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Trabajar en Suiza, pero vivir fuera

La fronteria suizo-italiana, camino de trabajo y de ocio. Keystone

El número de trabajadores fronterizos ha explotado en Suiza. En los cantones del Tesino y Ginebra a veces son mal vistos, mientras que en otras zonas la convivencia con ellos es más pacífica. ¿Por qué?

“¡Los enemigos de los ginebrinos! ¡Suficientes trabajadores fronterizos! ¡Reservemos los empleos para los ginebrinos! El Movimiento Ciudadano Ginebrino (MCG), el segundo partido en importancia del cantón, ya ha elegido sus afiches y su lema de cara a la elección del Gobierno y del Parlamento cantonales, que tendrá lugar el 6 de octubre próximo.

Su pequeño hermano del cantón vecino, Vaud, el MCV, se muestra también vindicativo en su sitio internet: “El flujo de trabajadores venidos de Francia favorece la degradación de las infraestructuras, aumenta la contaminación, presiona los salarios y empuja a muchos ciudadanos de nuestro país a pedir asistencia social”.

“Todas esas observaciones son difíciles de aceptar, sobre todo, para las personas que desde hace muchos años invierten en el desarrollo de su empresa y en el país en el que trabajan”, responde Jean-François Besson, secretario general del Agrupamiento Transfronterizo Europeo, asociación que representa los intereses de los trabajadores franceses que cada día cruzan la frontera para acudir a sus trabajos en territorio suizo, especialmente, en Ginebra.

Casi 25% de la mano de obra en esta ciudad viene del vecino país. Ocupa puestos en todos los sectores de la economía local, de la industria y la salud, pasando por el comercio minorista, las finanzas e, incluso, las organizaciones internacionales.

Más de 65.000 trabajadores hacen camino de ida y vuelta cada jornada laboral de Francia a Ginebra. Una cifra que casi ha doblado en una década.

Los efectos negativos de la libre circulación de personas entre la UE y Suiza han sido muy limitados desde 2002, concluye el informe que publicó el pasado 11 de junio la Secretaria de Estado de Economía (Seco) y que analiza el mercado de trabajo en las regiones fronterizas.

“No observamos diferencia significativa con respecto a la evolución salarial y el desempleo entre las regiones fronterizas y el resto de Suiza en estos once años”, afirma Peter Gasser, responsable de la libre circulación de personas de Seco, a swissinfo.ch.

El Observatorio Universitario del Empleo (OUE) de Ginebra publicó en abril pasado un estudio que destruye la hipótesis de que los frontaleros excluyen a algunos trabajadores suizos del mercado local. Para el OUE, los desempleados residentes muchas veces no corresponden a los perfiles buscados para ocupar una plaza de trabajo en la región del Lago Lemán.

La Unión Sindical Suiza (USS) estima que la presión sobre los salarios sí es una realidad, especialmente en los sectores desprovistos de convenios colectivos de trabajo. Para el sindicato Travail.Suisse es necesario instaurar más controles en las regiones que registran mayor inmigración o mayor número de trabajadores frontaleros.

Diversas iniciativas cantonales y una federal solicitando la instauración de un salario mínimo han sido lanzadas en Suiza en los últimos años.

Dificultad infraestructural

“El rechazo al trabajador transfronterizo se debe principalmente a la congestión de tránsito, del transporte público y a la penuria de alojamiento, y no a la situación en el mercado laboral”, estima Besson. En los hechos, y todas las investigaciones lo demuestran, esta mano de obra ha sido indispensable para el desarrollo fenomenal de Ginebra en los últimos años y no significa privar de plazas de trabajo a los suizos”.

Profesor de la Escuela Superior de Trabajo Social de Ginebra y autor en 2007 del libro ‘Migrantes cotidianos: los frontaleros’, Claudio Bolzman recuerda que ya se observaban tensiones extremas en las décadas de 1960 y 1970 de los dos lados de la frontera. Pero las raíces de este miedo del invasor francés se remontan a tiempos mucho más lejanos. En Ginebra, la fiesta patriótica La Escalada, celebra cada año en diciembre la victoria de la Republica protestante de Ginebra contra las tropas saboyanas.

Más tarde, recuerda Claudio Bolzman, cuando Ginebra se suma a la Confederación Suiza (1814), solo obtiene de la Francia Napoleónica una pequeña parte de los territorios vecinos, lo que dejó profundas cicatrices.

La situación en otras regiones de Suiza es más calmada, como en Basilea, donde limitan Suiza, Francia y Alemania. Allí el fenómeno de la mano de obra transfronteriza también es significativa, no obstante, hay diferencias con relación Ginebra, compara Cédric Duchêne-Lacroix, investigador en Sociología de la Universidad de Basilea, y quien vive en Francia a solo 15 minutos en bicicleta de su trabajo.

“La población está menos concentrada en Basilea que en Ginebra y los trabajadores fronterizos, cuyo incremento no ha sido tan notorio -53.000 en la zona, es decir, solo 7.000 personas más que en 2002-, no provoca el mismo sentimiento de invasión. Esto se debe, sobre todo, a un sistema de transporte menos congestionado, y también a la estructura económica de la ciudad”.

Basilea, ciudad abierta

Si en Ginebra el paro es del 5,5%, en Basilea-Ciudad es de 4%. Muchos de los nuevos trabajadores transfronterizos son anglófonos que trabajan en las grandes farmacéuticas con sede de esa ciudad al norte helvético.

“Son dos ciudades internacionales, pero en Ginebra el costo de la vida es más elevado y una parte de la clase popular se siente abandonada ante la llegada de diplomáticos, ricos y los trabajadores pendulares”, subraya el sociólogo suizo.

Además, en opinión de Duchêne-Lacroix, Basilea ha mantenido históricamente relaciones mucho más sosegadas con sus vecinos: “La ciudad se considera desde hace mucho como una de las más abiertas en Suiza. Muchos monumentos recuerdan los fuertes lazos con Alsacia”.

En la zona este helvética, germanófona, “el discurso contra la mano de obra pendular ha sido suplantado por la controversia del flujo, ‘demasiado grande’, de alemanes”, señala.

En Zúrich residen 76.000 alemanes y 8.000 se desplazan a sus trabajos desde sus hogares trasfronterizos. Argovia, 12.700), San Gall (8.500) los Grisones y Schaffhausen (5.000) son los otros cantones con mayor número de mano de obra pendular extranjera.

El acuerdo de libre circulación entre Suiza y la Unión Europea (UE) entró en vigor en junio de 2002.

Desde 2002 hasta junio de 2007 se establecieron zonas fronterizas definidas para permitir a los residentes de esas regiones trabajar en Suiza de modo pendular.

Las empresas no están ya sometidas ni a cuotas de permisos de trabajo ni a la obligación de contratar a nacionales. Los trabajadores frontaleros obtienen su permiso de trabajo (G) automáticamente al momento de firmar su contrato laboral, con la única obligación de volver al menos una vez a la semana a su domicilio.

Sin ellos no habría relojes suizos

En el Tesino, fronterizo con Italia, hay 56.000 frontaleros, cuyo número se ha incrementado un 75% desde 2002. Allí la situación se asemeja más a la de Ginebra.

Los embotellamientos, a veces interminables, que se forman en la aduana de Chiasso, la tasa de paro más alta de Suiza (4,6%) y la voluntad de marcar su pertenencia helvética ante la vecina Italia, incentivan el odio al frontalero y la instrumentalización política por parte de la derecha populista.

“La identidad suiza se ha construido con frecuencia por negación con respecto a los otros vecinos, no es una especificidad tesinesa”, sostiene Paola Solcà, responsable del Centro de Investigaciones sobre Migraciones de la Escuela Universitaria Profesional de la Suiza Italiana.

Una baja salarial también es más marcada en el Tesino que en otras partes del país, como lo mostró un reportaje reciente de la televisión pública (RSI). El Parlamento tesinés dirigió una carta al Gobierno Federal para impugnar los resultados de un estudio que confirma los beneficios de la libre circulación de trabajadores de la Unión Europea.

Tras la entrada en vigor de esos acuerdos, explica

Paola Solcà, los frontaleros ocupan no solo empleos poco calificados, donde entran en competencia con la mano de obra extranjera que residen en el Tesino, sino que están cada vez más presentes en las profesiones del sector terciario (servicios médicos y finanzas, especialmente).

En el arco jurásico, cuna de la relojería suiza, donde trabajan 40.000 frontaleros, es decir, casi el doble que hace 10 años, la situación está a medio camino de la de Basilea y Ginebra, estima Patrick Rérat, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad de Neuchâtel: “Todo el mundo coincide en que la industria relojera no podría desarrollarse sin los frontaleros, porque 60% de los empleados en ese sector no son suizos. Al mismo tiempo aparecen temores en torno al tráfico, el descenso salarial y la competencia que los frontaleros suponen para los trabajadores locales menos calificados”.

Traducción: Patricia Islas

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