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Vivir con pocos francos en el bolsillo

Muchos beneficiarios de la asistencia social son familias monoparentales y personas con baja formación profesional. Keystone

¿Qué se siente ser pobre y depender de la asistencia social en un país rico como Suiza? El tema de las ayudas para los menos favorecidos desató una polémica en Suiza sobre el sistema de bienestar social y las posibles herramientas para mejorarlo.

La vida no ha sido generosa con María C*. Creció en un pueblecito agrícola de las afueras de Zúrich siendo hija de una madre inmigrante que apenas hilaba algunas palabras en el idioma local. Cuando su padre suizo murió, María tenía solo tres años y fue enviada a un hogar para infantes donde permaneció hasta los once. El porvenir se adivinaba difícil porque fue considerada inapta para la escuela regular.

“Éramos pobres y viví un infierno siendo el objeto de burla de otros niños”, narra esta mujer de cabello y ojos castaños. A los 50 años, su mirada luce triste y severa cuando se arrellana en el sofá de segunda mano en el que busca acomodo para su rodilla izquierda afectada por la artritis.

Maria nos recibe en una vivienda de dos habitaciones esmeradamente decorada en cuyas paredes vemos diversas imágenes y fotografías enmarcadas. El piso se encuentra en la periferia de la ciudad de Biel. Antes de hablar, nuestra entrevistada se sirve una infusión de menta y enciende el cigarrillo recién enrollado.


“En mi caso, ser pobre y vivir de la asistencia social significa subsistir con 1000 francos mensuales (unos 1.120 dólares). No es fácil, aun cuando siempre he vivido de forma muy modesta. Jamás he salido de vacaciones”, refiere.

Maria sufrió un accidente que la obligó a abandonar el empleo de trabajadora social en un centro para extoxicómanos y personas sin hogar. El dolor que experimenta en su frágil rodilla le hizo imposible seguir adelante con esta tarea que desempeñaba a tiempo parcial.

Desde agosto de 2012, esta mujer de raíces portuguesas cobra asistencia social y acepta esporádicamente algún trabajo temporal.

Debido al federalismo, sistema en el que los cantones cuentan con una gran autonomía, no existen criterios nacionales para definir la pobreza ni tampoco reglas que se apliquen en todo el país en materia de asistencia social.

De acuerdo con la Oficina Federal de Estadística, unas 580.000 personas viven en algún grado de pobreza, es decir, disponen de ingresos mensuales menores a 2.250 francos suizos por persona, o de 4.050 francos para una familia integrada por dos adultos y dos menores de 14 años.

Este dato equivale al 7,5% de una población de poco más de 8 millones de habitantes.

Las cifras más recientes disponibles establecen que unas 250.000 personas han recibido ayuda social durante los últimos cinco años, lo que representa alrededor de 3% de la población nacional.

En general, se considera que las familias monoparentales, los adultos solos y aquellos que carecen de formación profesional, se cuentan entre los grupos más vulnerables. Pero existen grandes diferencias entre las zonas rurales y urbanas,  entre los distintos cantones de lo que significa pobreza.

Las ayudas financieras mínimas recomendadas por grupos de cabildeo como la Conferencia Suiza de Instituciones de Acción Social (CSIAS) apenas permiten cubrir los gastos mínimos de alimentación, higiene, transporte y comunicación.

¿Qué es pobreza?

Maria es una de las 250.000 personas que subsisten en Suiza gracias a los fondos de asistencia destinados a los más vulnerables. Es poco más del 3% de la población, un dato que duplica largamente el registrado durante la década de los 90, pero que se ha mantenido estable durante el último quinquenio.

No todas las personas que viven con grandes carencias reúnen los requisitos para cobrar la asistencia social, explica Dorothee Guggisberg, directora de la Conferencia Suiza de Instituciones de Acción Social (CSIAS), un grupo de cabildeo que aboga por fortalecer los beneficios financieros para los más pobres.

Aunque el dato varía según el método de cálculo aplicado, se considera que entre el 7 y 8% de la población en Suiza enfrenta algún grado de pobreza. Pero es casi imposible realizar comparaciones con otros países, porque cada gobierno aplica sus propios principios de estimación y definición de este problema.

Guggisberg precisa que incluso dentro de la propia Suiza existen grandes diferencias en los criterios que utilizan las zonas urbanas y rurales para definir qué es pobreza. Y lo mismo sucede entre las diversas autoridades que se encargan de suministrar las ayudas.

 

“Ciertamente, Suiza cuenta con un buen sistema de seguridad social y puede permitírselo. Su existencia es crucial para asegurar una sociedad estable. Tener mucha gente que vive en situación de miseria puede ser peligroso”, dice la directora de la CSIAS.

Dicho grupo estableció directrices que entregó a los 26 cantones para que las casi 24.000 comunas suizas dispongan de herramientas para manejar con cierta homogeneidad la asistencia social. Pero no existe ninguna ley que se aplique a escala nacional.

Dorothee Guggisberg, CSIAS

La Constitución suiza establece que un ciudadano debe contar con los medios necesarios para vivir dignamente

Cesta de productos

Basándose en la llamada cesta de productos que consume el 10% de la población con menos ingresos del país, la CSIAS recomendó que los más desfavorecidos reciban una ayuda mensual individual de 986 francos. Este monto permite cubrir las necesidades básicas de un habitante suizo.

“La Constitución suiza establece que un ciudadano debe contar con los medios necesarios para vivir dignamente. Este dinero permite cubrir los gastos de alimentación, higiene, transporte y comunicación, todos ellos necesarios en la vida diaria”, explica Guggisberg.

Los apoyos financieros son insuficientes, no obstante, para pagar el alquiler de una vivienda o de un cuarto, o cubrir el seguro médico obligatorio. Guggisberg asegura que no es fácil conseguir que las ayudas cubran más allá de los gastos mínimos indispensables, pero al menos ayudan a una cierta integración.

“En Suiza, nadie debe dormir bajo un puente. Y tampoco hay guetos pobres de los que sería mejor que uno se mantenga alejado durante las noches”, señala.

Comunas inconformes

En Suiza, el monto y los requisitos que deben cumplirse para recibir asistencia social son motivo de una disputa que alcanzó su punto álgido en 2013, cuando la comuna de Berikon, en el cantón de Argovia, intentó parar las ayudas que otorgaba a un joven que no tenía el menor interés en cooperar y buscar un empleo.

El Tribunal Federal falló en contra de la comuna y la CSIAS tomó partido públicamente a favor del beneficiario, lo que provocó una oleada de reacciones.

Al menos cuatro comunas decidieron abandonar las filas de este grupo de cabildeo, conformado fundamentalmente por representantes de asociaciones e institutos -públicos y privados- dedicados a la asistencia social.

La constante presión que reciben las comunas para recortar sus gastos y los múltiples titulares que generó este conflicto llevaron a la CSIAS a recapitular y a anunciar una serie de reformas.

Siempre hay espacio para realizar mejoras, dice Guggisberg y añade que están tomando en cuenta los comentarios y críticas que recibieron. La base de cálculo de los fondos de asistencia estaría lista para una revisión luego de 10 años de ser utilizada.

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Privatización

Uno de los principales críticos de la participación de los gobiernos y de la CSIAS en la asistencia social suiza es el Instituto Liberal de Zúrich.

En diciembre pasado, Pierre Bessard, director de este grupo de reflexión, publicó un ataque directo al sistema de bienestar social helvético en el diario Neue Zürcher Zeitung.

Bessard calificó el sistema de bienestar social como “un retroceso para la sociedad civil” y llamó a privatizar y descentralizar una estructura de asistencia que considera demasiado generosa.

“El sistema actual promueve la mentalidad arribista y ejerce una presión excesiva sobre los contribuyentes”, dijo.

Según Bessard, algunos grupos de presión estarían intentando ampliar la definición de pobreza, sentando con ello principios que favorecen la dependencia con respeto a las ayudas públicas.

Trabajo y formación

El economista y escritor Rudolf Strahm también critica el sistema de asistencia social helvético, pero está lejos de coincidir con Bessard.

“La falta de educación vocacional y de formación son los dos principales factores que generan pobreza, especialmente entre la gente joven y entre aquellos con antecedentes de inmigración”, afirma.

El exdiputado socialista y defensor del sistema de educación dual –que combina formación teórica y práctica (aprendizaje en las empresas)- añade que la gente con poca cualificación está tres veces más expuesta a necesitar ayuda financiera que aquellos que concluyeron una formación.

Strahm habla también sobre otro tipo de carencias que enfrentan los grupos más vulnerables, el conformado por las familias monoparentales que frecuentemente deben lidiar con la falta de guarderías. Y en su opinión, la clave está en un cambio de filosofía que abarque distintos dominios.

La formación que reciben hoy los futuros trabajadores sociales se enfoca en enseñarles cómo incluir a la gente que atenderán en el sistema de asistencia, en vez de aunar esfuerzos para ayudarles a integrarse a la fuerza laboral, explica.

“Los holgazanes lo tienen todo demasiado fácil”, remata Strahm.

Chivos expiatorios

Maria forma parte de los que están acostumbrados a pelear por el derecho a educarse. Cuando atravesaba la cuarta década de vida se formó como trabajadora social y durante varios años trabajó en este sector.

La visión de Bessard sobre el sistema de bienestar social suizo genera el desprecio de Maria.

“Estas ideas neoliberales no son más que una broma de mal gusto a expensas de la miseria. Se necesitan chivos expiatorios para que los ricos se vuelvan más ricos”, dice Maria.

“Este sistema me ha agotado por completo. Me ha hecho sentir desesperada, incluso consideré el suicidio y difícilmente podía pensar con claridad”, apunta.

Actualmente, Maria está a punto de abandonar las ayudas sociales suizas y también la ciudad de Biel. El piso que habita ha sido vendido y le han pedido desalojarlo, así que dejará Suiza durante algún tiempo para ir a Portugal, el país de su madre.

“En Portugal existe un gran sentido de la solidaridad con los pobres y la mendicidad sí es tolerada”, dice. “Si debo terminar sin hogar, no será en Suiza”.

* nombre ficticio

Traducción del inglés: Andrea Ornelas

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