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Huertos familiares - mi pequeña parcela

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Familiengärten


Ester Unterfinger
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Los huertos familiares fueron durante mucho tiempo un símbolo de la pequeña burguesía suiza. Hoy en día son muy populares entre gente de todos los países como lugar de descanso y reposo. El italiano Vito, la turca Birsen, y el portugués Vaz nos cuentan.

Coloridas banderas nacionales ondean al viento sobre los huertos familiares situados al pie del monte Uetliberg, al lado de Zúrich. El tiempo veraniego ha llevado a los aficionados a la horticultura a sus pequeñas parcelas y todos ellos se afanan en su trabajo. Las flores iluminan los arriates, y en los bancales crecen verduras y hortalizas. Los niños no paran de brincar por todas partes y la brisa huele a leña de carbón. En el aire perfumado con hierbas se palpa un ambiente feliz.
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“Tengo el huerto desde hace tres años. ¡Es fantástico! La vista, las hortalizas frescas... Sientes libre tu cabeza. Y es una enorme satisfacción ver crecer las cosas.

Además, a mi hija pequeña le gusta jugar con las niñas vecinas y así puede desfogarse un poco. Es importante que los niños dispongan de espacio”.

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“Hace nueve años que vendimos nuestra casa y desde entonces no hemos vuelto a tener jardín. Pero lo echaba tanto de menos que buscamos un huerto familiar.

Adoro mi biotopo con sus ranas y sus peces. Mi marido se ocupa de las verduras bio y yo me encargo de hacer los batidos. ¡Están deliciosos!

Tenemos vecinos simpáticos, una vista genial y, además, no utilizamos ningún tipo de veneno para los rosales”.
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Los huertos familiares no siempre fueron un lugar dedicado exclusivamente a actividades de ocio; en el siglo XIX las familias rurales fueron tan dependientes de este autoabastecimiento como algo más tarde lo fueron las familias obreras. Ya en un contexto urbano, estas familias podían dedicarse al cultivo de patatas y hortalizas en pequeñas parcelas situadas a las afueras de la ciudad.

La construcción de viviendas de la época concedía gran importancia a crear huertos en los barrios obreros. Se consideraba que el trabajo en el huerto debía inculcar valores familiares y de diligencia en el trabajo y, al mismo tiempo, mantenía a los trabajadores alejados del alcohol y la política.

En alemán se denomina a estos huertos Schrebergarten, tomando el nombre del pediatra alemán Moritz Schreber, hoy muy discutido, que era partidario de practicar una intensa actividad física para reprimir el placer y el deseo.
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“Nosotros mismos producimos casi todo lo que comemos. Sabe tan rico, no hay comparación con el supermercado.

Nos encanta la naturaleza y tenemos este huerto desde hace tres años. Aquí puedes airear el cerebro.

Nuestros hijos, ya adultos, vienen a menudo para hacer barbacoa con sus amigos“.
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“Tenemos el huerto desde hace dos años, y todavía tenemos mucho que aprender. No es tan fácil como parece.

Nos gusta cocinar aquí y hacer barbacoa, es más agradable. Hacemos todo juntos y es divertido.

Los niños se encuentran en la naturaleza y pueden jugar libremente“.
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En Suiza, los usuarios de estos pequeños huertos se organizaron en asociaciones y en 1925 fundaron una federación nacional. Hoy la Schweizer Familiengärtner-Verband FSJF (Asociación suiza de huertos familiares) cuenta con 24 500 miembros, que representan una superficie equivalente a cerca de 900 campos de fútbol. Como institución social, ofrece a sus miembros la posibilidad de disfrutar de actividades de ocio creativas y productivas.

Los huertos familiares son el pulmón verde de una ciudad. Son también un espejo de la sociedad y su tiempo. Constituyen un importante lugar social y de integración en las ciudades y barrios. La FSJF trabaja en proyectos en los que tienen cabida niños, personas mayores y refugiados.
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“Estoy en la junta directiva de la Asociación de Huertos. Es importante implicarse. Aquí también hacen falta normas para trabajar amistosamente con unos y otros.

Tengo el huerto desde hace cinco años. Y quiero que mis hijos sepan cómo crecen las cosas que comen y qué cuidados necesitan.

Para mí es una compensación al trabajo, puedo pensar en otras cosas. Me gusta venir al huerto incluso en invierno“.
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“¡Sencillamente, el huerto es muy divertido! Lo que más nos gusta es hacer pizza y festejar con nuestros amigos y familiares. ¡Lo importante es vivir!

Aquí nos relajamos de la rutina, tomamos el sol y nuestros hijos vienen también con gusto”.
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Pero esta situación idílica no siempre está exenta de conflictos. Muchos jóvenes y familias que alquilan un pequeño huerto no disponen de tiempo suficiente para atender las parcelas según las reglas, y se les recuerda que deben mantenerlas en orden. Prefieren disponer de su espacio verde para pasar una agradable tarde de barbacoa a arrancar las malas hierbas.

Y en un contexto altamente pluricultural, no siempre es fácil conciliar las distintas necesidades. Por eso existen en Suiza muchos huertos familiares que están sujetos a una férrea ordenanza.
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“Desde la fundación de este huerto familiar en 1965 somos miembros de la asociación. Nos encantaría quedarnos aquí eternamente. Las hortalizas, las hermosas flores y el descanso, ¡eso no tiene precio!

Valoramos mucho la buena vecindad y la disposición a echar una mano.

Pero cuando llega el otoño y hay que hacer limpieza, entonces, de verdad, es mucho trabajo”.
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“Tengo graves problemas de espalda y por eso ya no puedo cultivar el huerto. Sin embargo, desde hace doce años me encuentro aquí muy a gusto.

A menudo mi perro y yo venimos aquí y nos sentamos a meditar”.
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