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América Latina: a grandes males, grandes remedios…

Catorce año y 141 kilos. En México, la obesidad infantil ha aumentado un 8% por año durante la última década. Keystone

La mexicana Sandra Gálvez recuerda nostálgica la comida de su niñez: las grandes cazuelas humeantes con pollo y verduras, el maíz como rey y señor de la mesa, las frutas aderezadas con picante y limón. “Había menos embalajes que hoy”, dice. Un cambio que ‘enferma’ a Latinoamérica y lleva a los gobiernos a actuar.

En los últimos tres años, Chile, Perú, México, Bolivia, Ecuador, Costa Rica, Brasil y Uruguay han anunciado políticas para frenar el consumo de los productos envasados poco saludables. Saben bien que de no actuar serán incapaces de afrontar los gastos de salud que se avecinan.

El tema es sensible para los gigantes alimentarios -como Nestlé-, que respaldan públicamente estas medidas, pero siguen promoviendo el consumo de los llamados productoschatarra, al tratarse de un negocio altamente rentable.

Más comida envasada

“Las enfermedades crónicas, como los males cardiovasculares, el cáncer y la diabetes, se han convertido en la principal causa de muerte en América Latina. En la mayoría de los países, la mitad -o más de la mitad- de la población adulta sufre de sobrepeso u obesidad. En Chile, hablamos del 70%. Y en México, las tasas de obesidad son más altas que en Estados Unidos”, afirma Enrique Jacoby, consejero en Nutrición y Actividad Física de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La velocidad a la que aumentan el sobrepeso y la obesidad guarda una relación estrecha con el creciente consumo de alimentos procesados, agrega el experto.

“La urbanización y el crecimiento de las cadenas de autoservicios son explosivos en la región. Esto aumenta la disponibilidad de alimentos envasados, mientras los productos frescos se vuelven más escasos y costosos, incluso restrictivos para una gran parte de la población”, explica David Mackinson, analista de Euromonitor International.

Según la empresa de estudios de mercado, el consumo de alimentos envasados creció un 92% a escala nivel mundial en la última década, convirtiéndose en un negocio con un valor de 2,2 billones de dólares en 2013. Este dato equivale a la mitad de los activos que administra la poderosa plaza financiera suiza.

Y Latinoamérica apunta alto en el consumo de envasados y bebidas no alcohólicas procesadas. Una familia argentina, por ejemplo, destina el 74,8% de su presupuesto alimentario a la adquisición de este tipo de productos, mientas que la media mundial se sitúa en el 43,6%.

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Pero envasado no es sinónimo de nocivo para la salud, precisa Michael Siegrist, investigador y profesor del Departamento de Ciencias de la Salud y Tecnología de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ). Las verduras congeladas o las frutas enlatadas también se incluyen en esta categoría y, en su opinión, el verdadero problema reside en que cada vez más gente carece de una dieta balanceada.

Políticas radicales

Una mala alimentación repercute en la salud, pero también provoca secuelas económicas. La población obesa genera un 25% más gastos de salud que la que tiene un peso normal, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que ha exhortado a los gobiernos a promover un cambio en el estilo de vida de la gente.

La comida envasada –que se caracteriza por estar lista para su consumo inmediato- incluye alimentos salados, dulces, platos precocinados para calentar, congelados, helados, chocolates, galletas, bebidas azucaradas y diferentes golosinas.

Los latinoamericanos tienen cada vez menos tiempo para preparar comida en casa y consumen crecientemente este tipo de alimentos, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como detonantes de los problemas de sobrepeso.

En 2005, el número de obesos en América Latina ascendía a 60 millones. Para el año 2030, se estima que esa cifra llegará a 191 millones. Sin embargo, la región gana conciencia sobre el problema de salud que enfrenta. Y los consumidores solicitan cada vez más alimentos saludables, un mercado que crece a tasas del 15% anual desde hace un quinquenio.

Fuente: Euromonitor y OMS

Este año, México introdujo un impuesto del 8% sobre la comida chatarra y de 1 peso (0,06 centavos de franco suizo) por cada litro de bebida azucarada que se comercialice.

Uruguay, Perú y Costa Rica decidieron eliminar la comida alta en azúcares, sales y grasas de las escuelas públicas. Y Chile y Ecuador exigen que las empresas publiquen claramente en las etiquetas el daño que algunos productos pueden generar a la salud del consumidor.

“Latinoamérica es pionera en la instrumentación de recomendaciones para regular la promoción de alimentos poco saludables, especialmente los dirigidos a los niños. Las políticas y regulaciones específicas de cada país dependen de su contexto nacional y legislaciones. Pero aumentar impuestos sobre estos productos, prohibir la comida chatarra en las escuelas públicas, y limitar la publicidad dirigida a los menores, son claramente el tipo de políticas necesarias para reducir el consumo de la comida insana”, afirma Enrique Jacoby.

En las escuelas ya se observa el cambio, confirma Sandra Galvez, de 41 años, bibliotecaria y madre de Elisa, de 7. Sin embargo, “fuera de los colegios hay decenas de changarritos que venden las mismas golosinas y alimentos que están prohibidos adentro. Y la TV no cesa de bombardear a los niños para que sigan consumiendo estos productos”.

Los bemoles de la ‘mano dura’

Michael Siegrist reconoce que las empresas alimentarias no siempre han demostrado el nivel de responsabilidad que se esperaría de ellas y recuerda que “la industria alimentaria es la responsable de la norma que cambió las bebidas refrescantes de 0,33 a 0,50 litros, y de 1 a 1,5 litros”.

“Mientras más exitosa sea la industria alimentaria en promocionar y vender sus productos, más alto será el riesgo de que se la perciba como una causa importante del problema de la obesidad”, dice.

Pero el profesor es escéptico con respecto a la eficacia de  las políticas restrictivas. “No estoy a favor de las estrategias gubernamentales que inhiben el consumo de la comida envasada”. Se desconoce el impacto que tendrá este tipo de impuestos, precisa Siegrist, además de que es posible que los consumidores opten por reducir su consumo de frutas y verduras para ahorrar dinero y destinarlo a comprar productos gravados.

La industria toma la palabra

Enrique Jacoby afirma que cada vez hay más países que estudian este tipo de restricciones, “pero hay muchas instancias en la industria alimentaria que intentan bloquear su puesta en marcha”.

Nestlé se muestra favorable al cambio, pero acepta que está en juego un mercado rentable. Chris Johnson, jefe de la Zona de las Américas, reconoció recientemente en su blog: “Ciertamente, nuestro portafolio incluye helados y chocolate, pero independientemente de que Nestlé esté o no en este negocio, la gente seguirá consumiendo estos productos. Nuestra responsabilidad es pues ofrecer la mejor calidad al consumidor y las opciones más sanas posibles”.

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Los niños obesos… ¿son bien atendidos en Suiza?

Este contenido fue publicado en “Perder peso y poder ir a la piscina sin que la gente se ría de mí”, es la principal motivación del esfuerzo que realiza Volkan, de 13 años. Como muchos otros niños de su edad, adora el fútbol. No obstante, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, Volkan tiene sobrepeso y necesita ayuda para…

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El grupo de Vevey declinó facilitar a swissinfo.ch cifras globales -y desglosadas por país latinoamericano- sobre la venta de sus productos envasados que suelen generar controversia. Rechazó también confirmar si tiene en marcha una política de cabildeo para evitar nuevos frenos o impuestos en otros países.

“Nestlé comparte las preocupaciones de los gobiernos y las autoridades de salud con respecto a la obesidad y las enfermedades no transmisibles; y los sectores público y privado deben trabajar juntos”, según Meike Schmidt, portavoz corporativa del grupo. Pero considera que la aplicación de impuestos debe ser “examinada cuidadosamente”.

Latinoamérica escribe una historia inédita cuyo balance se conocerá solo dentro de unos años. Para Sandra Gálvez, la solución de fondo se encuentra en otro sitio. “Los hábitos se aprenden en casa. Si los gobiernos y las empresas solo velan por sus intereses, creo que llegó el tiempo de que hagamos lo mismo”.

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