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Todo por hacer en Haití, a dos años del seísmo

Cerca de medio millón de haitianos viven aún en tiendas de campaña. Keystone

Proceso político paralizante, falta de liderazgo de la comunidad internacional y la agravante de la epidemia de cólera: a dos años del terremoto, Haití -el país más pobre del hemisferio septentrional- tiene dificultades para salir avante.

El seísmo del 12 de enero de 2010 causó 250.000 víctimas y un millón y medio de desplazados, según las estimaciones inmediatas tras la catástrofe. Hoy, aún medio millón de personas permanecen sin abrigo.
 
Bajo este telón de fondo, Naciones Unidas considera positivos los resultados de la tarea de la comunidad internacional ante la calamidad en Haití. De acuerdo con su informe de noviembre pasado, se establecieron cerca de 100.000 refugios temporales y se repararon o reconstruyeron 21.000 casas. “La respuesta humanitaria fue un éxito”, considera Nigel Fisher, coordinador humanitario de la ONU.
 
Dentro y fuera de Haití esta visión optimista no es compartida por todos. “No se puede decir que haya pasado mucho en estos 2 últimos años”, sostiene Charles Ridoré, sociólogo haitiano establecido en Suiza.
 
“La ONU es a la vez juez y parte. Esto se vio bien en el caso de la epidemia de cólera. Fue necesario un peritaje externo para que reconociera su responsabilidad en la importación de esta enfermedad a la isla”, subraya Ridoré.
 
“La situación humanitaria no es buena”, comenta Gérard Bedock, jefe de misión de la sección suiza de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Haití. “Es erróneo hablar de éxito. Aún hay que quitar los escombros y cerca de la mitad de los desplazados viven todavía en tiendas de campaña, mientras que la epidemia de cólera provoca estragos desde hace más de un año.”

Bloqueos políticos

La falta de liderazgo de la comunidad internacional y de las autoridades de Haití no permitió establecer un plan global de reconstrucción. Durante los seis primeros meses de su mandato, el nuevo presidente del país, Michel Martelly  -en el poder desde el 14 de mayo de 2011-, se ocupó de alcanzar una mayoría parlamentaria para estabilizar la situación de su gobierno. Ni siquiera ha anunciado sus proyectos prioritarios.

 
“Es la señal de que estamos patinando”, comenta Frantz Duval, redactor jefe del Nouvelliste, uno de los diarios de referencia del país. “Se trata también del precio de la improvisación, ya que Martelly no era un político. El proceso es complicado. Lo bueno de todo es que ni hay violencia, ni se recurre a las armas”.
 
Organizaciones civiles y de cooperación, pero especialmente individuos a título personal asumen la tarea de la reconstrucción, destacada por su carácter caótico y descoordinado.
 
Es el caso en la inmensa ladera de Canaan, al norte de Puerto Príncipe, donde decenas de miles de pequeñas obras más o menos sólidas surgen en una irremediable urbanización marginal.
 
Charles Ridoré reitera lo ya dicho hace más de un año: “Habría sido necesario evitar el largo proceso electoral y crear un gobierno de unión nacional. Se perdió demasiado de tiempo.”
 
No obstante, Frantz Duval observa algunas señales prometedoras del nuevo presidente, como su voluntad de atraer inversores extranjeros, un intento también de su antecesor René Préval.

Una epidemia de las más graves

Charles Ridoré es más crítico respecto a lo que denomina “una forma de colusión entre políticos haitianos, responsables internacionales y empresas multinacionales”. Parece que algunas personas se enriquecieron a raíz del terremoto, mientras que la suerte de la población no mejora”, sostiene al sociólogo, quien se preocupa también por el proyecto de Michel Martelly de restablecer el ejército.
 
Una población “desalentada y desilusionada”, que pasa de una calamidad a otra sin un respiro, lamenta Charles Ridoré. La epidemia de cólera, que surgió en noviembre de 2010, se ha cobrado 7.000 víctimas y ha afectado a medio millón de personas.
 
“Pese a todos los protagonistas in situ y todo el dinero a disposición, la respuesta fue claramente insuficiente y completamente desorganizada”, constata Gérard Bedock, de MSF.
 
Con su artillería médica, su organización pudo ocuparse de cerca de un tercio de los casos. “Estamos frente a una de las epidemias más graves de los tiempos modernos. Intentamos responder en la medida de lo posible, pero el combate es desigual”, afirma.
 
El fin de la temporada de lluvias ayudará a frenar la progresión de la enfermedad, “¿pero qué ocurrirá en seis meses cuando la epidemia vuelva? ”, se pregunta Bedock, especialmente porque ya se obliga a algunas organizaciones médicas a dejar el territorio haitiano por falta de financiación.

Ambigüedad de la ayuda extranjera

“Es la paradoja de la ayuda: no es deseable la partida de las ONG, pero tampoco es sostenible que la perfusión internacional se prolongue mucho tiempo. Durante estos dos años no se reflexionó sobre cómo el enfermo va a seguir viviendo sin muletas”, advierte Frantz Duval.
 
Charles Ridoré cita el ejemplo de su hermana, una monja de 78 años que se vio obligada de la noche a la mañana a ocuparse de un orfelinato, pues la ONG estadounidense que lo administraba se quedó sin financiamiento.
“Existe ambigüedad con relación a la ayuda extranjera”, reitera Gérard Bedock.
 
“Las autoridades locales temen que cuando partamos, el Ministerio de Salud –que no está en condiciones de garantizar la calidad y el acceso gratuito a los cuidados-, asuma estas tareas. Por otro lado, los políticos utilizan a las ONG como chivos expiatorios, lo que genera un fuerte resentimiento en la población.”

“Nada cambia, la población haitiana todavía duerme en las tiendas de campaña. El personal humanitario llega como perros rabiosos y no se ven los resultados. La demagogia total prevalece en la reconstrucción de las zonas siniestradas”.
 
“Nuestros políticos se ocupan, sobre todo, de la politiquería en lugar de pensar en la suerte tan miserable de la población. Pese a la ayuda humanitaria, una gran parte de la población sufre todo tipo de males: hambre, incapacidad de enviar a sus hijos a la escuela, cólera y otras enfermedades”.
 
“Estoy acostumbrado a vivir en situaciones peligrosas, extremas, pero preferiría morir antes que revivir lo que ocurrió el 12 de enero de 2010. Fue como una masacre gigantesca provocada por bombas atómicas”.
 
“Demasiadas ONG parasitan las instituciones locales, muchas de ellas trabajan sin concertación. ¡Y falta tanto por hacer!”
 
“Dos años después del temblor, el país permanece en el marasmo económico y social, sin hablar de la política, que solo nos perjudica con una banda de diputados preocupados por sus propios intereses.”
 
“Se dice con frecuencia que ‘la esperanza da la vida’ y que tras todo tipo de circunstancia, ‘la vida continúa’. Comprendo también que las cicatrices están lejos de borrarse de nuestras memorias. Pero seguiremos firmes con la gracia de Dios”.

(Traducción: Patricia Islas)

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