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La Fundación Pestalozzi apoya a 100.000 niños

Educación por radio, alternativa de estudio en áreas pobres. Stiftung Pestalozzi

En Suiza se dedica a acoger a niños y jóvenes que de otro modo tendrían más difícil el camino de su superación personal y en más de diez países -entre ellos, tres centroamericanos-, apoya proyectos de educación.

Su objetivo principal es otorgar mejores opciones para los niños en desventaja.

El pueblo suizo de Trogen, situado en las faldas de la montaña Gäbris y con vista al Lago de Constanza (fronterizo con Alemania), debe su relativa fama a la Aldea Pestalozzi.

Con 1.800 habitantes, este paraje del cantón Appenzell Rodas Exteriores, invita al visitante a practicar el senderismo y reposar por unos días en la quietud de su entorno.

A 30 minutos por carretera de la ciudad de San Gall, Trogen se autodenomina como “pueblo abierto a las culturas”.

Y lo es. En las votaciones federales de septiembre de 2004, fue la única localidad del este helvético en apoyar la naturalización facilitada para los extranjeros que han vivido toda o gran parte su existencia en Suiza y cuyos padres o abuelos emigraron al país alpino en la segunda mitad del siglo pasado en busca de un mejor futuro.

Efectivamente, Trogen fue la única de 224 comunas que comprenden los cantones de San Gall, Thurgau y los dos semicantones de Appenzell Rodas (Exteriores e Interiores) en aceptar la tentativa – tildada por una mayoría como “demasiado progresista” – de otorgar el pasaporte helvético a miembros de la comunidad extranjera con raíces profundas en Suiza.

Acostumbrados al ambiente multicultural

Incluso Trogen ya ha aceptado el voto comunal a los extranjeros que residen allí. Y es que sus habitantes desde hace 60 años están acostumbrados a ver pasar, a niños y jóvenes llegados de lejanas latitudes, del Tíbet, de los territorios de la ex Unión Soviética, de los Balcanes, etc.

Gente de otras tierras que ha sido recibida en la Aldea Pestalozzi, fundada en 1946, por el filósofo suizo Walter Robert Corti.

Lleva el apellido del educador más grande de la historia, el suizo Juan Enrique Pestalozzi, quien fue la fuente de inspiración para dar nombre y sentido a la aldea.

Los primeros beneficiados del concepto en Trogen fueron niños que perdieron sus hogares tras la Segunda Guerra Mundial (tal y como lo fueron en su tiempo los niños huérfanos que Pestalozzi acogía).

Adaptándose a los vientos del cambio

La primera vez que la Aldea recibió a niños extraeuropeos fue en 1960: Veinte niños tibetanos encontraron un nuevo hogar en Trogen, tras la invasión china al Tíbet.

En años posteriores ha recibido a niños de Túnez, Polonia o Etiopía… e incluso a familias completas de Vietnam.

A lo largo de su historia, la Aldea Pestalozzi se ha sabido adaptar para responder a las necesidades que los acontecimientos internacionales y locales imponen.

Tras el conflicto en los Balcanes dio cobijo a niños expósitos de la región de Bosnia Herzegovina y desde 1997 brinda reposo y una mano amiga a niños de áreas marginales de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, víctimas del accidente de Chernobyl.

Lucha contra la exclusión social

Desde 1994, la Aldea tiene entre sus objetivos principales el de ser un hogar para niños y adolescentes que viven en Suiza en condiciones desfavorecidas. Muchos de ellos tienen raíces extranjeras. Otros han sufrido diversos tropiezos que han mermado sus notas escolares y su desarrollo social.

“La aldea ofrece una asistencia psicopedagógica en un ambiente multicultural”, explicó a swissinfo Carmelina Castellino, responsable de Comunicación en la Aldea Pestalozzi.

“La mayoría de los chicos que viven aquí se sienten atrapados como entre dos frentes, el círculo local y el familiar, lo que les provoca una constante búsqueda de su identidad.”

Por eso la fundación ofrece a los jóvenes inmersos en estas circunstancias un espacio para poder aprender a desarrollarse en la cultura helvética de forma paulatina, sin dejar de lado la otra parte de su “yo”.

Para algunos la historia comenzó cuando su madre casó con un suizo, o llegaron a este país con sus padres, como refugiados, o fueron adoptados, agrega Castellino.

Lo cierto es que en las biografías de algunos no son ajenas las historias de descuido, violencia o explotación sexual.

Se les apoya en sus estudios con programas especiales adecuados a sus necesidades y con el valor agregado de inyectar el espíritu de saber convivir en un ambiente multicultural, en el que cada chico reconoce ser parte integrante de un engranaje que lo requiere, con deberes y derechos bien definidos.

Mejor integración

La Aldea Pestalozzi es la única en Suiza que se ocupa de la convivencia, educación y comprensión multicultural centrada en uno de los grupos más vulnerables dentro de una sociedad compuesta por un amplio mosaico de nacionalidades y en el que los conflictos de integración no son ajenos.

Además es sede de intercambios culturales entre clases de colegios suizos y del este europeo y ofrece una completa gama de cursos especializados para personal docente y sectores implicados (incluidos los padres del estudiante) en la convivencia multicultural. Una oferta que responde a las problemáticas del día a día helvético en las aulas.

Markus Mader, director de la Aldea, ilustró el ambiente multicultural que allí se respira al explicarnos que actualmente se encuentran viviendo en sus cabañas niños de unas 12 nacionalidades, pero “que han vivido en Suiza y que han tenido problemas de integración”.

“Un lugar donde la gente es muy sensible a las diferentes culturales, por lo que es un excelente sitio para ellos.”

Mader agregó que las chicas y chicos de la Aldea tienen así la posibilidad de “reflexionar sobre su cultura y la de Suiza”.

En medio de ese diálogo intercultural “se observan y se analizan las diferencias, las cosas comunes y, después, pueden responderse a la pregunta de ¿quién soy? y ¿cómo puedo integrarme mejor en esta sociedad?

Los jóvenes de la Aldea, con edades comprendidas entre los 8 y los 23 años, “provienen de países como Burundi, Mozambique, Angola, un joven de Centroamérica, otro de Brasil, de la Península de los Balcanes y de Suiza”.

Sin embargo, los esfuerzos de la Fundación van mucho más allá de las fronteras suizas.

En unos 10 países respalda programas que, en total, benefician a cerca de 100 mil niños y jóvenes, gracias al sostén de la población suiza con sus donativos y a la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).

Ver en MÁS SOBRE EL TEMA: ‘Acercando la escuela en Honduras’ y ‘Poniendo semillas en terreno fértil’.

swissinfo, Patricia Islas Züttel

Creador de la Aldea Pestalozzi: Walter Robert Corti (1910-1990)
El pueblito lleva el nombre del suizo Johann Heinrich Pestalozzi (1746 – 1827)
Niños y jóvenes beneficiados por los proyectos en los programas que apoya en 10 países: 92.000
En Centroamérica: 18.000

En total, unos 100.000 niños y jóvenes resultan beneficiados con sus programas de ayuda, concentrados especialmente en el acceso a la educación.

La Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) apoya financieramente a los proyectos en el exterior de la Fundación Pestalozzi.

COSUDE En 2004 dirigió a la Fundación dos millones 360 mil francos.

La Cadena de la Solidaridad, la colecta nacional helvética que año con año reúne donativos en toda Suiza para ayudar a las víctimas de catástrofes naturales o para los menos favorecidos dentro y fuera del país, también apoya algunos de sus proyectos en el extranjero.

En 2004 le otorgó 75.000 francos.

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