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Hace 75 años “lo inconcebible se volvía realidad”

"Movilización de guerra - Llamada a las armas a las tropas de frontera", se leía en el manifiesto colgado el 28 de agosto en todas los municipios de Suiza. El 1 de septiembre se decretaba la movilización general. Keystone

Viernes, 1 de septiembre de 1939: las tropas nazis invaden Polonia. Dos días después, Inglaterra y Francia declaran la guerra a Alemania. Estalla la Segunda Guerra Mundial, que se “anuncia infinitamente más sangrienta y terrible” que la primera, concluida veinte años antes, señala la prensa suiza de la época.

“Lo inconcebible se ha vuelto realidad: Europa se encuentra ante una nueva guerra, cuyas dimensiones nadie puede aún imaginar”, escribe el lunes, 4 de septiembre, el ‘Berner Tagblatt’. La víspera, ante la falta de respuesta a su ultimátum, Londres y París declaraban oficialmente la guerra a Alemania.

La invasión de Polonia, en la madrugada del 2 de septiembre, desterraba toda esperanza de paz: “El inicio de las hostilidades en Europa Oriental rompe todo equilibrio en Europa y es el preludio de una guerra generalizada”, anota la ‘Gazzetta Ticinese’, el 2 de septiembre. Según el rotativo de la derecha liberal, “una catástrofe jamás vista pende sobre Europa: en las próximas horas se producirán grandes acontecimientos, pero el instante del acto irrevocable ya forma parte del pasado”.

Un solo culpable

Un acto para el cual hay un único imputado: “No podemos cerrar los ojos frente al hecho de que la responsabilidad de esta catástrofe europea recae sobre un hombre que tiene nombre y apellido”, sentencia el ‘Neue Zürcher Zeitung’.

De acuerdo con el ‘Basler Nachrichten’, Adolf Hitler hubiera podido contentarse con Danzig. “Sin embargo, quería más y, después de lo ocurrido en Checoslovaquia, creía poder someter a Polonia entera. Pero se equivocó. No ha conseguido un segundo Múnich. Y así ahora hablan los cañones. El mundo que deseaba la paz está horrorizado”.

Días cruciales

25 de agosto 1939: Los ministros de Exteriores alemán Von Ribbentrop y soviético Molotov firman un pacto de no agresión; el acuerdo da vía libre a Alemania para invadir a Polonia.

1 de septiembre: En la madrugada comienza la operación ‘Caso Blanco’; más de un millón y medio de soldados alemanes, divididos en dos grupos de ejércitos, invaden Polonia formando un movimiento de tenazas.

2 de septiembre: Gran Bretaña y Francia, que se han comprometido a entrar en guerra en caso de un ataque contra Polonia, ponen un ultimátum a Berlín para que cese las operaciones militares en el plazo de 24 horas.

3 de septiembre: Los dos ultimatos vencen sin respuesta, tras lo cual Gran Bretaña y Francia declaran la guerra a Alemania. Ese mismo día entran en guerra India, Australia y Nueva Zelanda.

Contrariamente a lo que había ocurrido con Austria, primero, y con Checoslovaquia, luego, en esta ocasión las potencias occidentales presagiaron lo que se avecinaba y la sorpresa no las pilló desarmadas, anota el ‘Berner Tagblatt’. “Sabían que esta vez no se trataba ni de Danzig, ni de su corredor y menos aún de las minorías oprimidas. Sabían que esta vez peligraba su propia existencia y su derecho a existir”.

“Esta guerra la ha querido Adolf Hitler. La ha querido deliberadamente, la ha preparado con esmero, la ha desencadenado en el momento y la manera que él ha querido. El canciller alemán ha asesinado fríamente, brutalmente, sin hesitación, la paz”, subraya el ‘Popolo e Libertà’, órgano de prensa del Partido Conservador Democrático (hoy Partido Demócrata Cristiano).

“Veinticinco años después de su sacrificio [de diez millones de hombres muertos durante la Gran Guerra] estalla un nuevo conflicto que se hubiera podido evitar, que el mundo entero quería evitar […]. Un hombre ha arrastrado deliberadamente a Europa y al mundo a este abismo de calamidades, ruina y lágrimas”, escribe la ‘Feuille d’Avis de Lausanne’.

“El mundo, que creía haberse librado de una pesadilla, se ve un cuarto de siglo más tarde obligado a afrontar una nueva. Sencillamente, porque el patrón de Alemania se ha apropiado del apetito de la eterna barbarie germana”, sostiene ‘La Feuille d’avis de Neuchâtel’.

Este tipo de consideraciones se observan no solo en la Suiza de habla francesa, sino también al sur de los Alpes. “Es siempre la misma Alemania cuyos diez siglos de cristianismo no han logrado arrancar aquel culto a la violencia, aquella adoración de la fuerza que la ha convertido, en todos los tiempos, en un pueblo ávido de conquista”, escribe el ‘Popolo e Libertà’, en alusión a Atila, Federico de Prusia y Guillermo II.

Una guerra “infinitamente más sangrienta y terrible”

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La voz de Suiza

Este contenido fue publicado en Conservados en swissinfo.ch, los textos de los boletines informativos fueron confiados a estudiantes de Historia de la Universidad de Lausana. Sus trabajos de seminario ofrecen una imagen más precisa de la actividad del SOC entre 1939 y 1945. (Imágenes: RDB, Keystone)

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A diferencia del verano de 1914, cuando muchos esperaban una guerra rápida, esta vez no hay rastro de optimismo. “En la batalla que está por iniciar, Alemania y sus enemigos se van a enfrentar y a jugar todas sus fuerzas en el campo”, anota con lucidez el diario valesano ‘Le Confédéré’, órgano del Partido Liberal Radical. “Todo ello no puede sino desembocar en el aniquilamiento de uno de los dos bandos. El significado de tal evento solo podrá entenderse más adelante, en los destrozos acumulados”.

“Las armas preparadas para la guerra en curso son, en términos de cantidad y calidad, muy superiores a las que existían al inicio de la guerra precedente”, observa, por su parte, la ‘Gazzetta Ticinese’. “Esto deja prever que la nueva guerra será infinitamente más sangrienta y más terrible”.

Los llamamientos al respeto de las reglas de humanidad, como no bombardear aglomeraciones o no golpear objetivos militares, caerán enseguida en saco roto, destaca el diario del Partido Socialista tesinés, ‘Libera Stampa’. “Una vez desencadenado el odio ciego, nada podrá ya detener a los beligerantes de utilizar los medios de guerra que más oportunos consideren para aplastar, destruir, aniquilar al enemigo.

Resistir, a cualquier precio

¿Y Suiza? Pese a las reiteradas garantías por parte de las principales potencias de que quieren respetar la neutralidad helvética, ningún país puede decir hoy que está a salvo, revela la ‘Feuille d’Avis de Neuchâtel’. “Si puede ponerse en entredicho la existencia de una nación como Polonia, en un futuro más o menos lejano este peligro planeará sobre todas las naciones, por grandes o pequeñas que sean”.

Al decretar el 1 de septiembre la movilización general, el Gobierno suizo envía una clara señal. “Un pueblo entero alzado en armas está dispuesto a defender la inviolabilidad de sus fronteras, cualquiera que sea el agresor”, escribe el ‘Neue Zürcher Zeitung’. “Si el extranjero pasa por Suiza, no solo tendrá que pasar por encima de soldados muertos, sino también sobre mujeres y niños. Hasta el último superviviente”, apunta ‘Le Confédéré’.

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Un llamamiento a la resistencia que, aunque no con tanto énfasis, comparten todos los rotativos. Y al igual que el ‘Berner Tagblatt’, destacan “la sangre fría” con la que el pueblo suizo reaccionó a la movilización.

A diferencia de un cuarto de siglo antes, cuando el país se vio dividido en dos, entre la Suiza francófona que simpatizaba con Francia y la de habla alemana partidaria del Imperio alemán, en esta ocasión la población helvética “está mucho más unida en su manera de juzgar los acontecimientos”, revela el ‘Journal de Genève’. Porque “los pequeños pueblos como el nuestro, cuya existencia depende del respeto de los compromisos internacionales, no sabrían concebir que se utilicen métodos violentos en la política”.

Traducción del italiano: Belén Couceiro

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