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Flautas dulces helvéticas, calidad superior

Nahaufnahme beim Zuritzen
Joel Meyer sticht mit dem Beitel das Labium, die dünne Holzzunge, die für die Klangproduktion der Blockflöte verantwortlich ist. Die Seitenränder des Labiums werden mit selbst hergestellten Spezialmessern in die definitive Form gebracht. Die Jungunternehmer müssen viele Werkzeuge selbst herstellen, weil sie im Verkauf nicht existieren. Ester Unterfinger/swissinfo.ch

La empresa familiar Meyerrecorders fabrica las mejores flautas dulces del mundo. ¿Cómo se ganan la vida los tres jóvenes empresarios Joel y Sebastian Meyer, así como Madeleine Imbeck, con este instrumento a menudo infravalorado?

Cuando era joven, Ernst Meyer, el padre de Sebastián y Joel, quiso dedicarse a la teoría musical pura. Recurrió entonces a la flauta dulce, un instrumento que no le permitía perderse en el virtuosismo. Sin embargo, pronto se sintió insatisfecho con su instrumento y comenzó a perfeccionar las flautas que compraba. Como no obtenía el resultado deseado, empezó a fabricar sus instrumentos él mismo.

Un profesor estricto

Autodidacta, Ernst Meyer construyó flautas dulces durante 40 años y obtuvo reconocimiento internacional con sus instrumentos. Introdujo a sus hijos Sebastián y Joel en el arte. Se necesitan años de práctica para aprender este oficio de alta precisión. “Mi padre era un maestro estricto, nunca se rendía hasta alcanzar la perfección absoluta”, explica Joel.

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A la muerte de su padre, cuando tenían 28 y 32 años, los hermanos decidieron unir sus fuerzas con la flautista Madeleine Imbeck. Juntos fundaron Meyerrecorders para asegurar la continuidad de la empresa familiar. Instalaron su taller en Hemberg, en el cantón de San Gall. Ninguno tenía la intención original de convertirse en fabricante de flautas dulces. Sebastián había estudiado escultura y Joël pretendía hacerse arquitecto.

Casas en medio de paisaje nevado
La casa y el taller de los Meyer en Hemberg, Toggenburg. Ester Unterfinger/swissinfo.ch

Navidad, tiempo para la flauta dulce

Muchos niños suizos se familiarizan con la flauta dulce a más tardar en el primer año escolar. Para algunos es un verdadero calvario porque chirría y silba más de lo que debería. Además, considerada ideal para debutantes, casi ha caído en desgracia. La mayoría de los niños cambian rápidamente a otro instrumento. Solamente la sacan en Navidad para tocar una pieza delante de la familia.

Las flautas de los Meyer, sin embargo, juegan en una liga diferente. La fabricación de una flauta puede tardar hasta un año, ya que hay que dejar el instrumento en reposo para que la madera seque. Una vez terminada la flauta, Madeleine Imbeck comprueba sus propiedades técnicas y sonoras. Cuando un músico compra una de estas obras maestras – las flautas cuestan entre 2 600 y 3 400 francos – puede llevarla luego a afinar.

Dos hombres y una mujer
Sebastián y Joel Meyer con Madeleine Imbeck Ester Unterfinger/swissinfo.ch

Los empresarios combinan una dedicación absoluta y la pasión por el instrumento. Ninguna flauta sale del taller sin que estén completamente convencidos de su sonoridad.

Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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