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Político de vocación, no de profesión

No cabe ni un alfiler. Los diputados y senadores se reúnen para elegir o confirmar en su cargo a los miembros del Gobierno nacional. Keystone

Muchos parlamentarios suizos dedican una parte significativa de su semana laboral a la política, pero rehúyen el calificativo ‘político de profesión’. Por una razón: quieren mantener un pie en el “mundo real”.

En la sede del Parlamento, Karin Keller-Sutter, apoyada contra la pared, habla con un periodista. Si alguien puede reivindicar el título de ‘político de profesión’ es esta senadora del Partido Liberal Radical (derecha), de 50 años y oriunda de San Gall.

Es miembro de los Legislativos municipal y cantonal de San Gall, presidenta de la sección local de su partido, candidata a una de las siete carteras del Gobierno federal y senadora. Keller-Sutter lleva dos décadas en la política, pero no considera la política como su profesión.

“La política fue mi profesión mientras estuve en el Gobierno cantonal, porque era un trabajo a tiempo completo y tenía la responsabilidad de un departamento”, explica. Hoy trabaja entre un 50 y 60% en el Senado y dispone de tiempo para sentarse en los consejos de administración de varias empresas.

Thomas Minder, declarado el político del año 2013, también rehúye el calificativo ‘político de profesión’. En 2006, el propietario de una empresa de productos de belleza lanzó una iniciativa popular contra los salarios desorbitados que perciben los altos ejecutivos. En 2013, los suizos aprobaron su propuesta en las urnas. La noticia dio la vuelta al mundo, y el hombre que “nunca se había dedicado a la política” resultó elegido senador.

En la ceremonia de entrega del premio destacó que le resultaba irónico recibir un galardón “en la disciplina cuando ni siquiera soy político de profesión. Soy ante todo un empresario y, en segundo lugar, miembro del Senado sin afiliación a un partido”.

Pluriempleo

No sorprende que Keller-Sutter y Thomas Minder se nieguen a considerar la política como una profesión. Suiza tiene una larga tradición de políticos ‘de milicia’ en los ámbitos municipal, cantonal y federal. Los 46 senadores y los 200 diputados se dan cita cuatro veces al año en la capital para participar durante tres semanas en las sesiones del Parlamento, así como en múltiples reuniones de comisiones parlamentarias otras tres veces al año. En teoría, la mayoría de ellos ejercen una profesión simultánea a su mandato legislativo.

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Luzi Stamm, por ejemplo, es abogado. En 1991 abandonó los tribunales por el Consejo Nacional, la cámara baja, donde ocupa un escaño de la Unión Democrática del Centro (UDC, derecha conservadora) por Argovia, su cantón natal. “Creo que dedicarse a la política en Suiza te da mucha flexibilidad”, dice.

Stamm se considera “casi un político de profesión”. Pero por la noche, los fines de semana y cuando no hay sesión del Parlamento, “trabajo al 100% para mis clientes. Y desde luego trabajo más de 40 horas a la semana, y definitivamente no el 100% para la política”.

El sistema de milicia – ¿un mito?

Regularmente se cuestiona si un Legislativo cuyos miembros trabajan a tiempo parcial puede funcionar, pues la carga laboral y la complejidad de los temas que tratan los parlamentarios son cada vez mayores.

Según una encuesta que realizaron en 2014 dos periodistas para el dominical ‘Schweiz am Sonntag’, 99 de los políticos entrevistados respondieron que dedicaban 29 horas semanales a sus obligaciones legislativas – lo que equivale a un empleo al 70% (3 jornadas y media). Alrededor de uno de cada tres parlamentarios declararon no tener otra actividad profesional, aparte de su mandato político.

Hace cuatro años, la investigadora de la Universidad de Zúrich, Sarah Bütikofer realizó un estudio sobre la profesionalización del Parlamento suizo. Entre otros aspectos, analizó cuánto tiempo consagran los legisladores a la política y estableció tres categorías: ‘de milicia’, profesional y semiprofesional. En la primera figuran los que dedican un tercio de su tiempo o menos a la política; en la segunda, los que le consagran más de dos tercios y el resto, en la tercera.

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Bütikofer llegó a la conclusión de que el Parlamento ‘de milicia’ ya no existe, a pesar de que los propios políticos contribuyen a preservar ese “mito” de que el mandato que ejercen no es su profesión. Hoy, sin embargo, “crece constantemente el número de representantes que se dedican exclusivamente a la política”, comenta.

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Incentivos y rotación

En muchos sectores, la diferencia entre aficionados y profesionales reside en la remuneración. En 2013, los miembros del Consejo Nacional cobraban una media de 138.000 francos suizos (148.000 dólares) y los senadores, alrededor de 156.000 al año, según los datos del LegislativoEnlace externo.

El aumento de la compensación económica en la última década ha contribuido a que algunos diputados vean más atractivo ocupar un escaño y planteárselo como un trabajo a tiempo completo.

De hecho, la rotación en el Parlamento nacional es bastante baja: Solamente 24 de los 246 miembros (9,7%) han abandonado su escaño desde las últimas elecciones legislativas de 2011 y otros diez prevén dejarlo en 2015, al final de la actual legislatura.

Para la diputada socialista, Jacqueline Fehr, es hora de que se recompense la experiencia laboral de los políticos. En diciembre pasado, Fehr presentó una iniciativaEnlace externo para que se destine dinero a la formación continua en política.

Los políticos adquieren habilidades para negociar, formar coaliciones, comunicar, entablar redes de contacto y relaciones públicas, además de conocimientos sólidos en política de salud o de educación, explica Fehr. Pero apenas disponen de tiempo para cursar estudios formales.

“Después de una carrera en la política, nos vemos en el mercado laboral sin nada que acredite una formación continua”, dice. “Mi idea es que se valoren las habilidades adquiridas a lo largo de la trayectoria política. No solo es necesario aprender a hacer política, sino también reconocer el valor de hacer política”.

¿Qué hay de malo en ser político de profesión?

“Yo no diría malo; pero ser político a tiempo parcial también tiene sus ventajas” responde Girod, miembro de Los Verdes e investigador postdoctoral en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. “En mi caso, puedo tender un puente entre la política y la ciencia. Gracias a ello no necesito recurrir a nadie para formarme mi propia opinión, mientras que muchos políticos que trabajan la jornada entera en su profesión a menudo  tienen que consultar a otros expertos”.

“La ventaja del sistema suizo es poder mantener su actividad profesional”, coincide Karin Keller-Sutter. “Así, uno dispone de experiencia práctica, tiene una visión de una empresa desde dentro, de sus verdaderos problemas. Si uno se dedica exclusivamente a la actividad parlamentaria deja de ver el mundo real. Solo tiene una vaga idea de lo que puede ser el mundo real”.

El A, B, C de la política

La tasa rotación es alta en los Parlamentos cantonales: una media del 50% entre 1990-2012, según calculó Antoinette Feh Widmer, del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Berna. Ginebra (69%) tiene la rotación más alta y Appenzell Rodas Interiores (29%), la más baja.

Una consecuencia es la necesidad de formar a nuevos representantes. En septiembre de 2014, dos miembros del Parlamento de Berna presentaron una moción para pedir que los nuevos miembros asistan a un curso de media jornada en procedimiento legislativo. También solicita que el Legislativo municipal organice regularmente cursos de formación continua. Según Michael Daphinoff y Kurt Hirsbrunner, se desperdiciará menos tiempo en los plenos si todos los representantes conocen las áreas de competencia del Legislativo municipal y los procedimientos requeridos para presentar una iniciativa. 

Traducción y adaptación del inglés: Belén Couceiro

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