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Llegaron a Suiza con la esperanza de volver a España

Maribel y Manuel
Maribel y Manuel vuelven a Galicia luego de pasar en Suiza la mayor parte de su vida. Cortesía de los Albite

Manuel y Maribel siempre lo tuvieron claro: un día regresarían a vivir a Galicia. De hecho, invirtieron en un piso para cuando llegara ese día y cada verano vacacionaron religiosamente bajo el sol que los vio nacer. Pero hoy, al levantar amarras de manera definitiva, advierten que cuarenta años pesan mucho.

La historia de los Alvite es la de miles y miles de españoles que a lo largo de los años han transitado entre la Península Ibérica y la Confederación Helvética. Una historia de migración, de trabajo duro y de renuncias, con sus matices de promesa y de nostalgia.

A principios de los años setenta, Manuel viajó por primera vez a Suiza. Traía el entusiasmo de sus 18 años y un contrato de temporero que reeditaría en los años subsecuentes. Maribel vino más tarde. Llegó con muchas ilusiones, pero el dolor de la partida se le anudaba en la garganta. Un dolor que le duró mucho tiempo y que hoy, cuando se dispone a desandar el camino, aparece nuevamente: “Nunca pensé que sería tan difícil”, admite.

El ir y venir

Oriundo de Cuiña (La Coruña), Manuel ayudaba a su padre en las labores del campo hasta que un cuñado que había conseguido trabajo en Berna, lo alentó a seguir su ejemplo. “Desde el primer día me sentí en el cielo”, rememora. Encadenó varios contratos en el sector de la construcción que le permitieron obtener permisos temporales de estancia en Suiza. Y entre contrato y contrato, entre el ir y venir de la capital helvética a Galicia, encontró a Maribel.

“Nos conocimos en un baile en el pueblo de Manuel. Desde entonces comenzamos a escribirnos”. El intercambio epistolar se convirtió en idilio y culminó en una boda que se celebró en España en 1979. Ya para entonces Manuel tenía permiso de estancia en Suiza y le tocó a Maribel hacer maletas.

Era la primera vez que salía al extranjero y para la muchachita de 18 años que era entonces todo aquello fue un coctel de emociones. Pero el nudo en el estómago escondía mucho más que eso: “No fumes Manuel que tengo náuseas”. Meses más tarde nació Miriam en el Hospital Universitario de Berna. “¿Cómo una niña va a criar a otra niña?”, recuerda Maribel que le preguntó una enfermera.

Familia Alvite
Miriam (centro) llegó a Suiza en el vientre de su madre. Zaira, su hija, nació en Berna hace 4 años. Cortesía de los Albite

La morriña

Ese no fue un problema para ella que en su casa en Maroñas (La Coruña) había ayudado a su madre en el cuidado de su hermana, ocho años más joven. Lo que sí le costó mucho trabajo y muchas lágrimas fue adaptarse a una vida lejos de su terruño.

“Llevaba muy mal Suiza. Yo no era feliz. No me veía sin España. La llevaba tan dentro de mí… No me veía en un país extraño”.

Pero el tiempo, la calidez de la gente, la creación de amigos y, sobre todo, la llegada de su hermana, fueron disipando su tristeza.

Para Manuel el tránsito no fue tan penoso. Narra que sobre todo el primer año lo aguijoneaba de repente la añoranza, pero que llegó feliz, lo siguió siendo, y lo es ahora cuando ya jubilado está a punto de dejar este país donde “he vivido como un rey”.

El trabajo

Un rey muy trabajador: desde sus tiempos de temporero hasta hace seis años cuando un derrame cerebral lo mandó tres meses al hospital y le afectó la motricidad de la mano izquierda, Manuel trabajó de día o de noche e incluso de día y de noche en la construcción, la hostelería, como empacador, como chofer, en empresas como Planzer y Kehrli+Oeler (transportes) o el diario Berner Zeitung.

“Tuve jefes muy buenos”, dice. Evoca con especial cariño a Enrique Ros, del Café du Commerce, que en los primeros tiempos lo asesoró para que pudiera arreglar la estancia de su esposa en Suiza.

Maribel también trabajó duro: en la fábrica de cartón Steiger al principio y luego en el servicio de limpieza en el Banco Cantonal de Berna, en el UBS, en el Museo Alpino y en Radio Suiza Internacional, entre otros.

Buenos jefes, buena gente. La pareja rechaza categórica haber sentido algún atisbo de discriminación. “Por el contrario, nos trataron como si fuéramos de aquí”. De aquí, de allá y de ningún lado. “Llegaron los suizos, nos decían en el pueblo. Al final -bromean-, “éramos extranjeros en Suiza y extranjeros en España”.

Los Alvite con amigos
La alegría de reunirse con los amigos. Cortesía de los Albite

Los amigos

Ninguno de los dos siguió curso alguno de alemán, pero aprendieron un poco en contacto con la gente. “Lo chapurreamos”, precisa Maribel. Con sus colegas, mayoritariamente italianos y españoles, también aprendieron el idioma de los primeros. “Con eso podíamos movernos”. Y cuando no les bastaba, Miriam hacía las veces de traductora.

Pero hablaban sobre todo en español o en gallego porque los amigos de su círculo tenían el mismo origen que ellos y con ellos compartieron no solamente la morriña, sino también las alegrías de esa fiesta española que no acaba nunca.

“Cada semana teníamos una fiesta en los diferentes clubes”, subraya Maribel. Ellos pertenecían al O FEITIZO, que Manuel presidió varios años, pero acudían también a las celebraciones de otras organizaciones españolas.

El retorno

“Sí. La pasamos bien y hemos sido felices en Suiza”, reflexiona Maribel. El trago amargo de regresar de España al término de las vacaciones anuales en Galicia se convirtió con el tiempo en la urgencia de volver a Berna para seguir el ritmo de su vida. Sobre todo, después del nacimiento de Zaira que convirtió a los Alvite en los felices abuelos que son ahora.

De hecho, la mayor tristeza al dejar el país en el que han vivido la mayor parte de su vida es la de separarse de la familia que se queda en Suiza: Zaira, Miriam y Jesús, su yerno. Cuando lo piensa, un dolor conocido se le anuda a Maribel en la garganta.

Jesús, Miriam y Zaira
Otra separación: Jesús, Zaira y Miriam se quedan en Suiza. Cortesía de los Albite

En Suiza viven 84 3111 españoles sin contar a aquellos que tienen también la nacionalidad suiza (estadísticas de la Secretaría de Estado para las Migraciones).

Son 129 082, tomando en cuentas a aquellos con y sin pasaporte suizo (estadísticas de inscripciones en los tres consulados españoles: Berna, Zúrich y Ginebra).  

En 2018, el número de retornos de ciudadanos españoles a su patria de origen fue de 1 423. Sin embargo, las altas siguen siendo superiores a los descensos.

El año 2017 fue el de mayor número de regresos. En todo caso, incluso en los años de mayor número de inscripciones, el ritmo de regresos ha sido relativamente constante.

En los últimos años, 2013 y 2014 fueron los de mayor número de entradas. Desde 2014 la cifra desciende todos los años. Sin embargo, la colectividad española no ha dejado de crecer, pero lo ha hecho a un ritmo menor dado el menor número de entradas, de acuerdo con cifras del SEM.

Aunque no se puede determinar con precisión, se estima que los aumentos en los retornos obedecen a la mejoría en la situación laboral en España.

El Gobierno de España pone a disposición de sus conciudadanos residentes en el exterior y que quieran volver a su país un Plan de RetornoEnlace externo.

Fuentes: Embajada de España en Berna y datos del SEM


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