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Refugiados y parroquianos aprenden a convivir

Vista de Bex
El pequeño pueblo helvético de Bex tiene un centro para solicitantes de asilo que opera desde 1982. Desde entonces, más de un refugiado ha terminado por establecerse en este poblado. Keystone

Visto en un mapa, se pensaría que Bex -cuya “x” no se pronuncia- es solo un apacible pueblecito suizo conocido por sus minas de sal. Pero no es así, al recorrer sus calles encontramos una tienda africana en el centro y rostros de todos los colores.

Este poblado fue uno de los primeros lugares en Suiza en donde se fundó (en 1982) un centro para solicitantes de asilo. Y un tercio de su población, que suma 7 731 personas, es de origen extranjero. Un dato que supera largamente a la media nacional. Pero, ¿qué lecciones ha dado a la población de Bex el arte de convivir con gente de otras nacionalidades?

“Yo no tengo nada contra los refugiados, pero el pueblo es pequeño y muchos (de esos refugiados) nos han sido impuestos cuando otras ciudades aledañas al lago (de Ginebra) no los quieren”, afirma una mujer de edad avanzada, quien ha pasado toda su vida en Bex y prefiere el anonimato. “Considero que es demasiado. Algunas veces, cuando caminas por las calles dirías que no estás en Suiza. Como estamos hasta el fondo del cantón, es como si fuéramos su basurero”.

Viajando en tren desde Lausana, se llega a Bex una vez que el luminoso lago de Ginebra ha desaparecido de nuestra mirada y uno se interna en el valle del Ródano, con las imponentes montañas que flanquean sus costados.

Al llegar al pueblo, se ven montañas por doquier. Hay una zona industrial y después, acercándonos al centro, vemos tiendas, restaurantes y negocios de todo tipo. Bex tiene un interesante potencial turístico por la belleza de sus paisajes, pero también por sus minas de sal. La zona que circunda a la estación del tren promete un mayor desarrollo futuro.

En el camino hacia el centro se encuentran algunos pintorescos edificios antiguos y podemos ver a un grupo de alumnos caminando: hay niños de tez blanca y oscura que se abrazan al andar. No parecen tener problemas para ser amigos.

Un pasado difícil

Las comunidades de Bex vivieron una gran tensión durante los años 2005 y 2006 por la presencia de extranjeros.

El secretario municipal Alain Michel recuerda este episodio: “el problema esencial eran los traficantes de drogas. A la población no le gustó ver traficantes africanos en las calles. En 2006 se realizó una operación policial masiva… y también tuvimos la experiencia de una persona que pintaba grafitis racistas en las calles, provocando molestia. La realidad es que no era la gente del centro de solicitantes de asilo la que provocaba estos problemas. Pero el verdadero riesgo surgió de la asociación automática que hizo la gente local entre el centro de refugiados y aquellos vendedores extranjeros de drogas que circulaban por las calles”.

También en el mismo periodo se conoció una iniciativa de la derecha conservadora, Unión Democrática del Centro (UDC), que proponía cerrar el centro de solicitantes de asilo. Aunque tenía el apoyo de mucha gente, las autoridades cantonales rechazaron la iniciativa. Actualmente, la UDC tiene solo 11 de los 60 puestos que conforman el consejo municipal que, en general, está repartido de forma bastante equitativa entre la derecha, la izquierda y el centro.

En dicho consejo municipal, 13 plazas corresponden a un partido de raíces locales llamado ‘Avançons’ (de tendencia centrista), que se fundó en 2009 y que asegura que desea eliminar las diferencias entre la izquierda y la derecha, para promover el desarrollo en Bex.

El problema de las drogas se eliminó y obtuvieron valiosas lecciones de ese periodo. Pero aún hay tensión de tanto en tanto. De acuerdo con Alain Michel, uno de los problemas cotidianos es la llegada repentina de extranjeros a los edificios suizos, porque frecuentemente provoca “problemas de comprensión y adaptación que pueden derivar en dificultades”.

Portrait of Lukembisa Kapela
Lukembisa Kapela swissinfo.ch

Lukembisa Kapela, originario de la actual República Democrática del Congo, lleva muchos años viviendo y trabajando en Bex, poblado en el que ha conseguido una exitosa integración. Huyó del Zaire de Mobutu, en 1984, buscando en Suiza la reputación que tiene de país que acoge a refugiados. El destino lo llevó a Bex por una oportunidad laboral. En su opinión, trabajar con ahínco, levantarse temprano e ir en bicicleta a su empleo, así como jugar en el equipo local de futbol, han sido factores que le permitieron ser bien aceptado por la comunidad.

Se casó con una suiza, ha formado una familia en este sitio y ya tienen la nacionalidad helvética. Kapela afirma que ahora se siente “congoleño y suizo”.

Pero Kapela está consciente de que la relación entre la población local y los demandantes de asilo de Bex no es perfecta. “Algunas personas me dicen: ‘míralos  (a gente de otros países)… que fortuna que haya personas como tú’”. Lo que más molesta a los suizos es que los solicitantes de asilo anden por ahí sin trabajar”, afirma.

Pero aunque muchos refugiados y migrantes desean trabajar, no es fácil para ellos encontrar empleo. Hay una gran competencia por las plazas. “Encontrar pequeños empleos es lo que lo que más desean muchos de nuestros alumnos y gente llegada de países de la Unión Europea, pero es muy complicado para ellos”, explica Anne-Catherine Rohrbach, directora del Grupo Bex Refugee Support (GAR).

El problema del empleo

“Hay muchas personas que han caído en depresión por esta causa”, dice a swissinfo.ch Rohrbach, “sobre todo en el caso de los hombres, pues quedarse en casa no forma parte de su cultura. Mahmoud Malas, de Siria, lo vivió en carne propia. “Quedarse en casa es la muerte”, resume a swissinfo.ch

Pero, como Kapela, Malas se comprometió a fondo en la búsqueda de un empleo y ahora trabaja en una tienda de repostería junto con su esposa Hana. Venden especialidades de Medio Oriente en la cercana ciudad de Montreux.

Encontrar trabajo depende, frecuentemente, de que tan rápido logre un extranjero dominar la lengua local (el francés, en el cantón de Vaud), y de qué clase de permiso de residencia haya obtenido. También influye el reconocimiento (o no) de la formación profesional con la que llegue a Suiza.

La gente recibe distintos tipos de permisos, según tenga el estatus de asilado o refugiado, y no siempre tienen permiso para trabajar.

El primer desafío es a menudo el lenguaje. “Recuerdo haber llorado en clase, porque no entendía nada”, confiesa una joven eritrea que pide el anonimato. Su familia huyó de la dictadura de su país cuando ella tenía 15 años. “En aquel momento me dije a mí misma: ‘tienes que aprender francés para seguir adelante'”. Ahora habla un francés extraordinario y está estudiando para ser enfermera.

Su padre, en contrapartida, no tiene trabajo y habla el francés con dificultades. “Creo que es más fácil para los jóvenes que para la generación anterior”, dice a swissinfo.ch, “es difícil (aprender otra lengua) para un hombre que ya trabajó toda una vida”.

Lecciones aprendidas

La tarea de gestionar la llegada de refugiados, atenderlos e integrarlos, “se ha convertido paulatinamente en una profesión que se construye poco a poco”, dice Christine Blatti Villalon, directora de la Autoridad Migrante de Vaud (EVAM). Y se han aprendido muchas lecciones con el paso de los años y, especialmente, en los periodos de mayor tensión. “Hace dos décadas se estableció un comité de diálogo que dejó de operar durante algún tiempo. Pero restableció sus funciones en 2006 y desde entonces trabaja con regularidad”, dice Blatti Villalon a swissinfo.ch.

“Dicho comité está compuesto por autoridades y miembros de la comunidad de Bex: integrantes de las iglesias, comercios, policía y escuelas, entre otros. Es importante mantener un diálogo continuo”.

El secretario municipal Michel dice que este comité fue invitado recientemente como mediador en el problema que se presentó en un edificio de Bex: inquilinos y propietarios se quejaron ante el municipio del ruido que hacían algunos departamentos “y de su forma inusual de limpiar las alfombras”.

Michel explica que decidieron invitar a una reunión a todos los residentes del inmueble. “Les recordamos a todos, incluidos a los inquilinos suizos que también estaban haciendo ruido en las noches, las reglas del edificio. Tuvo lugar una charla de alrededor de una hora, en la que hubo traducción, y el resultado fue muy bueno. Nos quedamos con la impresión de que la gente entendía todo mucho mejor e incluso se planeó un evento en el barrio para que la gente se conociera mejor”.

La población del centro de refugiados EVAM, por su parte, también se ha transformado con el paso del tiempo. En el periodo de mayor tensión había sobre todo hombres jóvenes y solteros que residían ahí por periodos muy largos. Ahora, el centro promueve actividades que permiten la integración de los refugiados desde su llegada y está recibiendo también muchas más mujeres y niños. Los habitantes de Bex están invitados a asistir a reuniones regulares en este centro, en donde conviven con los residentes del mismo. Son actividades organizadas por el grupo de apoyo de refugiados GAR.

“Uno de los objetivos de nuestros fundadores era reunir a la gente de Bex con los residentes del centro de refugiados, para reconocer mejor sus necesidades y para apoyarlos”, dice Rohrbach, presidenta de GAR. Para ella, esta asociación, que ha operado durante 35 años, está actualmente muy activa y son numerosos los miembros que tiene de la comunidad local.

Traducido del inglés por Andrea Ornelas

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