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Ruanda, ¿un ejemplo a seguir?

Paul Kagame, presidente de Ruanda
El presidente de Ruanda, Paul Kagame, se ha mantenido en el poder durante dieciocho años: ha favorecido las políticas en beneficio de las mujeres, pero las opositoras viven bajo amenaza. Keystone / Carl Court

Hace 25 años, Ruanda vivía uno de los peores genocidios de la historia moderna. Hoy en día, el pequeño país del África Oriental cuenta con el parlamento más femenino del mundo. Detrás de esa vitrina, hay una realidad sombría. La delegación parlamentaria suiza no descubrirá sin duda más que una parte de la verdad durante su visita a Kigali.

Críticas a Suiza

El mundo, incluida Suiza, desvió la mirada cuando estalló el genocidio más evidente desde el Holocausto, hace 25 años. Años atrás se advertían ya signos tangibles. Según los investigadores, el genocidio no solamente era predecible, sino que habría podido evitarse o, al menos mitigarse mediante la adopción de medidas tempranas.

La alerta había sido emitida en junio de 1992 por el embajador belga en Kigali. Afirmaba que un poderoso grupo hutu contemplaba “el exterminio de los tutsis en Ruanda”. En marzo de 1993, cuatro grandes organizaciones de derechos humanos denunciaron masacres. Cinco meses después, el relator especial de las Naciones Unidas sobre ejecuciones extrajudiciales declaraba ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que esas masacres deberían calificarse de “genocidio”.

Por lo tanto, no hubo falta de información o de recursos, sino de voluntad política para reaccionar con firmeza.

Suiza, que en 1963 convirtió a Ruanda en un país prioritario para la ayuda al desarrollo que acababa de lanzar, también minimizó las primeras masacres y alertas. Posteriormente, fue acusada de proteger a los condenados o presuntos genocidas. En 1996, un polémico informe encargado por el Ministerio de Exteriores concluía que Suiza no habría podido anticipar la tragedia; simplemente debería haber reaccionado con más “firmeza” ante los “problemas étnicos”.

La presidenta del Consejo Nacional (Cámara Baja del Parlamento suizo), Marina Carobbio, visitará Kigali el 7 de abril. “Al participar en la conmemoración del 25º aniversario del genocidio, la delegación suiza quiere enviar un mensaje de solidaridad”, señala la primera ciudadana suiza a swissinfo.ch.

Por su parte, su homólogo ruandés quiere mejorar las relaciones entre los dos países, según una declaración del Parlamento ruandés que recoge los comentarios de Donatille Mukabalisa durante una reunión preparatoria con el embajador suizo. Esta afirmación sugiere que la investigación sobre el cuestionable papel de Suiza antes y después del genocidio aún no está terminada a los ojos de Kigali.

La política de género ruandesa, ¿una fuente de inspiración?

Durante mucho tiempo, Ruanda no pudo disociarse del genocidio de 1994. En cien días, los extremistas hutus, en nombre de la etnia mayoritaria del país, mataron a más de 800 000 personas, alrededor del 70% de la minoría tutsi y a muchos miembros de la aún más pequeña minoría twa, así como a hutus moderados que no tenían la intención de participar en la masacre.

Ya en 2008, el país de las mil colinas se dio a conocer por otra razón, un récord mundial: “Más del 61% de los parlamentarios son mujeres. Por lo tanto, supongo que muchos de ellos participarán en las entrevistas”, subraya Marina Carobbio. ¿Piensa la delegación parlamentaria suiza inspirarse en la política de igualdad de género de Ruanda? La presidenta del Consejo Nacional no puede manifestarse sobre el tema antes de que termine el viaje.

Ruanda ocupa el primer lugar en la clasificación mundial de mujeres en los parlamentos nacionalesEnlace externo establecida por la Unión Interparlamentaria, mientras que Suiza se sitúa solamente el puesto 37, con una participación del 32,5% en el Consejo Nacional.

No están previstas reuniones con la oposición

Modelo de paridad, Ruanda se revela, sin embargo, menos ejemplar en materia de democracia y derechos humanos. La delegación parlamentaria suiza no se reunirá con los miembros de la oposición que, cada día, temen ser detenidos o incluso asesinados.

Quizá se encuentre con la presidenta de Pro-Femmes/Twese Hamwe. En 1992, Juana de Arco Kanakuze cofundó esa organización paraguas, que ahora reagrupa a 53 asociaciones de mujeres. Después de la victoria militar del Frente Patriótico Ruandés (FPR), dirigido por el actual presidente Paul Kagame, que puso fin al genocidio, Pro-Femmes recibió la tarea de reconstruir la sociedad.

“En los primeros años después del genocidio, las mujeres representaban dos tercios de la población restante”, relata Juana de Arco Kanakuze, en Kigali. “Para nosotros, pero también para el gobierno y para todos los supervivientes, estaba claro que teníamos que luchar contra todas las formas de discriminación”.

Juana de Arco Kanakuze, presidenta de Pro-Femmes.
Juana de Arco Kanakuze, presidenta de Pro-Femmes: “La gente eligió este sistema. Quieren paz, seguridad y desarrollo, y eso es lo que obtienen”. Markus Spörndli

La Constitución de 2003 prohíbe toda discriminación: ‘hutu’ o ‘tutsi’ son términos tabúes, la homosexualidad es legal (una excepción en el África Oriental) y se estableció una cuota del 30% para las mujeres en los órganos de decisión. Pero ¿qué vale el empoderamiento de las mujeres si la democratización no progresa? “La gente ha elegido este sistema. Quieren paz, seguridad y desarrollo, y eso es lo que obtienen”, destaca Juana de Arco Kanakuze.

Del exilio a la detención

En 2010, Victoire Ingabire aspiraba a presentarse a la presidencia contra Paul Kagame. Después de muchos años de exilio en los Países Bajos, regresaba a casa, pero fue detenida de inmediato. El pasado mes de septiembre, tras las elecciones parlamentarias, el presidente Paul Kagame la indultó finalmente tras ocho años de prisión. “Sabía que regresaba a un Estado policial; debía esperar que algo me sucediera”, narra Victoire Ingabire, entrevistada en su domicilio, no lejos del Parlamento. “Pero yo quería cambiar las cosas en mi propio país”.

Victoire Ingabire, de las Fuerzas Democráticas Unificadas
Victoire Ingabire, de las Fuerzas Democráticas Unificadas: “Sabía que regresaba a un Estado policial; debía esperar que algo me sucediera”. Markus Spörndli

Al salir de la cárcel, Victoire Ingabire se mostró optimista: “Pensé que se estaba abriendo el espacio político, que podía presentarme a las próximas elecciones”. Pero la esperanza se desvaneció unas semanas después, cuando el vicepresidente de su partido, las Fuerzas Democráticas Unidas, desapareció repentinamente de la prisión de alta seguridad sin dejar rastro. Según la versión oficial, escapó, pero probablemente fue asesinado.

Victoire Ingabire critica al gobierno, entre otras cosas, por la gestión del posgenocidio. “Aunque es innegable que el FPR puso fin al genocidio y contribuyó al proceso de reconciliación, solamente reconoce a las víctimas tutsi y niega sus propios crímenes de honor. ¿Cómo puede tener lugar una verdadera reconciliación?, pregunta la mujer hutu de 50 años.

La oposición pide actuar a los países socios 

Pocos días después de nuestra conversación con Victoire Ingabire, su asistente personal, que había organizado nuestro encuentro, fue encontrado muerto, según un comunicadoEnlace externo de las Fuerzas Democráticas Unidas. El texto precisó que fue asesinado por estrangulamiento, un método común para eliminar a los disidentes en Ruanda. La oposición llama a los países socios y a los donantes a presionar finalmente al gobierno para que “Ruanda no vuelva a caer en el infierno”. Este es el contexto político de la visita de la delegación parlamentaria suiza.

El autor de este reportaje recibió apoyo financiero del Fondo de investigación de Wochenzeitung (WOZ).

Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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