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Arabia Saudí, ¿un socio comercial como otro?

Mujeres saudíes se manifiestan en la ciudad de Qatif, en la costa oriental, para exigir la puesta en libertad de personas encarceladas sin previo juicio. Reuters

La monarquía del Golfo Pérsico es un importante socio comercial para Suiza. Pero Arabia Saudí, que tiene un papel clave en el conflicto sirio, acapara regularmente los titulares de la prensa internacional por no respetar los derechos humanos.

“En Arabia Saudí, dos defensores de los derechos humanos han sido condenados a duras penas de prisión… La verdadera razón de esta condena es que habían exigido reformas y manifestado su apoyo a los presos políticos”, informaba en marzo el diario Neue Zürcher Zeitung.

“Un clérigo islámico viola y mata a golpes a su hija de cinco años”. Pese a haber reconocido el crimen, es un hombre libre en Arabia Saudí, escribía en febrero el diario gratuito 20 Minuten.

“Una joven niñera de Sri Lanka fue decapitada tras matar al hijo de su jefa”, revelaban en enero las agencias de prensa, basándose en un comunicado del Ministerio saudí del Interior. Para Human Rights Watch, la ejecución de una menor representa “un desprecio total de los fundamentos de la humanidad y de las obligaciones internacionales”.

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos no han cesado de denunciar las actuaciones del gobierno saudí en los últimos años. Amnistía Internacional cita, entre otras violaciones, arrestos arbitrarios,  la detención de opositores políticos no violentos y la represión de la libertad de expresión y de culto. En materia de libertad de prensa, Reporteros sin Fronteras sitúa al país en el 161º puesto (de un total de 173 Estados).

Intereses económicos y estratégicos

A pesar de este sombrío escenario, los representantes políticos y económicos, entre ellos muchos suizos, visitan asiduamente Arabia Saudí.

“Un emprendedor no se convierte en cómplice mientras respete las líneas directrices de la OCDE destinadas a las multinacionales y los principios rectores de John Ruggie”, afirma Jan Atteslander, miembro de la dirección de la Federación de Empresas Suiza, economiesuisse.

John Ruggie fue hasta 2011 relator especial del secretario general de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y Multinacionales. Su labor contribuyó a definir claramente la responsabilidad de los Estados y de las empresas.

“Con el comercio y las inversiones, un país no se abre solamente económicamente, sino también en otros ámbitos”, afirma Jan Atteslander. “El intercambio de ideas y valores puede abrir nuevas perspectivas en el interior del país”, estima. Es la razón que explica por qué una dictadura como Corea del Norte permanece económicamente aislada.

Sobre los casos de violaciones de derechos humanos mencionados en la prensa suiza, Jan Atteslander remite a un informe publicado en la edición digital de Der Spiegel. El semanario alemán escribe que “la casa real saudí concede poco a poco más derechos a las mujeres, pese a la oposición de los conservadores”. Una fundación de la familia real en la capital Riad ha lanzado una campaña contra la violencia doméstica, revela Spiegel online.

Arabia Saudí desempeña también un importante papel estratégico en Oriente Medio, señala el representante de economiesuisse. “Desde hace algunos años, el país ha emprendido reformas, aunque por el momento son mínimas. Arabia Saudí se ha comprometido también a buscar una solución al conflicto en Siria y sus envíos de ayuda humanitaria son considerables. Actúa como estabilizador en este polvorín geopolítico”.

Sobre las violaciones de los derechos humanos que condenan regularmente las organizaciones no gubernamentales, el embajador de Arabia Saudí en Berna, Hazem Karakotly, declara a swissinfo.ch: “Arabia Saudí se compromete a respetar los derechos de los seres humanos conforme a las normas y los valores islámicos…

… La libertad de expresión se garantiza a todos los ciudadanos del país, siempre y cuando no atente contra personas, principios o creencias religiosas…

… La libertad de credo y de religión, así como la libertad de practicar los ritos de su religión en el ámbito privado y el núcleo familiar está garantizada para los no musulmanes”.

Conforme a las prácticas internacionales, no se establece vínculo alguno entre la cuestión de los derechos humanos y las relaciones económicas entre Estados, desde el momento en que los derechos humanos son tratados por el Consejo de Derechos Humanos y otras instituciones competentes.

En el caso de la niñera de Sri Lanka decapitada tras ser condenada a muerte, el embajador saudí señala que algunas fuentes han divulgado informaciones falsas, sin verificar los hechos.

La persona incriminada no era menor de edad, sino que según su pasaporte tenía 21 años. “El crimen pudo ser comprobado en el marco de un procedimiento judicial en conformidad con el derecho que garantiza una defensa oficial y en presencia del embajador de Sri Lanka”.

Después del veredicto, el Estado saudí desplegó grandes esfuerzos, aunque “lamentablemente sin éxito”, para convencer a los padres del niño fallecido que perdonaran a la culpable, optaran por una diya (indemnización financiera) y renunciaran a la ejecución.

“La posición de Arabia Saudí en la crisis siria es inequívoca y sincera”. El país condena “la represión y la intervención bélica del régimen contra el pueblo sirio y el baño de sangre que tienen que soportar sus hijos y ciudadanos inocentes.

… Arabia Saudí ha reconocido la Coalición Nacional Siria en la oposición como el representante legítimo del pueblo sirio y ha proporcionado al país ayuda por valor de cerca de 100 millones de dólares”.

¿Complicidad?

Quienes entablan conversaciones de negocios con Arabia Saudí, sin abordar la problemática de los derechos humanos, se convierten en cómplices, sostiene Geri Müller, diputado de los Verdes en el Parlamento suizo y miembro de la Comisión de Política Exterior. “Ese diálogo no se ha producido prácticamente nunca. Y Suiza ni siquiera intenta establecerlo”, denuncia.

La Secretaría de Estado de Economía (Seco) rehúsa comentar las críticas y pasa la pelota al Ministerio suizo de Asuntos Exteriores, que resume así su posición: “En los contactos con las autoridades saudíes abordamos regularmente la situación de los derechos humanos, la última vez en el marco de las consultas políticas que tuvieron lugar en marzo, en Berna”.

En 2012, las exportaciones suizas a Arabia Saudí crecieron más que a ningún otro país. Con un volumen de exportación de 1.600 millones de francos, el país del Golfo es el segundo socio comercial de Suiza en Oriente Medio.

En 2011, Suiza fue el 12º destino más importante de las exportaciones saudíes.

El saldo de la balanza comercial a favor de Suiza es importante desde hace varias décadas. Las importaciones representan menos del 25% de las exportaciones. Las piedras y los metales preciosos son los principales productos que importa Suiza.

Suiza figura entre los 15 principales inversores directos en el Estado del Golfo.

Fuente: Secretaría de Estado de Economía (Seco)

Derechos humanos como pretexto

Mientras Estados Unidos y Europa sigan económica (petróleo) y estratégicamente (baluarte contra Irán) ligados a Arabia Saudí y a otras monarquías del Golfo, es ilusorio pensar que Suiza entable por su cuenta un diálogo sobre los derechos humanos, sostiene Geri Müller. De hacerlo, “Arabia Saudí, que no depende en absoluto de Suiza, suspendería todas las relaciones económicas”, agrega.

“O bien, podría utilizar el diálogo con Suiza como pretexto para mostrar que el país respeta los derechos humanos, pero sin revisar el sistema judicial, que es un componente fundamental de la sociedad saudí”.

Influencia de los islamistas

Arabia Saudí acostumbra presentarse a Occidente como un Estado moderno. En el ámbito económico, el país se codea con las potencias más avanzadas. Desde 2005, es miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En el informe Doing business 2012, que enumera a los países con un clima favorable a las inversiones extranjeras, Arabia Saudí figura en la 12ª posición de la clasificación de 183 Estados. Suiza ocupa el 26º lugar.

Pero el país apenas evoluciona en materia social. Los líderes religiosos wahabitas decretan lo que está permitido y lo que no. El rey Abdullah ha emprendido una política de pequeñas reformas, por ejemplo el reciente nombramiento de treinta mujeres al Majlis al-Shura (consejo consultivo). Esta asamblea, que se basa en el derecho islámico, poco o nada tiene que ver con un Parlamento en el sentido democrático del término. Sus 150 integrantes, cuya función es exclusivamente consultiva, son nombrados por el monarca. El poder está en manos de miembros de la familia real.

El Instituto Freedom House, que desde 1973 trata de medir el grado de democracia y libertad en un país, sitúa a Arabia Saudí en el renglón más bajo de la categoría derechos políticos y con la mención no libre.

Moderno en apariencia

Según múltiples fuentes, Arabia Saudí financia la oposición siria. Varios expertos en Oriente Medio, sin embargo, cuestionan el papel político y estratégico de la monarquía. Y muchos dudan en que tenga un interés real en una apertura democrática.

Los socios de Estados Unidos y Europa en Oriente “nada temen más que la democracia”, escribía a finales de abril el Neue Zürcher Zeitung. En las sociedades herméticas y arcaicas del Golfo aún no ha calado la idea de una apertura a la modernidad. De aquí resulta “la ambivalencia fatal que se manifiesta en los vínculos con el terrorismo vinculado a Al Qaeda”, afirma el diario de Zúrich. La red terrorista es objeto de una persecución  implacable por parte de Arabia Saudí y otras monarquías del Golfo, pero al mismo tiempo recibe respaldo financiero “de los adinerados y reputados hijos del desierto”, sostiene el diario.

Geri Müller, consciente del contraste entre la aparente modernidad y las estructuras arcaicas de la sociedad saudí, duda que las relaciones comerciales con Occidente puedan contribuir a promover el Estado de derecho. “Hace décadas que la aristocracia saudí viaja a Occidente y conoce perfectamente nuestros usos y costumbres”.

De joven, el mismo Osama Bin Laden recorrió el mundo sin privarse de los placeres de la vida. “Más tarde, se declaró víctima de la decadencia de la sociedad occidental y llamó a la guerra santa contra el Occidente laico y lascivo”.

(Traducción: Belén Couceiro)

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