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La Clínica de la Cruz Roja contra los traumas de la guerra

ZVG

La discreción es alta prioridad en la Clínica de la Cruz Roja Suiza en Berna donde acuden pacientes para recobrar la estabilidad en sus vidas.

En un segundo piso de un complejo moderno y austero a las afueras de la capital suiza reciben apoyo personas que padecen las secuelas de la tortura y la guerra.

Allí, aproximadamente 20 especialistas procuran que los afectados puedan encontrar de nuevo un significado a sus vidas.

“Atendemos a hombres, mujeres y niños que han sufrido la experiencia de la tortura u otros traumas por la guerra en su países de origen”, indica Angelika Louis, jefa de la clínica dedicada a atender de modo ambulatorio a sus pacientes.

“Ellos vienen de todo el mundo. Tratamos entre 310 y 320 personas al año”.

Este centro podría también recibir a los eventuales detenidos de la prisión estadounidense de Guantánamo, que Suiza podría aceptar dentro de sus fronteras en el futuro, comenta, por su parte, René Rhinow, de la Cruz Roja Suiza.

De acuerdo a un estudio, uno de cada cuatro refugiados aceptados en Suiza sufre las repercusiones de la violencia sistemática.

No es fácil para los pacientes narrar los detalles de la crueldad vivida, ni resulta sencillo para los especialistas escuchar esos horrores.

Los pacientes vienen a la clínica voluntariamente porque se han enterado por sus conocidos, o han sido enviados por sus médicos o por las instituciones que tratan con la comunidad refugiada.

Severos traumatismos

En muchos casos, estos pacientes sufren de traumatismos severos.

“Se pueden ver casos de trastornos postraumáticos, es decir, de gente que recuerda acontecimientos traumáticos, llenos de ansiedad y excitación”, explica la encargada de medicina y terapia, Brigitte Ambühl. “Viven una situación en la que creen que en cualquier momento podrían estar muertos.”

Su vida gira en torno a este sufrimiento: “Están llenos de desconfianza, evitan el contacto social y viven, a veces, como en una prisión”.

En estos casos tienen también problemas físicos como alta presión arterial o dolor crónico. Algunos presentan una depresión severa. Y no sorprende la dificultad para definir el mejor modo de tratarlos.

“Primero los auscultamos y escuchamos de sus labios lo vivido, aunque no la historia entera, sino lo que pueden soportar narrar y nosotros escuchar. Lo suficiente para después realizar un plan de terapia o de tratamiento”, señala Ambühl.

Tres partes

Hay tres partes de este servicio, el tratamiento médico, la psicoterapia y la orientación social.

“Aconsejamos a la gente sobre cuál sería el mejor camino para ayudarles. Para la gente con dolor crónico o problemas de concentración ofrecemos la terapia en pequeños grupos con fisioterapeutas y psicólogos”.

Ellos son entrenados para aplicar estrategias para poder dominar, tolerar, reducir o minimizar esas manifestaciones agotadoras y malos recuerdos.

“Sobre todo para los niños tenemos grupos para jugar y escuchar cuentos de hadas, de modo que puedan representar los acontecimientos traumáticos y así, poderles dar los recursos para pode enfrentarlos.” añade Ambühl.

Las víctimas que acuden a la clínica de atención externa han sufrido físicamente, pero sobre todo psicológicamente.

Déficits psicológicos

“Usted no puede verlos, ellos no pueden mostrarlos … y ellos los llevan durante toda su vida. Ese es justo el objetivo de la tortura: no dañar el cuerpo, pero inyectar déficits psicológicos.

“Si acuden a nosotros, vienen llenos de esperanza de que podamos ayudarles a escapar de ello, pero eso es una ilusión. Ellos tienen que vivir con ello. Esto es parte de la terapia, a la que llamamos ‘el duelo’. Tienen que afligirse por sus pérdidas y aceptarlas”, explica Ambühl.

Uno de los primeros pasos en el tratamiento es preguntarles cómo pudieron sobrevivir ante esas condiciones extremas. En la clínica no los llamamos víctimas, sino sobrevivientes, lo que debemos tratar con mucho cuidado en nuestra relación con ellos.

“Ellos no confían más en otros seres humanos. Si usted abre la ventana, debe antes anunciarlo porque de otra manera podría dañarlos. Todo implica un sentido altamente sensible. Es la base de la relación”.

Y no sólo implica una gran tensión para los pacientes, sino también para el personal que cuida de ellos.

Estremecimiento

“Sí, esto es verdadero. Para mí personalmente, es interesante escuchar lo que los seres humanos son capaces de hacer a otros y, por otra parte, estremecerse con ellos. Siempre significa una nueva confrontación, también para mí… porque siento empatía con ellos”, confiesa Ambühl.

La directora de la clínica, Angelika Louis, indica que, lamentablemente, la demanda de clínicas de atención externa, como ésta, probablemente no disminuirá debido a la situación política en el mundo entero. Y a esto se suma el espinoso problema del dinero.

“El financiero es nuestro mayor problema. Tenemos varios patrocinadores que nos ayudan, pero no resulta fácil mantener este apoyo. El actual clima económico no es favorable a nuestras demandas de dinero”, lamenta.

Robert Brookes, swissinfo.ch
(Traducido por Patricia Islas Züttel)

La clínica permite a los afectados trabajar sus experiencias traumáticas, desarrollar sus habilidades personales y consolidar la familia y recursos sociales.

Una salud buena, autodeterminación y dignidad son una condición clave para que estas personas puedan integrarse em la vida social.

El asesoramiento y entrenamiento para los profesionales que trabajan en este sector proporcionan el apoyo específico para asesorar a la gente traumatizada.

Se realizan campañas de concientización al público para comprender que las personas refugiadas en Suiza sufren traumas inducidos por la violencia.

La clínica tiene un presupuesto anual de alrededor de 3 millones de francos suizos (2,8 millones de dólares). La mayor parte proviene de la Cruz Roja Suiza, más donativos.

El personal de la clínica incluye a doctores, psiquiatras, terapeutas físicos, psicólogos y consejeros sociales que trabajan en equipos interactivos.

En Suiza, el intercambio de conocimientos y experiencias está basado en contactos entre la clínica de Berna y centros de terapia en Zúrich, Ginebra y Lausana.

La clínica también trabaja en cooperación con varias instituciones universitarias. En Berna se mantiene una cooperación profesional con el hospital Lindenhof.

A nivel europeo, la clínica cultiva encuentros regulares con profesionales de otros centros de rehabilitación de las víctimas de tortura y guerra.

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