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Un Palacio sin Naciones a causa de la pandemia

Sin sus ocupantes habituales desde mediados de marzo, el Palacio de las Naciones ha adquirido la apariencia de un barco fantasma durante la fase de confinamiento en la lucha contra el Sars-CoV-2. El fotógrafo Mark Henley, que trabaja en el Palacio, ha recorrido sus pasillos para captar la atmósfera que impregna la sede de la ONU en Ginebra.

Como segunda sede principal de las Naciones Unidas, después de la de Nueva York, el Palacio de las Naciones suele recibir a los 1 500 funcionarios y a unos 200 000 delegados que vienen de todo el mundo para participar en unas 2 500 conferencias y reuniones internacionales que se celebran cada año en Ginebra.

Pero el viernes 13 de marzo de 2020, la sesión principal del Consejo de Derechos Humanos suspendió sus trabajos. Desde entonces, este augusto edificio de 853 000 metros cúbicos ha perdido a la mayoría de sus ocupantes, que lo abandonaron a toda prisa, como si una catástrofe fuera inminente. Algo semejante ocurrió en los años 30, cuando la Sociedad de Naciones abandonó este mismo Palacio al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Hoy es una pandemia mundial, no una guerra, la que ha obligado a las Naciones Unidas a reducir drásticamente sus actividades. En ese contexto, la Asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reducida a dos días de videoconferencia, logró demostrar una apariencia de unidad entre sus Estados miembros con la adopción unánime de una resolución sobre la COVID-19.

Reanudación de actividades a la vista

Y el Palacio de las Naciones será gradualmente repoblado. Tatiana Valovaya, directora general de las Naciones Unidas en Ginebra, ha anunciado que los empleados podrán regresar la semana que viene, inicialmente de forma voluntaria. Por supuesto, deberán respetar las distancias físicas y otros gestos para evitar contagios. Se han puesto señales en los pasillos para asegurar el tráfico en un solo sentido para los empleados. Y un número limitado de personas tendrá acceso a los salones.

En cuanto a las reuniones y otras conferencias, podrían reiniciar a mediados de junio, en formatos adaptados a las medidas antipandémicas, mientras que la reanudación de los vuelos intercontinentales es todavía incierta.

A largo plazo, es el color del dinero lo que amenaza con empalidecer a la Ginebra internacional. El déficit ya es millonario para los hoteles locales. Pero también está amenazada la financiación de las Naciones Unidas, tal es el endeudamiento en el que han incurrido los Estados para salvar su tejido económico. Y la sociedad civil, tan viva en Ginebra, teme pagar el precio de los recortes presupuestarios que se avecinan.

La vida se reanudará en el Palacio de las Naciones, bajo un cielo plomizo.

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