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Relevo en el cargo más difícil de la ONU

Varios romaníes abandonan un campamento tras ser expulsados
Este verano, varios grupos de derechos humanos protestaron por la expulsión de integrantes de un campamento romaní en la capital italiana. Keystone

“Si guardamos silencio no nos ganamos el respeto de nadie”, afirmó Zeid Ra'ad al Hussein durante la conferencia de prensa en la que formalizó su dimisión como alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en julio pasado. Su sucesora, la expresidenta de Chile Michelle Bachelet, asume el cargo el 1 de septiembre. ¿Será Bachelet tan franca como Zeid?

Si tomamos las palabras de Zeid como referencia, él tendría que ser uno de los hombres más respetados del mundo, sino el más respetado. Se ha hecho famoso por denunciar con firmeza los abusos cometidos en materia de derechos humanos en el mundo, sin hacer concesiones a nadie. La prensa ginebrina aguardaba con impaciencia los discursos e informes del comisionado: fue uno de los diplomáticos de la ONU que siempre expresó lo que pensaba y jamás vaciló en decir la verdad a los más poderosos del mundo que violan los derechos humanos.

Zeid llamó “demagogos” al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y al primer ministro húngaro, Viktor Orban. Sugirió también que Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas, “necesitaba una evaluación psiquiátrica”. Y advirtió reiteradamente al mundo sobre los riesgos de la xenofobia y el populismo.

Con su posición y firmeza se ganó las simpatías de los activistas de los derechos humanos del mundo entero.

“Ha sido increíblemente honesto en periodos difíciles”, afirma Louis Charbonneau, director de Human Rights WatchEnlace externo

Retrato de Zeid
Zeid Ra’ad al Hussein © KEYSTONE / MARTIAL TREZZINI

“Les ha recordado [a los líderes mundiales] que podrían rendir cuentas. Si están al frente de una cadena de actividades ilegales, en última instancia, podrían enfrentar las consecuencias. Esto no le ha hecho ganar amigos, pero sí una posición relevante”, añade.

Trabajo solitario

Ciertamente, con su franqueza Zeid no ha ganado amigos. Incluso en su Jordania natal, donde una vez se sugirió que podría ser premiado con un alto puesto diplomático tras desempeñarse como alto mando de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el tema se ha enfriado. Amman no vio con buenos ojos que Zeid criticara a Jordania por volver a aplicar la pena de muerte ni aprobó que reprendiera al gobierno cuando organizó una cumbre árabe en cuya lista estaba incluido el presidente de Sudán, Omar Al Bashir, quien ha sido culpado por diversos crímenes de guerra.

Zeid decidió libremente no presentar una solicitud para un mandato más. Sin embargo, aunque lo hubiera hecho (aseguró que no lo solicitaría porque no quería “arrodillarse a suplicar” ante nadie), seguramente no lo habría obtenido. Los comisionados de los Derechos Humanos de la ONU necesitan el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU y al menos tres de sus miembros (Estados Unidos, China y Rusia) no le habrían apoyado, o posiblemente, ninguno de los cinco miembros.

Puede ser que Zeid haya sentado un precedente particular, pero la realidad es que todos los comisionados de los Derechos Humanos han provocado, antes o después, la desaprobación de los líderes mundiales. Bien podría decirse que es el puesto más difícil de la ONU: los jefes de las agencias de ayuda, como el Programa Mundial de Alimentos o Unicef, están colocados en una posición de cómodo virtuosismo desde la cual ayudan a los más vulnerables, pero el comisionado para los Derechos Humanos es el primero que debe llamar la atención de los líderes políticos y militares que han vulnerado estos derechos.

Mary Robinson irritó a China al ser la primera comisionada de los derechos humanos de la ONU que visitó Tíbet. Fue criticada por la administración Bush por sugerir que su “guerra contra el terror” estaba comprometiendo los estándares de derechos los humanos. Louise Arbour, en tanto, dijo que “la guerra contra el terror había infligido un serio revés a la agenda internacional de los derechos humanos”.

En su turno, Navi Pillay tuvo problemas con Sri Lanka por señalar las atrocidades que se cometieron en este país al final de la guerra civil, y también recibió reproches de Israel por criticar las acciones de este país en Gaza. Pero para muchos, ser impopular entre los gobiernos es, más bien, un buen indicador de que el alto comisionado de los Derechos Humanos está haciendo su trabajo correctamente.

“Un alto comisionado debe tomar decisiones impopulares, y no está entre sus funciones ignorar los grandes temas”, dice Charbonneau.

“Zeid es una voz sólida, independiente y con liderazgo dentro del mundo de los derechos humanos”, añade Isha Dyfan, directora de promoción de Amnistía InternacionalEnlace externo. “Ha sido claro y consistente, y esto es justo los que buscamos”.

“Está claro que lo echaremos de menos”, añade.

¿La candidata perfecta?

Ahora, es Michelle BacheletEnlace externo, expresidenta de Chile, quien asumirá el difícil cargo que deja Zeid. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó su nombramiento el pasado 10 de agosto.

Bachelet era la primera opción en la lista del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y los gobiernos y grupos de derechos humanos también la consideraban la candidata perfecta: una política designada para un alto cargo que, además, conoce muy bien la diplomacia internacional. 

Simultáneamente, es una mujer que ha sido víctima de una violación de los derechos humanos: ella, su madre y su padre fueron detenidos y torturados bajo el régimen del general Pinochet. El padre de Bachelet murió como resultado de ello.

¿Será Bachelet tan franca como Zeid? El relator especial sobre la Tortura de la ONU, el suizo Nils Melzer, que también era candidato a suceder a Zeid, desaconsejó abiertamente el estilo franco del alto comisionado saliente.

Sea cual sea el estilo que Bachelet adopte, su nuevo trabajo será un desafío enorme. En algunos de los países que respaldaron firmemente la Declaración Universal de Derechos Humanos hace 70 años, hoy existe un intenso debate sobre si esos derechos son realmente universales e incluso si son necesarios.

Durante su campaña electoral, Donald Trump afirmó que “la tortura funciona”. Uno se pregunta hoy, ¿qué clase de conversaciones podría sostener un presidente de EE. UU. dispuesto a reintroducir la tortura con la nueva comisionada de los Derechos Humanos de la ONU que sufrió en carne propia la tortura?

En reacción al nombramiento de Bachelet, Isha Dyfan, de Amnistía Internacional, afirma que “llegan tiempos revueltos para los defensores de los derechos humanos. A medida que nos acercamos al 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las libertades consagradas dentro de esta declaración están bajo permanente amenaza en el mundo entero”.

“Se requiere un líder fuerte y con principios”, continúa Dyfan, “dispuesto a plantar cara al poder y dispuesto para movilizar recursos y la voluntad política necesaria para defender nuestros derechos en este clima desafiante”.

Pese al panorama que se vislumbra y los desafíos que enfrentan los derechos humanos, Dyfan conserva el optimismo.

“Veo esos desafíos, pero también observo oportunidades para el compromiso. Hacer un alto y rendirse, no es la opción”, concluye.


Traducción del inglés: Andrea Ornelas

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