Perspectivas suizas en 10 idiomas

Isabelle Eberhardt, pionera entre las escritoras viajeras suizas

Vieille photo d une femme en costume arabe.
Isabelle Eberhardt, en el desierto del Sahara, hacia el 1900. Getty Images / Apic

Abrió el camino de las mujeres suizas que se dedican al periodismo y a la literatura sobre viajes. Caída en el olvido, la escritora ginebrina Isabelle Eberhardt ha sido el tema de una exposición en Ginebra. Su rica identidad le permite tener una perspectiva doble, tanto sobre Occidente como sobre Oriente.

“Con un ojo, observar el mundo exterior, con el otro, mirar el interior”. La frase pertenece al célebre pintor italiano Amedeo Modigliani. Isabelle Eberhardt, quien firmaba sus manuscritos con un ojo, hubiera podido hacerla suya. Un ojo dibujado debajo de una carta de amor que hace parte de la exposición. Isabelle la dirige a Slimène Ehni, su marido tan amado. Le escribe en francés: “Te abrazo con todo mi corazón que te pertenece…” y continúa en árabe “…en este mundo terrenal y por la eternidad”.

Los dos idiomas se mezclan en una caligrafía de gran calidad. Y expresan la riquísima cultura e identidad de esta suiza políglota, nacida en 1877, que a los 20 años quitó Ginebra para instalarse en Argelia. Donde encontrará la muerte a los 27 años, arrastrada por la crecida de un río en Aïn Sefra. 

Vestida de hombre

Rostro múltiple de una mujer sedienta del más allá: de una parte, la civilización occidental, de otra, la oriental. Entre las dos, va y viene el ojo íntimo, pero siempre abierto de Isabelle Eberhardt, escritora y aventurera audaz, a menudo vestida de hombre, confrontando la percepción sobre su identidad, lo que atrae y, al mismo tiempo, da miedo.  Miedo a los hombres.

Isabelle Eberhardt es compleja. “De una a la otra” se denomina, en efecto, la exposiciónEnlace externo que le ha dedicado la ‘Maison de Rousseau et de la Littérature’ ha mostrado al público manuscritos, dibujos, fotos y documentos oficiales, en un pequeño museo ginebrino, la ‘Maison Tavel’. 

Veille photo de femme en costume de marin
Isabelle Eberhardt vestida de marinero, en 1901. Collection Roger-viollet

Para interpretar la visión de Isabelle Eberhardt, es importante la opinión de Karelle Ménine, comisaria de la exposición. Quien afirma: “Tuve que luchar durante mucho tiempo para poder organizar esta manifestación. Isabelle Eberhardt había caído en el olvido, a diferencia de Ella Maillart y a Anne-Marie Schwarzenbach, a quienes, le había abierto el camino. Hay que decir que en la época de Eberhardt, la literatura femenina no tenía el suficiente reconocimiento para una difusión amplia. Y que Isabelle, habiendo partido de Ginebra muy joven, no tuvo el tiempo de hacerse en Suiza de amigos que la hubieran defendido y hubieran podido difundir su obra después de su muerte”.

Manuscritos salvados del agua  

Novelas (“Trimardeur”), notas de viajes, (“Sud Oranais”, entre otros), cuentos, reportajes, cartas de amor…. la obra completa de Isabelle Eberhardt es publicada hoy por la editorial parisina Grasset. En la exposición, uno de sus cuentos, “Horas de Túnez”, se puede leer en un soporte electrónico. En cuanto a los manuscritos, fueron prestados por el Archivo Nacional de Ultramar de Aix-en-Provence.

“Francia los conservó. Era la época de la colonia. Gracias a Lyautey (futuro general del ejército francés, presente en Argelia), ciertos manuscritos fueron salvados del agua, luego de la crecida del río. Isabelle los llevaba consigo. Lyautey la conocía: para encontrar sus huellas envió “un equipo de investigadores a Aïn Sefra», explica Karelle Ménine. 

Durante su estadía en Argelia, Eberhardt escribió numerosas historias, publicadas en un periódico argelino francófono Al-Akhbar, entonces dirigido por un francés, Victor Barrucand. Quien censuró algunos de sus relatos, “corrigiendo y manipulando a su voluntad la pluma de la autora ginebrina”, lamenta Karelle Ménine, antes de añadir: “¡Qué pena, porque era una estilista!”

De un medio anarquista 

Su escritura tan bella corresponde con su rica cultura. Nacida en un medio anarquista, Isabelle Eberhardt fue educada por un profesor ruso de origen armenio, quien supuestamente era su padre. 

Oficialmente, ella fue una hija ilegítima de Nathalie Eberhardt, pensionada moscovita que huyó de la Rusia zarista para establecerse en Ginebra. Por tal razón, la pequeña Isabelle creció en un medio abierto a los cambios de la Historia, ávida de conocimientos y rebelde a toda forma de autoridad. Rigurosa, la policía ginebrina observa de muy cerca a la familia Eberhardt, catalogada de anarquista.

¿Es para escapar a la asfixiante Ginebra que Isabelle decide buscar la libertad en el desierto argelino? Tal vez. Allá, encuentra en todo caso el espacio que le conviene y adopta el sufismo. “Lo que le gusta de esta religión es su filosofía humanista. Ella necesitaba fraternidad. En el desierto, buscaba una autenticidad de vida, lo opuesto de lo que era, ya en esa época, la Europa industrial e individualista”, concluye Karelle Ménine.

(Traducción: Sergio Ferrari)

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