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“Vivo simplemente para que otros simplemente vivan”

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Mirko Locatelli, de 30 años, es detractor puro y duro del modelo consumista y productivista occidental. La coherencia de sus actos es su lucha y no osa dar lecciones.

“Durante los Treinta Gloriosos [el periodo de oro del capitalismo entre 1945 y 1973], nuestros padres vivían convencidos de que el crecimiento era en beneficio de todo el mundo. Después de tres décadas de liberalismo y desregulación desenfrenada, herencia del thatcherismo y el reaganismo, se puso fin a esa ilusión. Hoy vivimos una fase propicia para cuestionarnos sobre un cambio”, estima este tesinés de 32 años. 

Con domicilio en Moudon, en el cantón francófono de Vaud, este joven padre de familia, no se queda en la teoría. Casado y con un bebé de año y medio, vive sin auto, sin celular, sin televisión y jamás toma un avión.

“Vivo simplemente para que otros puedan simplemente vivir. El primer decrecimiento debe ser el de las desigualdades”, dice convencido.

Sin discurso moralizador

Como preámbulo de nuestra conversación, acordada en un pequeño salón de té en la estación ferroviaria de Lausana, precisa: “El proyecto que sostengo es político y social y en ningún caso tengo vocación de resultar ejemplar. Detesto los discursos moralistas. Uno puede ser objetor de crecimiento sin molestar a todo el mundo”. 

Mirko Locatelli menciona que de tiempo en tiempo consume carne, incluso cuando denuncia los estragos medioambientales de la cría bovina en masa. Este antiautomovilista primario, como se autodenomina, también está convencido de que algunas personas no tienen opción para renunciar al coche en Suiza:

“En el Tesino, por ejemplo, el transporte público no transita en ciertos valles después de las 19:00 horas. Y también en estos tiempos resulta casi imposible encontrar trabajo sin una dirección electrónica o sin un celular”.

Este idealista es uno de los miembros fundadores de la Red Objeción de Crecimiento (ROC), que desde hace cuatro años ha echado raíces en cuatro cantones. En diciembre de 2012, él y otros dos militantes se lanzaron a la tarea de redactar el informativo bimestral Moins (Menos, en español), que cuenta ya con 500 suscriptores en la parte francófona de Suiza (oeste).

Su origen se localiza en la corriente contraindustrial del siglo XIX.

El concepto de decrecimiento retomó fuerza en el debate público tras la catástrofe ecológica de Fukushima y la crisis financiera de 2008.

Los partidarios de este fundamento estiman que el desarrollo económico sin límite es un señuelo, debido a que los indicadores económicos que intentan medir la riqueza, tales como el del Producto Interno Bruto (PIB), reposan en la explotación y la destrucción del capital natural agotable. Los el movimiento contra el crecimiento desmedido preconiza la simplicidad voluntaria e individual y la relocalización de las actividades económicas.

El trabajo no es todo

Su discurso en favor de menos celeridad no es extraño a sus orígenes modestos. Su padre era un trabajador ferroviario hasta que un accidente lo obligó a convertirse en beneficiario del seguro por invalidez. Su madre ejerce la profesión de ayudante a domicilio. “Para mi padre, el valor del empleo era central. Decirle que era un gran trabajador era el mayor cumplido que uno podía hacerle. Tras la suspensión forzada que debió enfrentar, no le fue simple encontrar un nuevo sentido a la vida”.

Mirko –que trabaja un 40% (es decir, 16 horas a la semana) en un centro de acogida para personas sin hogar en Lausana-, defiende justo lo contrario del modelo de sus progenitores: “Mi padre está orgulloso de haber votado toda su vida por el Partido Liberal Radical (de derecha). En el Tesino, como en otros cantones alpinos, señalar a alguien como socialista es casi un insulto. Esto al menos me permitió llevar mi crisis de adolescente justo hasta las últimas consecuencias”, bromea.

Su primer compromiso político se remonta a 1998, cuando participó en un movimiento estudiantil contra un proyecto de financiamiento público de colegios privados en el Tesino. Y como muchos estudiantes de su cantón que  entonces debían proseguir sus estudios en otra región del país, Mirko se mudó a Friburgo para formarse como trabajador social. En esa época se sumó a los movimientos altermundialistas y de defensa de las personas que viven en Suiza sin permiso de residencia (indocumentados).

Claramente orientado hacia la izquierda, jamás atraviesa la antesala de la política institucional, a la que confiere una mirada crítica: “La palabra decrecimiento continúa siendo tabú en los programas oficiales de los partidos. Algunos, como Los Verdes, quieren limitar los gastos provocados por el sistema capitalista, pero sin cambiar los fundamentos. El dogma productivista está aún muy marcado en la izquierda y en los sindicatos”.

En Suiza, la Red Objeción de Crecimiento (ROC) nació en noviembre de 2008, en Ginebra, en el Día Anual sin Compras y se extendió al cantón vecino de Vaud, con la organización local cafés-décroissance’, a Neuchâtel y también hacia Berna y Basilea, en la parte germanófona helvética.

La ROC se define como una red independiente de intercambio, sensibilización y acción. Su objetivo es “impugnar la doctrina del crecimiento económico ilimitado” y promover modos alternativos de vida.

Entre los pensadores contemporáneos del decrecimiento se encuentran el filósofo e historiador francés Jacques Grinevald, profesor honorario en el Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra.

¿Privilegiado?

Su esposa, a la que conoció tras los estudios, es investigadora en Literatura Italiana en la Universidad de Lausana. “Compartimos más o menos los mismos valores, pero ella es más radical que yo”, indica el joven, mientras que su pequeño André duerme tranquilamente a su lado.

“En nuestra sociedad todo el mundo se define primeramente por su profesión. Yo digo gustoso que soy padre de familia, esto me va muy bien. Y además tengo numerosas actividades asociativas apasionantes”. La pareja gana un poco más de 6.000 francos suizos al mes, pero vive con menos de 4.000, en un país donde el ingreso promedio de los hogares ronda los 7.400 francos mensuales.

Locatelli se considera un privilegiado. “Si mi profesión fuese del sector de hotelería y ganara 3.800 francos al mes, no podría permitirme trabajar solo 40%. La elección de un empleo a tiempo parcial es más accesible para ciertas profesiones, por lo que es imperativo cambiar primero las estructuras sociales”.

¿No tiene la impresión de aprovecharse del bienestar producido por los otros y vivir como un burgués bohemio? “No soy nostálgico, pero con una brizna de provocación, yo le recuerdo al interlocutor que los cazadores-recolectores tenían más tiempo libre, pues no habían construido necesidades sociales de modo artificial”, responde.

“El crecimiento y el discurso publicitario crearon, por el contrario, individuos cada vez más dependientes, sin que se debata jamás la cuestión de la felicidad”.

Traducción del francés: Patricia Islas

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