campesinos masacrados de Curuguaty, el 15 de junio del 2012, hecho que luego desencadenaría – como pretexto- el juicio político contra el entonces sacerdote/presidente Fernando Lugo.

Hablar sobre ese documental, así como rememorar esa breve etapa histórica de un gobierno progresista, periodo en el cual fue uno de los fundadores y director de la naciente Televisión Pública, resucita dolores y frustraciones.

“2012 fue un año crucial. Dirigía entonces la televisión pública cuando se da el Golpe de Estado contra el Gobierno de Lugo. Había un sector oscuro de la sociedad que necesitaba ese Golpe, que tuvo un impacto directo y doloroso en las pequeñas conquistas de los sectores menos privilegiados de la población”, enfatiza.

A nivel personal, completa, significó “distanciarme definitivamente de esos sectores privilegiados que apoyaron dicho Golpe solamente porque sentían amenazados sus privilegios. Yo tenía entonces 39 años. Fue algo difícil, pero a la vez hermoso, porque a pesar de la crisis y el dolor, fui perdiendo el sentido de pertenencia a ese lugar social de origen que siempre – de una u otra forma – ha sido una cárcel. Y eso me permitió buscar nuevos espacios, abrir nuevos horizontes”.

Y desde entonces, el autoexilio en Brasil; la carrera cinematográfica en explosión; La voz perdida y el premio al  mejor cortometraje en la sección Horizontes de la 73 Muestra Internacional de Arte Cinematográfico de Venecia en 2016; así como el  posterior parto de Las Herederas, que permitió atraer -aunque sea por instantes- las cámaras y reflectores internacionales hacia ese país sudamericano de cinematografía incipiente y con una historia repleta de contradicciones y resistencias pendiente de ser contadas.

“La pregunta esencial: ¿dónde está la libertad?”

La coproducción de Paraguay/Uruguay/Alemania/Brasil/Noruega y Francia narra la vida cotidiana de Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irún), una pareja lesbiana, ya adulta, y de origen social privilegiado.

Resultado de una crisis económica, las protagonistas deben liquidar la casa familiar de decorados oligárquicos. A la desconstrucción mobiliaria se le une la condena a Chiquita, que debe purgar una pena en la Cárcel de Mujeres en la capitalina Asunción. Se superponen así, con particular fuerza dramática, dos realidades sociales polarizadas, que empujan a la pareja a recorrer caminos personales inimaginables.

“La pregunta de dónde está realmente la libertad es eje del filme”, afirma Martinessi. Recuerda haber pasado gran parte de su vida en ese mundo de mujeres de clases privilegiadas y haber conocido muy bien, como realizador de reportajes documentales, el mundo de esa prisión marginal. Y junto con esa pregunta, nacen respuestas abiertas -e inconclusas-, impregnadas de una llamativa sensibilidad femenina que hacen de este drama, según la crítica especializada, una verdadera locomotora de referencia para la joven cinematografía paraguaya.

“Está llena de diálogos y situaciones de un mundo femenino que conozco muy bien desde la infancia. Desde el orden simétrico en una bandeja de plata -muy similar a la que utilizaba una tía- hasta el mundo de chismes que conocí de niño cuando acompañaba a mi madre a la peluquería. Todo era muy nuevo y fuerte para mí”.

Para narrar mejor este mundo contó con el apoyo de las actrices que le dieron una particular fuerza emotiva a los personajes centrales. “Paraguay es tierra de mujeres y más allá de los cánones machistas son ellas las que tejen la fibra interna de la sociedad”, reflexiona el realizador.

Imposible separar a Martinessi de Paraguay, ni a Paraguay del hoy exitoso realizador, vanguardia de la producción fílmica de un país que busca identidad en sus imágenes. Sin olvidar, como lo recuerda en este diálogo, que no se puede separar al cine paraguayo de las seis décadas de oscuridad, de un mismo partido en el gobierno, con fuerte presencia militar, que devastó todo, incluso, las ideas.

A pesar de esa historia, existe hoy una generación ávida de contar historias. Y como lo demostró la proyección de Las herederas, existe también un país fascinado en mirarse a sí mismo, a través de su propio espejo, mostrado por una cámara.

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