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Un pueblo y su central nuclear

La torre de enfriamiento de la planta de Gösgen. swissinfo.ch

La polémica estalló en toda Suiza en torno a las centrales nucleares, luego de que el consorcio eléctrico Atel presentara hace una semana una solicitud para poder construir un nuevo reactor en Niedergösgen.

Una visita a esa localidad del cantón de Solothurn da cuenta de que allí, por ahora, casi no hay oposición al proyecto.

El símbolo de la comuna es la iglesia castillo. Pero esta construcción neobarroca construida justo en un peñasco -con su cúpula e imponente campanario-, desde hace treinta años tiene otro rival: la torre de refrigeración de la central nuclear Gösgen, situada en la comuna vecina de Däniken.

La majestuosa iglesia castillo está ahora a la sombra de esa monstruosa torre de cemento. Pero la competencia no la intimida. De hecho, pese a ello, produce incluso más energía que la propia central, según afirmó en el centenario del templo el padre de Niedergösgen, Jürg Schmid. Una analogía que las autoridades locales no comparten, indica el propio sacerdote.

Niños con leucemia

La empresa eléctrica Aar y Tesino SA de Electricidad (Atel), que ya administra la central nuclear de Däniken quiere ahora construir una segunda central de nueva generación en la zona vecina que comparten las comunas de Niedergösgen, Gretzenbach y Däniken.

“Considero arriesgado una segunda central”, comenta el pastor de una comuna protestante con 4.000 fieles. Aunque ve la necesidad de una nueva obra, se pregunta si es realmente necesario que se construya en la muy poblada planicie helvética.

Le ocupa especialmente un estudio alemán publicado recientemente, en el que se indica que los niños menores de 5 años que viven cerca de una central nuclear enferman más de leucemia. Aunque hasta ahora no hay una comprobación científica, estos indicios le dan qué pensar al religioso, cuando conoce a niños con leucemia por el lugar.

¿La población no se atreve a defenderse o realmente no hay oposición en Niedergösgen? “La gente se ha acostumbrado a la central nuclear”, advierte el padre Schmid.

Un gran empleador

“En los últimos 30 años, la central se ha construido una gran confianza entre la población”, dice el presidente municipal de Niedergösgen, Kurt Henzmann, quien –junto con la mayoría del consejo comunal- aprobó el proyecto de una nueva central nuclear. Las autoridades cantonales y federales controlarían regularmente la obra, en caso de recibir el visto bueno para su construcción.

La planta de Gösgen ocupa a unas 400 personas. Según Henzmann, el 80% vive en el entorno. De este modo, la población se beneficia de las oportunidades laborales requeridas en las tareas de manutención.

“Claro; en cada central hay un cierto potencial de riesgo. Pero a mí me daría más temor si se construyera al otro lado de la frontera”, compara Henzmann.

Las finanzas podrían ser mejores

El presidente municipal no se muestra del todo satisfecho con la situación económica. Sobre su pueblo pesa la sombra de la torre de enfriamiento, la nube de vapor condensado y una imagen negativa, mientras que dinero no se asoma mucho, declara Henzmann. La comuna a la que pertenece la actual central -Däniken- recibe dos tercios de los 3 millones de ingresos fiscales anuales. Las alrededor de diez comunas restantes se reparten el otro tercio.

Lo que más interés le provoca al político local es el flujo de recursos que corre hacia Olten, sede de Atel. A las cajas de esa comuna llegan cerca de 35 millones de francos provenientes del fisco. Y en caso de una nueva central en Niedergösgen, Kurt Henzmann calcula hasta una cifra mayor que llegaría a las arcas de su comuna.

El síndico no cree que en un futuro cercano las centrales nucleares dejen de utilizarse y se conviertan en ruinas que ya nadie utilice.

Kurt Henzmann –quien vivió de niño las demostraciones contra la construcción de la planta de Gösgen en 1979,- no cree que se repitan con el proyecto actual, aunque no por ello descarta la posibilidad.

Arte en la torre de enfriamiento

En la mesa ocupada por la clientela frecuente del restaurante del pueblo se juega a las cartas. La central de Gösgen las patrocina. Una segunda planta sería positiva, responden cuatro hombres que trabajan para la actual. “¿Si no de dónde tomaríamos la electricidad?”, responde uno.

Lo único que molestaría sería el aspecto estético, opina otro: “Dos chimeneas a la vista me molesta un poco”, aunque el compañero increpa: “La nueva sería menos alta”.

En un campo cercano, a unos doscientos metros de la central, una mujer con sus dos hijos colecta fresas. Los trinos de pájaros se mezclan con el zumbido que produce el cable de alta tensión.

La madre de familia comenta que si bien la torre no se vería bien, “podría una decorarla artísticamente”, propone. No le preocupa una segunda central. “Si algo pasara, toda Suiza estaría afectada. Entonces, de preferencia estar cerca, para al menos morir de inmediato”.

Las críticas, vistas como inapropiadas

También un joven campesino, cuya granja se encuentra a la sombra de la enorme pared verde de la torre de enfriamiento, no tiene nada que decir contra la planta. “Fomenta de nuevo plazas de trabajo en la región”, dice Bruno Meier, quien nació con la central nuclear ya en funcionamiento.

La planta es un negocio industrial como cualquier otro, opina, y agrega: “Sería bueno que el pueblo de Niedergösgen recibiera con la Gösgen II más dinero que con la Gösgen I”. Meier no se preocupa por la calidad de sus productos, ni por cuestiones de seguridad en torno a la planta. “Puede ocurrir algo en cualquier sitio”.

Una pedagoga social de Olten indica su sorpresa ante la falta de reacciones entre la población. “Las críticas sobre la planta son tomadas como blasfemia por los nativos”. La central nuclear en funciones actualmente ofrece a la población no sólo trabajo, sino también otras actividades, comenta.

La responsable de la panadería verbaliza un texto claro. “Vivimos desde hace 30 años con la planta. No necesito una segunda. Basta”. La gente se defendería así el proyecto se concretiza. Por ahora, es aún muy temprano para ello.

swissinfo, Corinne Buchser
(Traducido del alemán por Patricia Islas Züttel)

Mientras que el consumo eléctrico asciende, se prevé el fin de cinco centrales nucleares suizas.

En 2020 deben cerrar sus puertas las de Mühleberg y las Beznau I y II.

El permiso de funcionamiento de Gösgen termina en 2040; el de Leibstadt en 2045.

El 10 de junio, el consorcio eléctrico Atel presentó una solicitud para construir una nueva planta en un territorio que comprende las zonas limítrofes de las comunas de Däniken, Niedergösgen y Gretzenbach, en el cantón de Solothurn.

También los consorcios Axpo y BKW planean dos nuevas centrales que sustituirían a las actuales plantas Beznau I y II, así como la Mühleberg.

Es improbable que Suiza construya tres centrales nucleares al mismo tiempo. Una gran planta nuclear sólo puede tener origen a través de la asociación de los consorcios, opinan las tres compañías. La inversión para una nueva central requiere entre 6 a 7 mil millones de francos.

La última palabra la tiene la ciudadanía. La alianza ‘Stop Atom’ y el partido de Los Verdes anunciaron que serán los precursores del referéndum.

Los consorcios suizos de electricidad pronostican una insuficiencia energética a partir de 2002.

El registro infantil de Maguncia (Alemania) publicó a finales de 2007 un estudio en el que se afirma que el riesgo de enfermar de leucemia se incrementa entre los menores de 5 años que viven cerca de una central nuclear.

El Instituto de Medicina Preventiva de la Universidad de Berna, el Grupo Oncológico de Pediatría y el Registro de Cáncer Infantil deben realizar un estudio similar sobre el territorio helvético.

El médico Pierre Morin se ocupó ya en 1994 en su disertación sobre la leucemia infantil y observó un inexplicable incremento de casos de leucemia en el cantón de Solothurn, donde se encuentra la planta nuclear de Gösgen.

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