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Las minorías se apoderan de su destino en Irak tras el fin del grupo EI

Unos niños iraquíes de la comunidad shabak limpian los escombros de sus casas en la localidad de Baz Gerkan, al este de Mosul, destruidas por el grupo yihyadista Estado Islámico, el 10 de enero de 2018 afp_tickers

En la rotonda de la entrada de Bartalla se ve todavía un árbol de Navidad y, adosados al tronco, carteles que honran a los “mártires” de la etnia shabak, que como tantas minorías étnicas o religiosas de Irak aprovechan el fin de los yihadistas para apoderarse de su propio destino.

En la localidad de Baz Gerkan, donde la mayoría de las casas han sido dañadas o devastadas por los combates, los habitantes de la minoría shabak han reconstruido su escuela, gracias al aporte de fondos.

A algunos kilómetros de ahí, han reconstruido el santuario del imán Rida, el octavo de los doce imanes del islam chiita, que fue destruido con explosivos por los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI), que consideran a los chiitas herejes.

Los shabaks, que son unos 60.000 en Irak, tienen su propio idioma y afirman haber llegado hace varios siglos del norte de Irán.

Sus lugares de culto, como los de los cristianos, yazidíes y otras minorías, fueron atacados por los yihadistas.

Tuvieron que abandonar sus pueblos durante los tres años de ocupación del EI.

– Reconstruir lugares de culto –

Los cristianos no son hoy más de 400.000, contra más de un millón antes de 2003, es decir, apenas más del 1% de la población.

Hoy, varios meses después de la reconquista de la totalidad de la provincia de Nínive, se están renovando iglesias y monasterios y resuenan por primera vez en cuatro años los cánticos navideños.

Por su parte, los yazidíes, minoría de idioma kurdo adepta a una religión esotérica monoteísta, lograron reconstruir 20 de sus 23 templos destruidos con explosivos por los yihadistas en la zona de Bachiqa, al este de Mosul, gracias a donaciones.

Muatasem Abed, de 47 años, se sumó al Hashd al Shaabi -movilización popular, en árabe- tras el llamamiento en 2014 de la mayor autoridad chiita de Irak, el gran ayatolá Ali Sistani, a combatir a los yihadistas.

Esta heterogénea movilización coaligó a grupos armados y unidades de civiles que tomaron las armas, bajo la autoridad del primer ministro.

Una vez terminados los combates, Muatasem mira hacia el futuro. “Hay que reconstruir el santuario (del imán Rida), hacerlo más grande y más bello, para decirle al EI que no ha ganado”, afirma a la AFP este shabak, aún con su uniforme.

– ‘Fuerzas locales’ –

Aunque la vida vuelve a la normalidad, se han instalado puestos de control, pero los hombres armados que se ocupan de ellos son generalmente miembros del Hashd y proceden de las minorías presentes en la región: shabaks, turcomanos, cristianos, yazidíes.

Para garantizar la seguridad en la zona, Irak -que anunció a finales de diciembre el “fin de la guerra contra el EI”- apuesta por las fuerzas locales, que conocen a los habitantes, hablan su idioma y detectan más fácilmente a los intrusos.

“Incluso antes que el EI, otros grupos terroristas como Al Qaida, intentaron expulsar a las minorías”, dice a la AFP Zein al Abidin Jamil, un comandante shabak del Hashd. En la época, grandes zonas quedaban fuera del control de las fuerzas gubernamentales.

Un policía, también shabak, se acuerda de los tiempos en que iba a Mosul, pero siempre con su patrulla. “A Mosul iba en patrulla, nunca a título personal. Un chiita solo, ¡habría sido una locura!”, declara.

Los sunitas, minoritarios en Irak, constituyen la mayoría de los habitantes de Mosul. Muchos de ellos se sumaron al EI y murieron en combate, mientras que sus familias han huido del lugar, aseguran los habitantes de la zona.

– Responsables de la seguridad –

Hoy, varios meses después de la reconquista de Nínive y de su capital, Mosul, “somos responsables directos de la seguridad ante los ciudadanos”, afirma el comandante Jamil.

Estos combatientes locales constituyeron un apoyo esencial para las fuerzas iraquíes durante la batalla contra los yihadistas, gracias a su conocimiento del terreno.

Pero su pertenencia a comunidades martirizadas podría conducirlos a sangrientos ajustes de cuentas y venganzas, según organizaciones de derechos humanos.

Human Rights Watch (HRW) acusó recientemente a combatientes yazidíes de haber secuestrado a 53 civiles sunitas, en represalia por las matanzas, secuestros y esclavitud perpetrados por el EI contra los yazidíes.

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