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Los insectos asiáticos adoran Suiza

Originario de Chine, el capricornio asiático llegó a Suiza en cargamentos de madera. Bildagentur-online/John T. Fowler

Los insectos de escaso tamaño aprovechan la libre circulación de personas y mercancías para quedarse con más asiduidad en Suiza. El mosquito tigre es, entre ellos, una amenaza directa para el ser humano. Pero estas bestias pequeñas son también un peligro para la biodiversidad y la agricultura.

Entre las especies invasoras -que antes no emprendían largos viajes porque los grandes obstáculos naturales como los mares, las montañas y los desiertos se los impedían-, se ha advertido en los últimos meses la presencia particular de insectos asiáticos en Suiza.

“La lista crece sin cesar desde hace años, pero últimamente notamos un aumento inquietante”, declara Stève Breitenmoser, entomólogo del Centro de Investigación Agroscope Changins-Wädenswil.

Por ejemplo la avispa gallarita japonesa de la castaña -cuyos 3 mm de largo la hacen casi invisible al ojo humano-, se extiende con gran celeridad. El primer afectado fue el cantón meridional del Tesino, gran productor de castaña que sufrió enormes pérdidas el año pasado.

Pero la avispa gallarita cruza los Alpes y ya se la ha visto en los cantones del Valais y los Grisones. “Muy pronto se desplegará en toda Suiza”, previene Beat Forster, de la Sección Protección Forestal de Suiza.

Pérdida de biodiversidad

El cuadro de la situación no es tan alarmante como para ser tema diario, pero el exterminio de especies forestales enteras dejó de ser una ficción. La suerte del olmo en el siglo pasado es una referencia de ello:  a principios de los años 1990 poblaba los bosques suizos y en la actualidad  ha prácticamente desaparecido. Un hongo asiático traído por un escolitino (parásito coleóptero) ha causado su extinción casi total.

Un destino similar amenaza al boj que en Suiza sufre los ataques de la minúscula oruga (larva) verdinegra pirálidae; o a los robles que en América del Norte ya han perdido 50 millones de ejemplares de su especie al ser invadidos por pequeños escarabajos coleópteros.

Al no encontrar ningún enemigo ni parásitos en su entorno, los invasores se adaptan bastante bien a las nuevas condiciones de vida. “No solamente causan daños a las plantas cultivadas o silvestres, sino que también penetran en los nichos de especies animales ya existentes”, señala Breitenmoser y añade: “Por ejemplo la mariquita asiática (insecto coleóptero de los coccinélidos) que desaloja a nuestras especies del lugar”.

Nicolas Wüthrich, portavoz de la organización defensora de la naturaleza Pro Natura, comparte esa valoración: “Las especies invasoras son, tras la desaparición del medioambiente natural, la segunda razón frecuente para la pérdida de biodiversidad”.

Polizones

“La causa principal para la expansión de todos estos insectos está en la importancia creciente del comercio y el flujo transcontinental de mercancías”, precisa Stève Breitenmoser. “Algunas especies logran quedarse entre nosotros gracias al calentamiento climático”.

Ese es el caso del mosquito tigre, que a diferencia de la mayoría de otros insectos asiáticos, ataca directamente a las personas. Es portador de numerosas enfermedades tropicales, entre ellas de la fiebre del dengue, fiebre de Chikungunya, fiebre del Nilo occidental y fiebre amarilla. Desde el 2003 se ha establecido en el Tesino y en el año pasado se lo ha localizado por primera vez en el norte de los Alpes: en el cantón de Argovia.

Productores alarmados

Algunos insectos pueden causar considerables pérdidas financieras a la forestación y la agricultura. Baste citar a la mosca Drosophila Suzuki que en el año 2011 fue vista por primera vez en Suiza y ya provoca sudoración entre los productores de frutas.

No se la puede combatir con sustancias químicas porque opone una rápida resistencia a ese método, y la única forma de hacerlo con eficacia es rociando vinagre en los sitios atacados por el insecto y retirando cuanto antes las frutas dañadas.

Ante el temor de enormes pérdidas económicas se han unido rápidamente todos los actores involucrados: autoridades, productores e investigadores científicos.

¿Lucha inútil?

Pero no siempre se consigue lo pretendido, lamenta Nicolas Wüthrich: “En cuanto se refiere a los tipos de especies invasores que debemos combatir y en qué zonas; sobre todo si se trata de plantas, no se han establecido prioridades”.

Esta crítica ya tiene respuesta: El Consejo Federal (Gobierno) aprobó en abril pasado la Estrategia para la Biodiversidad, cuyos términos  deben permitir a Suiza cumplir las obligaciones internacionales asumidas en la Conferencia sobre Biodiversidad, realizada el año 2010 en Nagoya, Japón.

“Trabajamos estrechamente con los cantones, los investigadores científicos y las organizaciones protectoras del medioambiente para elaborar hasta el próximo año un plan de acción global”, sostiene Gian-Reto Walther, responsable del departamento de Gestión de Especies en la Oficina Federal del Medioambiente.

Paralelamente se han formado grupos de trabajo específicos para ocuparse de especies dañinas tales como el mosquito tigre o el capricornio asiático. “Cada insecto es distinto y exige medidas especiales que deben ser aplicadas cuanto antes para evitar su mayor expansión y grandes pérdidas”, sentencia Walther.

Suiza actúa al respecto a escala internacional: “Para proteger la flora y fauna nacionales sería deseable una revisión de los acuerdos internacionales sobre embalaje de mercancías, porque con ellas viaja una larga fila de insectos dañinos”.

En Suiza se han localizado 51 especies de animales pertenecientes a lugares extraños que los  biólogos denominan “Neozonen” (Zonas nuevas). Todas estas especies han sido traídas por las personas, en la mayoría de los casos involuntariamente, pero en algunos otros, intencionadamente.

Por ejemplo el cangrejo señal o la mariquita asiática que en 1982 fue utilizada en Europa para luchar contra los pulgones en los invernaderos. Otras especies exóticas fueron echadas a la naturaleza por sus dueños inescrupulosos, entre ellas la tortuga de orejas rojas.

Las 45 plantas invasoras (neófitas) en Suiza constituyen una amenaza para la variedad biológica, considera la organización de protección a la naturaleza Pro Natura. Por ejemplo la centinodia japonesa (Fallopia japónica) que daña los arbustos y las construcciones ocasionando perjuicios financieros.

Algunas son incluso dañinas para las personas. El perejil gigante puede provocar quemaduras de tercer grado si la piel que entró en contacto con sus hojas es sometida a la luz del sol. Y la Ambrosía artemisifolia, muy invasora y especialmente alérgica, es actualmente visible en las zonas urbanas de las ciudades en la parte central de Suiza.

La actitud con las especies invasoras en Suiza está reglamentada en las Disposiciones para el Trato con Organismos en el Medioambiente. No hay cálculos oficiales sobre los costos que ocasionan las especias foráneas, ni sobre los medios para combatirlas. 

(Traducción, Juan Espinoza)

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