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Un proyecto para mantener viva la memoria

Teresa Mischiati es una de las víctimas de la última dictadura militar en Argentina. N. Dominguez

Sobreviviente de los campos de concentración de la última dictadura militar, Teresa Meschiati volvió a la Argentina para escribir un libro sobre los descendientes de suizos que, como ella, atravesaron aquellos años oscuros del país.

Su historia habla de cómo la solidaridad helvética le permitió “volver a vivir”.

“Soy argentina y suiza y tengo 61 años. En julio de 1980 fui a refugiarme a la Confederación porque acababa de salir de La Perla, un campo de concentración de Córdoba donde estuve secuestrada durante dos años y dos meses”, comienza diciendo Teresa Meschiati a swissinfo antes de relatar qué la trajo de nuevo al país que la vio nacer.

La historia de Teresa está llena de “historias” (y valga la redundancia) que cuentan los caminos que la llevaron de ser una utópica y joven “militante popular” –como se autodefine-, a convertirse en una secuestrada, desaparecida, sobreviviente, exiliada, refugiada y luchadora por los derechos humanos.

Y ahora, en algo así como una escritora-investigadora, que volvió a su país en busca de las memorias de los suizos-argentinos que, como ella, fueron parte de aquellos años de lucha.

“El título de mi proyecto sería algo así como ‘la montaña suiza de los abuelos, la pampa argentina de los padres y la lucha contra el olvido de nuestra generación’”.

“Lo que intento hacer es reconstruir historias de vida, en una etapa que va de 1974 a 1983, donde voy a tratar de hablar con las familias de los desaparecidos y de los viejos militantes populares que tienen siempre un ascendiente suizo”, explica.

Por qué los suizos

Teresa dice que la sangre helvética sería siempre el hilo conductor de su libro: “Quiero devolverles a ellos algo de lo que me han dado, que ha sido una gran fraternidad”

“A mi los suizos me han permitido volver a vivir, crecer, sanear la mente, sacar el campo de concentración de mi cabeza. He vivido en una sociedad ordenada, nunca tuve problemas, nunca me han coartado la libertad de expresión. Suiza es parte de mi vida”, asegura y agrega:

“El único camino que yo más o menos puedo desarrollar es todo lo que está referido a los derechos humanos, porque ha sido mi práctica y porque lo he vivido en carne propia. Y ha sido todo el trabajo que hice durante los años que viví en Ginebra, hasta mayo de 2004 que regresé. Y he tenido siempre el apoyo de los suizos”.

El camino hasta “Memoria Viva”

Teresa salió de La Perla – el mayor centro de reclusión del Tercer Cuerpo de Ejército, en el que desaparecieron para siempre tres mil argentinos, por órdenes del general Benjamín Menéndez- en diciembre de 1978, y recién en 1980 pudo irse del país en forma clandestina, con su pequeño hijo.

Brasil y el País Vasco fueron lugares de tránsito, hasta que casi por azar, visitando a otra compatriota exiliada en Ginebra, pudo pedir a la comuna de Meyrin refugio político. Desde julio de ese año y hasta hace unos meses, ese fue su lugar de residencia y de lucha.

“Entre el 20 de julio y el 1 de agosto de 1980, ya había presentado mi testimonio ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, y después empecé a hacer todo un trabajo de denuncia en Europa, en varios medios de Italia, Holanda y Suiza”, sostiene.

Denunciante frente a la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), testimoniante en el juicio contra las Tres Juntas y frente al juez Baltasar Garzón en España en 1997, Meschiati trabajó en “Amnesti Internacional” y en abril de 1996 creó “Memoria Viva”:

“Es una organización que como bien lo dice su nombre nació para mantener viva la memoria de todos los desaparecidos, en mi caso de los argentinos, pero que se trataba de un sentimiento latinoamericano. Nosotros éramos luchadores populares que pujábamos por ‘la patria grande’”.

La organización sin fines de lucro fundada por Teresa, funcionó hasta hace muy poco en la Casa de las Asociaciones de Ginebra, y ahora está en un impasse.

“Esa ‘Memoria Viva’ me abrió las puertas de otros lados y en el 2000 creamos ‘El jardín de los desaparecidos’, donde trabajamos con las autoridades de la columna de Meyrin. La comuna nos cedió un terreno donde plantamos cinco árboles, uno por cada continente y un sexto por los derechos humanos.

“Ese jardín reunió a veinte asociaciones de todo el mundo que habían perdido a su familia, y cada uno llevó su tierra natal: hubo tierra de kurdos, brasileños, colombianos, burundíes, bosnios, argentinos, uruguayos, y muchos más…”

“Yo no necesitaba la nacionalidad helvética porque soy argentina de origen e italiana por derecho de sangre, y residía como italiana. Pero le dije al alcalde de Meyrin que si salía el proyecto de “El Jardín” yo me hacía suiza. Y salió, y pedí la nacionalidad, así que soy suiza por elección”, concluye.

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swissinfo, Norma Dominguez, Buenos Aires

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