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Vamos a reírnos juntos, por principio

Daniel Warner

Los trágicos sucesos de París nos han conmocionado y han abierto muchos interrogantes. Nuestro más sincero pésame a las familias y amigos de las víctimas. Mientras lloramos, indignados, la muerte de los caricaturistas y del policía abatidos a tiros en un asesinato premeditado, debemos reflexionar sobre qué significa la libertad y qué papel tiene el humor. 

Se están formulando muchas preguntas sobre el islam y su relación con la violencia. Y más allá de espectro político, corolarios sobre la relación de causa y efecto que existe entre enseñar el Corán y la violencia también son sujeto de debate. ¿Existe algo inherente al islam que incentiva a los yihadistas? ¿Hay algo especial en esta religión monoteísta que la diferencie realmente del cristianismo o el judaísmo? No es fácil responder a ninguna de estas preguntas, que también pudieron plantearse sobre las Cruzadas Cristianas en la Edad Media o, más recientemente, cuando los colonos judíos recuperaron lo que asumían que era su Tierra Santa.

“Sin humor, estamos todos muertos”. Homenaje del caricaturista suizo Patrick Chappatte a las víctimas de los atentados contra ‘Charlie Hebdo’. Patrick Chappatte


Los fundamentalistas “iluminados” constituyen una raza especial. El ejemplo clásico es el de Martin Luther. Michael Oakshott lo describió así: “Se entiende a sí mismo como un mensajero de Dios, alguien que ha sido ‘iluminado’ desde arriba, que se asume como la voz del destino… y … que se absuelve de toda responsabilidad con respecto a sus actividades y expresiones … Ha renunciado al carácter de ser humano y está fuera de la ‘conversación de la humanidad’. Es un ángel o un lunático”.

Esta “conversación con la humanidad” es muy compleja. Términos como ‘libertad’ no son absolutos. Atenta contra la ley de gritar fuego en una sala de cine repleta de gente. No se puede jurar en falso ni se debe difamar. Dentro de la “conversación de la humanidad” siempre existen límites legales, políticos y sociales.

El humor es una parte esencial de esta conversación. Como escribió Patrick Chappatte en la caricatura que publicó en el ‘International New York Times’ del 8 de enero, que está dedicada “a la memoria de Cabu, Wolinski, Charb y Tignous”: “Sin humor, estamos  todos muertos”.

Con humor pues nos mantenemos vivos. Disfrutamos convivir con gente que hace bromas. Nos gusta reír con los otros. Y como expresó el teórico político William E. Connoly (en una de mis frases favoritas): “Vamos a reírnos juntos, por principio”. (¡Los héroes de Ginebra inmortalizados en el Muro de la Reforma parecen todo menos alegres)

Daniel Warner es director adjunto de Relaciones Internacionales en el ginebrino Centro de Control Democrático de las Fuerzas ArmadasEnlace externo (DCAF), al que se integró en 2011 tras una larga carrera en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra. Warner es también profesor en la Academia Diplomática de Ucrania, con sede en Kiev.

Pero las bromas también deben circunscribirse. Deben ser apropiadas para la audiencia que las recibe o la ocasión en las que se realizan. De lo contrario no resultan graciosas. Recuerdo a Lenny Bruce gritando “¡negro!” en un teatro de Nueva York a finales de los años 60. Su intención no era ser gracioso, sino atraer la atención de la audiencia –que incluía a afroamericanos– sobre tabúes e inhibiciones, sobre lo que era apropiado.

Los caricaturistas de ‘Charlie Hebdo’ son provocadores. Se mueven en la estrecha línea que separa la sátira, de la provocación y la vulgaridad y, a menudo, combinan las tres. Cuando desacreditan a figuras religiosas no están gritando ¡fuego! en un teatro abarrotado, pero sí están encendiendo la mecha de un explosivo. Lo que para una persona es una broma, para otra es un insulto. Incluso en el juego conocido como ‘Dozens’ (docenas) en el que los participantes intercambian insultos, hay reglas, aunque menospreciar a la madre del contrincante también sea parte de las acciones previstas. Este juego es muy popular en algunos barrios estadounidenses, pero es mal aceptado en otras latitudes.

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No existen reglas internacionales para el humor como sí las hay para la libertad. La esclavitud se abolió formalmente, pero la pena de muerte aún existe. Temas como la edad mínima legal de los niños soldados son objeto de acalorados debates. Las distintas culturas tienen diferentes hábitos y definiciones sobre lo que significa ser civilizado.  Esta es la razón de ser de disciplinas como la antropología o la sociología.

“Vamos a reír juntos, por principio”, significa, pues, que todos debemos darnos cuenta de la importancia de reír. Mi única esperanza es que lograr que nos resulten graciosas las mismas bromas o situaciones. Y si no, que seamos capaces al menos de no reaccionar violentamente a lo que no nos causa gracia. Si “sin humor, estamos todos muertos”, entonces todos debemos intentar encontrarlo y ser tolerantes con quienes poseen un sentido del humor distinto al nuestro. Esto es lo que significa ser parte de la “conversación de la humanidad”. Los asesinatos no forman parte de ella, y los fundamentalistas violentos no son desde luego ángeles.

Traducción del inglés: Andrea Ornelas

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